La Revista La Voz de San Antonio, fundada en 1895 por la Provincia Bética Franciscana, publica un artículo que he escrito para en el núm. 1.887 (enero-febrero 2022). En él hago un recorrido histórico sobre la villa arroyana, su entorno y el templo parroquial, bajo la advocación de la Santa Cruz. Deteniéndome en la descripción de su retablo mayor (hacia 1550), y la pequeña talla de madera policromada de la Virgen de Perales que lo acoge en la calle central, debajo de la Santa Cruz, y sobre el sagrario. Se estima la hechura de esta imagen sedente, con rasgos de dulzura, en las primeras décadas del siglo XIV. Sostiene en la mano el fruto del árbol que le da título y en su pierna izquierda al Niño. Se enriquece el conjunto con estofado y policromía a punta de pincel del siglo XVI. La imagen de la Virgen de Perales pudo verse en la exposición Gratia Plena en la S.I. Catedral de Badajoz en 2005, con motivo del 150 aniversario de la declaración dogmática de la Inmaculada Concepción.
ERMITA, CEMENTERIO, RETABLO E IMAGEN DE SAN ANTONIO DE PADUA
Es el franciscano Juan Bautista Moles (1542-1605) en su Memorial de la Provincia de San Gabriel el que nos lleva hasta Arroyo: “Tomaron assi mesmo un Eremitario en el Arroyo de Mérida, llamado de la Madre de Dios; y con las dichas casas, y otros eremitarios que tomaron, fundaron su Custodia, la qual llamaron del Santo Evangelio”. La ermita, en el siglo XVIII, fue remodelada, decorándose su interior con pinturas murales de vivos colores, atribuidas a los Mures, pintores de Badajoz. Fue conocida por Nuestra Señora de la Sierra y luego por la de Encarnación. Se cerró al culto en 1927, y está incluida en la Lista Roja de Patrimonio en Peligro de la Asociación Hispania Nostra, encontrándose en ruinas.
Plantado el Paz y Bien franciscano en la villa arroyana, éste dio frutos una centuria posterior (siglo XVII) con la ermita de San Antonio de Padua. Pascual Madoz, a mediados del XIX, la sitúa: “La de San Antonio, donde está el cementerio que es espacioso y sólido”. Navarro del Castillo la localiza en las afueras de la población, junto al cementerio. Narrando que la imagen del santo paduano, muy estimable artísticamente, se conservaba hasta la guerra del treinta y seis, siendo ésta destrozada por milicianos exaltados del Frente Popular. La profesora Ruiz Mateos, según testimonios orales recogidos por ella, escribe que la ermita del santo paduano estaba en la calle García Lorca. Preciso aquí añadir el testimonio del actual párroco, Manuel Malagón Martínez, que la ermita y el antiguo cementerio estuvieron en el espacioso lugar que hoy ocupa la Casa Consistorial.
El Campo Santo de la población se trasladó a otro lugar, pues el primero quedó dentro de la población, buscando otro lugar fuera del casco urbano, inaugurado en 1922 bajo el nombre Cementerio San Antonio. En la puerta de acceso al muy buen cuidado lugar, un retablo cerámico efigia a San Antonio de Padua que sostiene en su brazo izquierdo al Niño, sentado sobre el libro de los Evangelios. Portando en su mano derecha una rama de lilium candidum.
Regreso a la parroquial de la Santa Cruz para admirar el clasicismo del retablo que tal vez saliera de la valiente mano del maestro portugués Francisco Morato, labrado en la segunda década de la centuria del setecientos. Obra que estuvo en la ermita de San Antonio y ahora en el templo parroquial al lado de la Epístola, presidido por la Virgen del Rosario, San Antonio de Padua y Cristo Resucitado. En el ático Cristo en la cruz. A pincel se efigian los Santos Serván y Germán, Santa Catalina y Santa Lucía.
Aún queda en la visita a la parroquial de la Santa Cruz, más testimonios del carisma franciscano. Pues el presbiterio del templo acoge unas pinturas murales que estaban ocultas, habiendo sido recuperadas y puestas en valor, al ser descubiertas en los primeros años de nuestro siglo. Se trata de dos grandes paños de pintura al temple con resabios góticos en las formas pero renacentistas en su planteamiento, perspectiva y color, hacia la primera mitad de la centuria del dieciséis.
Las pinturas en el mural situado en el Evangelio representan La Anunciación en la parte superior, en la parte inferior los Santos Mártires, San Sebastián y San Fabián, y San Hilario de Poitiers. En el mural de la Epístola, el autor o autores escenificaron a mediados del siglo XVI a Santo Domingo de Guzmán, San Francisco de Asís y San Antonio de Padua. Abajo del mural están San Juan Evangelista, San Miguel Arcángel y el apóstol San Andrés. Los tres santos, Domingo, Francisco y Antonio, junto con San Juan Bautista y San Juan Evangelista, aparecen en el banco bajo del retablo de la capilla de la Encarnación de la catedral de Sevilla, cuya obra se atribuye al escultor Francisco de Ocampo (1579-1639). San Antonio de Padua, en Arroyo de San Serván, brilló como refulgente estrella, que del santo paduano dijera el religioso jesuita Vicente Agustí y Palop.
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