POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
La Revista La Voz de San Antonio, fundada en 1895 por la Provincia Bética Franciscana, publica un artículo que he escrito para el núm. 1899 (enero-febrero), páginas 16-19. Comparto una parte del texto: “Doy cumplimiento a la promesa hecha en el anterior número de La Voz de San Antonio.
Me refiero al paseo paduano que terminé en Villar del Rey, que ahora prosigo en dirección a la villa de Alburquerque. Desde la EX-324 viajo hacia el encuentro con la EX-110. Sorprenden en el recorrido algunos de sus lugares: Alcornoque el Abuelo, Sierra del Puerto del Centinela, Cueva del Soterraño y Convento de los Frailes Viejos. Éste último nombre me conduce hacia el pasado franciscano en la villa alburquerqueña. En aquel cenobio retirado del ajetreo mundano, los frailes del capucho, expandieron la radicalidad de su carisma: pobreza, humildad y obediencia. Plantando su aforismo tan actual y tan necesario para nuestros días ¡Paz y Bien!
Alburquerque se caracteriza sobre todo por su poderoso castillo (siglos XIII-XV). El bastión, erigido sobre una afilada crestería rocosa situada en plena Sierra de San Pedro, domina y avista amplitud de tierras extremeñas y portuguesas. Resguardando la población que se asienta sobre el otro lado del cerro.
El populoso fandango del folklore, al acceder a la nueva carretera, presenta su oferta que nos da ánimos para la subida: “Vamos a Alburquerque con mucha ilusión, a ver a la Virgen que es la de Carrión… Si vas a Alburquerque por Semana Santa, comerás los ricos bollos, de las pascuas”.
La primera fundación del convento franciscano de la Madre de Dios (año 1506) estaba en la llamada “Laguna del vinagre”, cerca de la raya de Azagala, siendo un pequeño eremitorio realizado con gran pobreza de materiales. Posteriormente se trasladó a un emplazamiento más cercano a Alburquerque. El lugar es conocido por el de los “Frailes Viejos” del que me atrajo su lugar al introducir este paseo paduano. También se denomina como “Piedra horadada”, junto a la fuente de Matiscalvo. En una finca próxima se conserva un lugar, donde según la tradición se retiraba a orar San Pedro de Alcántara. En este convento se celebró Capítulo, octubre de 1538, donde fue elegido San Pedro de Alcántara, ministro provincial de San Gabriel. El santo franciscano alcantarino volvió a ser elegido en este convento definidor de la Provincia en 1544.
En 1634 se concluyó en las afuera de la villa alburquerqueña el nuevo convento, en el paraje conocido como “Llano de San Andrés”, a pesar de la resistencia que los frailes ofrecieron al considerar que el lugar que dejaban era más adecuado para el retiro de sus caridades, acorde con la reforma de los descalzos. Pero los deseos del vecindario deseaban tener más cerca el convento, limando con ello las dificultades que tenían para asistir a las celebraciones y principalmente, a recibir el sacramento de la penitencia, de ahí la fundación del nuevo cenobio.
El convento consta de un claustro con tres arcos por cada lado, apoyados en columnas pareadas, y una composición de cuatro en los ángulos, todas de orden toscano. El claustro superior tiene arcos rebajados, sobre pilastras de ladrillo. A la iglesia se accede a través de un atrio situado al sur, cuya portada de arco de medio punto está realizada en cantería, rematada en una hornacina con la imagen en piedra de San Francisco. En los años cincuenta del siglo pasado se le añadió la espadaña y el cuerpo de campanas.
La iglesia de una sola nave dividida en tres tramos, cubierta por bóveda de cañón, crucero con cúpula semiesférica sobre pechinas, rematada con linterna; tiene coro alto a los pies. Existen varias capillas, una dedicada a San Antonio y otra a San Pedro de Alcántara, que confirman la presencia franciscana. El retablo mayor, barroco del siglo XVIII, presidido por la Inmaculada Concepción, patrona de la Orden Franciscana.
En el siglo XVIII la comunidad impartía clases de gramática, filosofía y moral para seglares. Transcribo la respuesta a la pregunta trigésimo novena del Catastro de Ensenada, año 1753, “hay un convento de religiosos franciscanos descalzos que se compone su comunidad de diecisiete sacerdotes, cuatro coristas, cuatro legos y dos donados. Y otro de religiosas Isabelas (convento de Ntra. Señora de la Anunciación) que su número actual es de veintidós”. Las llamadas Isabelas eran religiosas franciscanas de Santa Isabel. Alburquerque contaba a mediados del siglo XVIII con cincuenta y tres clérigos que atendían las dos parroquias, ermitas, capellanías y cofradías. Cifra el historiador Sarmiento Pérez, para el tercer tercio del XVIII, en setenta y ocho las capellanías en las parroquias de Santa María y San Mateo, junto con trece ermitas.
Tras la Desamortización y Exclaustración, la iglesia del convento pasó al Obispado de Badajoz. Ante el estado de la imagen de San Antonio, no hace muchos años ha sido trasladada al templo parroquial de San Mateo (siglos XVI-XVII), de notables dimensiones, siendo venerada por la feligresía y devotos en la capilla de Jesús Nazareno. Allí está la hermosa talla barroca del santo franciscano que mostró desde la sencillez su grandeza. Testimoniando un extenso pasado evangélico que los hijos de San Francisco de Asís tuvieron en Alburquerque».
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