POR OSCAR GONZÁLEZ AZUELA, CRONISTA DE LAGOS DE MORENO, JALISCO (MÉXICO)
Hijo primogénito de Mariano y Carmen, nacido en 1902, a él tocó presenciar desde su niñez los estertores del porfirismo y ser sostén familiar junto con su madre a los escasos trece años, durante los meses en que su padre estuvo en el destierro; colaboró con la economía familiar, trabajando como dependiente en la botica de la penitenciaría de Santiago durante año y medio, motivo que le obligó a interrumpir sus estudios de preparatoria.
Nacido cuando su padre casi llegaba a los treinta, si bien heredaba su rebeldía congénita, tiempo y panorama eran ya otros; dotado de una enérgica palabra, se distinguió por su presencia en la tribuna; se dice que trepado en un pupitre era capaz de paralizar a toda una escuela, tal como lo hizo para finalmente ser expulsado por el rector Vasconcelos, quien recuerda en sus escritos ver desde una vidriera la templanza y vigor de aquel estudiante a quien luego llamaría “espejo de juventudes”.
Deja así el seno familiar para ir a colaborar a Puebla como secretario del gobernador Lombardo Toledano y luego del de Michoacán, general Enrique Ramírez así como en el interinato de Luis Méndez Villegas, quien entrega el mando al general Lázaro Cárdenas.
El año 29 marcaría su vida; de regreso en la Ciudad de México, encabeza junto con Alejandro Gómez Arias al estudiantado durante una huelga que tendría como consecuencia la autonomía universitaria. Luego es integrado por José Vasconcelos -el mismo que le había expulsado años antes- como orador en su campaña por la Presidencia de la República, misma que se caracteriza por la limpieza de ideales de quienes la secundan; luego del triunfo supuestamente avasallador por parte del candidato oficial, Salvador es detenido y trasladado a la Inspección General de Policía a donde son llevadas más de treinta personas; su hermano, Mariano, presentó una demanda de amparo firmada por su padre. Luego los detenidos fueron trasladados a la penitenciaría de Lecumberri, por lo que el novelista envía un telegrama al Presidente de la República: “Respetuosamente manifiesto usted mi hijo Salvador Azuela encuéntrase detenido desde 17 enero ya de 1930 víctima atropello de parte autoridades sobre quienes sólo usted tiene ascendiente; …solicito se consigne mi hijo formalmente Procuraduría Nación acuerdo Ley.” Si es responsable que se le castigue, en caso contrario, que se le libere, tal era en síntesis la petición; finalmente sale de prisión un mes después; a algunos otros vasconcelistas les costó la vida, sus cadáveres aparecieron en Topilejo, nadie supo nada…
A partir de entonces su mundo será la cátedra, el ambiente académico y la difusión de la cultura. Es nombrado Secretario General de la UNAM para el período de octubre de 1933 a abril de 1934 y Jefe del Departamento de Acción Social de 1936 a 1938, período durante el cual se escucha por primera vez, el 14 de junio de 1937 la frecuencia de Radio Universidad fundando también la Orquesta Sinfónica de la UNAM.
Opuesto al fanatismo Cardenista se incorpora en 1940 a la campaña almazanista junto con mi padre, con quien hizo buena mancuerna por cierto, debiendo ambos dejar el país por medio año. Para 1947 contendió por la rectoría de la universidad siendo derrotado; ese año fue nombrado representante de México en la asamblea de la UNESCO en París, con calidad de miembro del Consejo Consultivo hasta 1952. Muy interesante era para mí escuchar las pláticas en torno a la admiración que mi papá tenía por Miramón y la de mi tío para Juárez; el bloqueo a Cuba y otros recuerdos que por falta de espacio no alcanzo a referir.
Articulista semanal con opiniones de fondo para los periódicos El Universal y Novedades en diferentes épocas, se calcula que escribió más de dos mil publicaciones de la más diversa temática hasta su muerte. Ingresó al Seminario de Cultura Mexicana que presidirá en varios períodos, finalmente desde 1971 hasta su muerte ocurrida en 1983.
Presentó al presidente Ruiz Cortines el proyecto para la creación del INEHRM que incorporó las tendencias magonistas, maderista, convencionista, constitucionalista, carrancista, villista y zapatista, quedando a cargo de la vocalía ejecutiva del Instituto desde su creación hasta su muerte también.
De 1954 a 1958 ocupó la Dirección de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; luego de que se publicara “Los hijos de Sánchez” de Óscar Lewis, por el Fondo de Cultura Económica, obra que enfrenta una realidad descarnada de la más baja sociedad urbana capitalina, Díaz Ordaz le encargó su dirección hasta el fin de su sexenio; el presidente no perdonaba que hablara mal de México un extranjero, que la obra se publicara en un medio nacional dirigido por otro extranjero, pagado todo con dinero de México.
Gran difusor de la cultura mexicana, se encargó de la impartición de conferencias en la capital de la república, en las corresponsalías de provincia del Seminario de Cultura de Mexicana -tal vez recordando aquellas misiones culturales vasconcelistas- así como en el extranjero; dada su prosa periodística y capacidad oratoria fue nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua en 1964.
En la cercanía académica, Ernesto de la Torre Villar le evoca así: ”…fue un fervoroso seguidor de Vasconcelos. Desde sus años juveniles hasta los días postreros, el hálito Vasconceliano penetró en él, le impregnó totalmente y a él se mantuvo fiel. Fue el conductor de su alma y de su conducta. Azuela a su vez es el Evangelista más exacto de Vasconcelos”.
La vigencia de la pluma de Salvador Azuela aflora al día de hoy de manera asombrosa en el panorama nacional: “Las lacras de la Revolución no se ocultan. Asesinato y peculado, impostura y falsificación, idealismo y picardía. Llegan a los puestos públicos gentes que los conquistan como botín de guerra. Se entroniza la improvisación”.
Entregó su última colaboración periodística, para internarse al Instituto de Cardiología en donde murió días después; con gran clarividencia escribió entonces su último artículo: “El arte de envejecer”, del que extraigo unas cuantas líneas:
“Desde la cima de los años la vida se contempla en sus elementos más contradictorios. El tiempo ha traído la experiencia de las limitaciones que se imponen a cada hombre en cada circunstancia. Poderoso contraste ante la juventud que entraña superabundancia de energías y por ello se cree capaz de conquistarlo todo.
El viejo asiste así a la llegada del atardecer. Advierte que el crepúsculo tiene la belleza de la aurora. Frente a las puestas del sol volvemos siempre al pasado, no sin un sedimento de melancolía, que queda siempre en el arte de envejecer”.
Líder patriarcal, testigo de carencias, hombre de probada verticalidad cuyos logros institucionales y académicos seguimos hasta hoy disfrutando, sea este un sencillo testimonio contaminado por el afecto que siempre recibí de su noble figura.