POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
Partimos desde el albergue del Salvador y nos encaminamos hacia la catedral de Oviedo, que tiene la advocación de San Salvador, pues siempre se ha dicho que “Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y no al Señor”. Esta vez empezaremos por el principio, pues, visitando primero al Señor.ç Los 12 º con los que amanece la ciudad ovetense nos acompañan durante la primera hora que nos cuesta atravesar los casi 5 kms de callejeo (bien señalizados con conchas y flechas amarillas) hasta que salimos de la urbe.
Dejamos el asfalto y nos introducimos por senderos hacia el monte Naranco, y desde la aldea de Loridana se van alternando los eucaliptos con los castaños y los robles, sobre todo junto al cauce del río Nora, desde el que arranca un duro ascenso de poco más de un km, hasta coronar en Escamplero, que pone al caminante en su sitio y le da una pista de lo que le espera en algunos trayectos de este Camino. La temperatura ya ha subido unos cuantos grados y se agradecen las frescas zonas de umbría que se van sucediendo.
Por el valle de Andallón, hacia Premoño, le vienen a uno recuerdos de algunos de los tramos del Camino Aragonés, que recorrimos en su día hace un par de años, por la sensación que se experimenta de soledad y, casi, abandono, hasta que nos encontramos con el caudaloso, y por momentos remansado, río Nalón, cuyo cauce nos enfila hacia Grado, en cuyo albergue Villa de Grado nos hospedamos para relajarnos y pernoctar.
Dato curioso, tan sólo nos ha adelantado un bicigrino. Y es que este Camino no es muy favorable para esta práctica. Menú en el Feudo Real (fabes incluidas, por supuesto) por 13 euros, siesta reparadora, paseo por esta villa señorial de recoletas plazas y calles multicolores y remozadas, cena frugal, y hora de recogida y cierre a las 22 horas. Que mañana nos espera una nueva jornada y hay que madrugar.
Por cierto, que (¡caprichos del destino!) nos ha tocado firmar un par de libros de la biblioteca del albergue. Una sorpresa y un orgullo que algo que escribimos en la noche de los tiempos se siga utilizando como libro de consulta en las bibliotecas públicas. ¡Buen Camino!