POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTEPIÑAL (SEGOVIA)
La Revuelta Comunera de Castilla está considerada por muchos investigadores como la primera revolución moderna, 268 años antes que la francesa. Hoy, 23 de abril, honramos la memoria de todos aquellos que fueron sentenciados a muerte por defender unos postulados que prometían más libertades y una mayor justicia social para el pueblo, con la imagen segoviana de Juan Bravo y con el conocido mapa que señala las poblaciones partidarias de la revuelta (de color morado) y las partidarias de los realistas de Carlos I (de color verde).
Nunca falté a las primeras convocatorias que nos concentraban a decenas de miles en la campa vallisoletana de Villalar de los Comuneros (no sé por qué razón más de una vez acabamos corriendo por los trigos, con las fuerzas del orden a caballo detrás), y de entonces es esta composición que pensando en Castilla, y como canto de añoranza, debí de escribir en aquellos años (un pecado poético de juventud que ruego se me sepa perdonar), y que ha aparecido estos días entre tantos libros y papeles como andamos moviendo y organizando aprovechando el confinamiento al que nos tiene sometidos esta pandemia inhumana. Y han pasado ya más de cuatro décadas de aquello.
Aquel veintitrés sin sol
de un abril preñado en sangre,
cuando alondra y ruiseñor
armonizan sus cantares,
cayó una flor sobre el mar
y se oscureció la tarde.
Entre ruido de cañones,
entre barro y estridencias,
una paloma murió
y se la enterró sangrienta
en un mundo de opresión
de fueros y de sentencias.
Cinco siglos la contemplan
y no hay desenterrador
que venga, pico en el hombro
con pala y un azadón,
a desenterrar sus huesos
de ave fénix volador.
Quizás un día, en el tiempo,
cuando surja un capitán,
le brote una rosa al tallo
y sobrevuele el trigal
la paloma que componga
un himno a la libertad.
Y hablando de recuerdos, quiero tener uno muy especial para el periodista y tertuliano José María Calleja, fallecido hace un par de días por culpa de este virus cruel, y que fue nuestro delegado de curso en aquellos primeros años tan revueltos y complicados de la llamada Transición, cuando yo me iniciaba en los ambientes de la inquieta y agitada Universidad vallisoletana de Filosofía y Letras.
Como este año, por razones sanitarias, no podemos asistir a la cita en aquella campa reivindicativa y festiva,
#YoMeQuedoEnCasa ¡Y que no cunda el pánico, que nos reinventaremos y volveremos más fuertes!
¡Buen día!