POR JUAN CUÉLLAR LÁZARO, CRONISTA OFICIAL DE FUENTIDUEÑA Y FUENTEPIÑEL (SEGOVIA)
Pernoctamos y desayunamos gratis en el albergue Villa de Grado, cortesía de la Asociación Amigos del Camino de Santiago, en compañía de sus hospitaleras americanas Jan y Julie, y tras abonar el donativo correspondiente (10 €), nos encaminamos (y nunca mejor empleado el término) hacia Salas.
Los primeros 5 km, de asfalto, son de progresivo ascenso, por San Juan de Villapañada, hasta el alto del Fresno, y cuando hacemos cumbre el sol se va desperezando entre brumas.
El pronunciado descenso por un camino descarnado hace este tramo un tanto desagradable, sensación que se acentúa con la disposición y el ruido constante de los vehículos a su paso por la autovía A-63, que nos acompaña durante un buen número de kilómetros. El descenso nos conduce, por Doriga, al valle del Narcea, río caudaloso que cruzamos antes de entrar en Cornellana, donde se encuentra el monasterio, que bordeamos ascendiendo por una carretera asfaltada hasta pasar Sobrerriba e introducirnos por varios tramos de senderos boscosos con pendientes tan duras como descensos pronunciados que requieren toda la atención y precaución del caminante, y que quizás explican un poco la ausencia de bicigrinos en este Camino.
Casi sin darnos cuenta, y tras saludar a un paisano que se afana en la siembra de maíz forrajero, llegamos a la villa de Salas, en cuyo albergue municipal nos hospedamos por 8 euros la litera casi los mismos 16 peregrinos que pernoctamos anoche en el de Grado.
Ducha y aseo, y menú en la céntrica y popular Casa Pachón por 14 .
Tras la reparadora siesta, visita turística a la villa, con su torre del siglo XIV y su colegiata gótico-renacentista de Santa María la Mayor.
¡Buen Camino!