POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (CÁCERES)
La Revista La Voz de San Antonio, fundada en 1895 por la Provincia Bética Franciscana, publica un artículo que he escrito en el núm. 1.890 (julio-agosto 2022). Escribe el franciscano Juan Mateos Reyes Ortiz de Tovar, en su manuscrito “Partidos triunfantes de la Beturia Túrdula”, que la tierra de La Garrovilla es fértil en pan, ganados, caza, pesca, miel, cera, frutas, legumbres y hortalizas. Que traducido al momento actual de lo escrito por el franciscano en 1779, dice: “próxima al Guadiana, hacia poniente de Esparragalejo, es otra de las poblaciones agrícolas de notables proporciones situada en el ámbito de las Vegas Bajas del Guadiana”.
Es ahora el historiador emeritense Bernabé Moreno de Vargas, el que dicta su crónica en 1633: “Del origen de su nombre no se sabe la causa, si bien hay muchos otros lugares que se llamaban así. Podíase entender que Garrovilla sea lo mismo que pueblo de contienda y pelea, porque la hubo en aquel sitio antes de su fundación o al tiempo de ella. Su asiento es maravilloso; sus tierras, montes y hierbas muy fértiles; tendrá hoy ciento vente vecinos; fue aldea de Mérida y eximióse el siglo XVI.
La Garrovilla es una población de origen santiaguista, que aparece en la geografía emeritense cuando la Orden de Santiago se hace cargo de la jurisdicción de Mérida y su comarca. Hacia el año 1233, la comarca quedaba despoblada, dado que los cristianos mozárabes se marchaban hacia el norte con las tropas cristianas y los árabes se dirigían hacia el sur en retirada con sus tropas. Para volver a repoblar la comarca, el Arzobispo D. Bernardo II y el Maestre de Santiago D. Pedro González Mengo firman en el año 1255 un fuero que sentaría las bases para el reparto, pastoreo, cultivo y aprovechamiento de montes y tierras, dando facilidades a los nuevos habitantes de las aldeas de la comarca.
También el Maestre D. Gonzalo Ruiz Girón expide en el año 1275, una carta privilegio por la que entrega de por vida las aldeas a los caballeros y Comendadores de la Orden de Santiago que las fundasen, dando así el impulso necesario para la repoblación de las áreas deshabitadas y para la fundación de nuevos emplazamientos habitados.
ENSENADA Y MADOZ
El Catastro de Ensenada hecho el 6/VI/1753 ante el Conde de la Roca y del Sacro Imperio, don Vicente María Vera de Aragón y Enríquez de Navarra, Caballero de la Orden de Santiago y Superintendente General de Rentas Reales de la ciudad de Mérida, escribe en la introducción de las Respuestas Generales: “En la villa de la Algarrobilla… que dicha villa es del territorio de la Orden de Santiago y pertenece al Rey Nuestro Señor como administrador perpetuo de dicha Orden… En el término de esta villa se coge trigo, cebada, avena, centeno, garbanzos, habas y bellota, pues aunque se dice haber dos viñas, éstas aún no fructifican por estar recién plantadas… Sólo hay un molino harinero llamado La Hazeña que es propio de don Fernando de Vera y Obando y doña Vicenta Falcón, vecinos de Mérida, el cual está situado en el río Guadiana.
La villa contaba con cuarenta y cuatro casas habitables. Los vecinos se veían atendido espiritualmente por dos sacerdotes. El párroco era Alonso Corral del Puerto. Francisco Carrasco Ledo, el alcalde, y los regidores Juan Gragera Molano y Francisco Luna.
Si a mediados de la centuria del dieciocho no había establecimiento hospitalario en La Garrovilla; a finales del siglo XV los visitadores santiaguistas afirman que existe un Hospital de Pobres: “Tiene en dicho lugar un hospital, el qual provee el Conçejo e una cofradía de çiertos cofrades de los Mártires. Los quales cofrades fisieron el dicho hospital e lo reparan.”.
La Garrovilla sufrió la invasión francesa, dos partidas sacramentales así lo confirman: “En la iglesia parroquial de esta villa de La Garrovilla, a catorce días del mes de marzo de mil ochocientos diez, bautizé y puse los santos óleos a Francisco que nació en siete de dicho mes y año, que fue conducido de la inmediata villa de Torremayor por ausencia de cura y eclesiástico y hallarse la parroquia ocupada con las tropas francesas acantonadas en este partido de Mérida. Hijo legítimo de Luis Lemoine, natural de La Basoche, en el Reino de Francia y de Antonia Rosa, natural de San Lázaro en el de Portugal”. Y “A veinte y cinco días del mes de marzo de mil ochocientos y doce años. Yo su Cura Ecónomo, puse los Santos Óleos y Crisma y bauticé solemnemente a María del Carmen, que nació en el mismo día y año. Hija natural de Joaquina María, natural del reino de Portugal que acompañaba al Regimiento del mismo Reino, número diez de Infantería que existía de guarnición en esta villa”.
A mediados del siglo XIX es el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz (1806-1870), nos acerca a la realidad social de La Garrovilla. Se dice que tenía 92 casas de construcción ordinaria, de un solo piso la mayor parte; y algunas que tienen el segundo sirven únicamente para graneros. Vivían 110 vecinos, 390 almas. Se padecían fiebres intermitentes estacionales.
El casco urbano estaba formado por dos calles, bastante anchas y ventiladas, dos callejuelas y una plaza pequeña, todas llanas y sin empedrar. Hay una Casa Consistorial, cárcel, pósito, escuela de primeras letras a la que asisten treinta niños de ambos sexos. En las inmediaciones el cementerio y al oeste una ermita arruinada con el título del Santísimo Cristo, y dos pozos comunes de aguas gruesas. Iglesia Parroquial dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. Sentencia Pascual Madoz que la villa fue poblada por moros.
La Garrovilla está próxima al embalse de Los Canchales, inaugurado en 1991, que recoge sus aguas del río Lácara convirtiendo este espacio rodeado por dehesas y grandes extensiones de cultivos de regadío en una ZEPA en la que habitan numerosas especies de animales. Tiene una capacidad de 26 hm3 y una superficie de 970 hectáreas. Los Canchales poseen una rica avifauna. Cerca de La Garrovilla se sitúa el Embalse de la Presa de Montijo, construida dentro del proyecto del Plan Badajoz para la puesta en regadío de las tierras de las Vegas Bajas, a través de los Canales de Montijo y Lobón.
IGLESIA NTRA. SEÑORA DE LA ASUNCIÓN
Los visitadores santiaguistas mencionan a finales del siglo XV el templo parroquial. Su fábrica es de una sola nave, con bóveda de cañón sostenida por arcos de medio punto. A la derecha del acceso se sitúa la capilla bautismal con bóveda gótica. Su puerta, labrada en piedra, sigue las características de la ornamentada puerta de la torre, decoración de candelieri (término italiano que describe un tipo de ornamentación surgida en Italia con el Renacimiento) y capiteles vegetales. La pila bautismal está realizada con materiales de diferentes elementos arquitectónicos.
A lo largo de la nave y en ambos lados se localizan, entre otras, las imágenes del Cristo de la Fe, Ntra. Señora de los Dolores (finales del XVIII), y un Cristo Yacente que antes se veneraba con la advocación del Rosario, imagen que se utilizaba en la ceremonia del Descendimiento de la Cruz. Otra de las imágenes es el Cristo de la Piedad, un crucificado de buena factura, procedente de una ermita arruinada tras el conflicto bélico de la Guerra de la Independencia. Es de destacar el sagrario-alacena situado al lado del Evangelio, su frontal hecho de mármol acoge una hermosa traza del gótico flamígero, y el púlpito de piedra y forja.
Del templo destaca, especialmente, la portada principal que sostiene la torre parroquial. De estilo plateresco, labrada en el siglo XVI, con iconografía alusiva a la Virgen María. En las enjutas lucen dos cruces de la Orden de Santiago, promotora del templo. Acierto y belleza que dejó el maestro cantero, adscrito probablemente a los maestros emeritenses de la época.
RETABLO MAYOR, NUESTRA SEÑORA DE LA CARIDAD
El presbiterio acoge el retablo, presidido por Ntra. Señora de la Caridad, patrona de la villa. El retablo remodelado, acoge algunas tallas de retablos anteriores. Es el caso de un Calvario, las imágenes de San Pedro y San Pablo, junto con los padres de la Virgen María; San Joaquín y Santa Ana. Restauradas por la fontanesa Fátima Merchán García, Licenciada en Bellas Artes, profesora y restauradora.
La obra de pintura que se efigia en dos cuadros grandes: el Nacimiento de Jesucristo y la Asunción de la Virgen. Junto con otras representaciones de la vida de la Virgen María. Pintura que es obra del artista Julián Campos Carrero (Torrenueva, Ciudad Real, 1928-Badajoz, 2016). Residió en Badajoz desde 1967, desarrollando en ella su carrera artística y docente, como catedrático de Dibujo en el Instituto Zurbarán. Fue Consejero de Número del Instituto de Estudios Manchegos, catedrático de Bellas Artes, con la distinción de “Pintor de la Virgen” “Virginis Mariae Pictor” por el Papa Juan Pablo II, en 1991.
Sus obras pueden verse en numerosas colecciones repartidas por España y otros países como Caracas (Venezuela), Greenville (EE.UU), Japón, La Haya (Holanda), Montreal (Canadá), Setúbal y Elvas (Portugal), etc. Julián Campos aborda temas religiosos, retratos, paisajes, de las gentes sencillas, con sus labores cotidianas y sus costumbres, siendo un verdadero “testigo”, un “narrador” del Patrimonio Etnográfico de estas. Pero, es su creación de temática religiosa la que ha tenido un peso fundamental en su trabajo. Su obra habla de sí mismo en la espiritualidad que refleja, y consigue transmitir devoción y veneración a cada persona que las contemple, dignificando la humanidad y honrando la creación, siendo éste el fin para el cual están concebidas sus obras de tema religioso.
SAN ANTONIO DE PADUA
Al acceder al templo, a la izquierda, junto a la escalera que sube al coro, sobre la pared está la imagen del santo paduano. Desde estas páginas y por lo que afecta a la comarca de las Vagas Bajas y Tierra de Mérida, San Antonio de Padua se venera en: Montijo, Puebla de la Calzada, Lobón, Talavera la Real, La Roca de la Sierra, La Nava de Santiago, Puebla de Obando, Lácara y Arroyo de San Serván.
La proximidad de Mérida para lo civil, también se hace latente en lo religioso. Y es en el hecho religioso donde destacan los franciscanos con dos conventos en la bimilenaria ciudad: San Francisco de los observantes y el convento de la Antigua de los franciscanos descalzos. Junto con los franciscanos descalzos alcantarinos del convento de San Isidro de Loriana. Ellos se acercaban a predicar en los tiempos litúrgicos fuertes, especialmente en Adviento, Cuaresma y Semana Santa. Ellos plantaron y dejaron el carisma franciscano que inició el poverello de Asís.
La imagen de San Antonio en La Garrovilla lleva en su brazo derecho las Sagradas Escrituras y los lirios, símbolo de la pureza y abogado y defensor de esta virtud. En su brazo izquierdo sostiene al Niño Jesús, en actitud éste de acariciarle la cara. “Ya con el niño Dios, José segundo, parecéis en los brazos, y él se ofrece en figura de amor. ¡Qué amor profundo! Tanto se humilla, y tanto os engrandece, que, porque parezcáis tan grande al mundo, Dios tan pequeño junto a vos parece”.
FUENTE:
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