POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
La Revista La Voz de San Antonio, fundada en 1895 por la Provincia Bética Franciscana, publica un artículo que: “El paseo paduano se acerca, en este número, a la villa de Ribera del Fresno, he escrito para el núm. 1900 (marzo-abril), páginas 64-67. Comparto una parte del texto situada en la zona “Sierra Grande”. Desde la Vía de la Plata, Autovía A-66, salida Villafranca de los Barros (norte), por la carretera EX-342, entre un océano de viñas, olivos y cereales, llego a la nombrada por el arroyo que pasa por ella y por el fresno, árbol que algunos denominan “de la buena suerte”. Más allá de Ribera se llega a Puebla del Prior y Hornachos. El blanco encalado que habita en sus casas acoge a más de tres mil almas. Se asegura que en el cerro de Hornachuelos estuvo un poblado prerromano, con materiales encontrados relacionados con la cerámica gris, de barniz rojo, pintada, lisa y oxidada y romana, que describen los profesores Gil-Mascarrell y Rodríguez Díaz.
Habla de su antigüedad el franciscano Juan Mateo Reyes Ortiz de Tovar, nacido en Hornachos, en su obra escrita alumbra con la definición del ser de Ribera: “Las armas de esta villa son una ribera con un fresno y unos ánades en agua, con el timbre de Ribera del Fresno”.
MELÉNDEZ VALDÉS, SAN JUAN MACIAS Y FRAY DIEGO MARTÍNEZ
En Ribera del Fresno vio la luz Juan Meléndez Valdés, San Juan Macías y el misionero Diego Martínez, llamado el Pregonero de Dios. San Juan Macías obró dos milagros, el primero de ellos cuando vivía en Ribera, quedando como testimonio el “Pocito de San Juan Macías”. Los ribereños celebran, en ese lugar, el 28 de septiembre la festividad del santo dominico. El segundo conocido por el “Milagro del arroz”, que sucedió el 23 de enero de 1949 en el Hogar de Nazaret de Olivenza, que dirigía el comedor de pobres, paliando las necesidades de un tiempo de apreturas y necesidades que trajo la posguerra. Aquel día la despensa sólo tenía unos puñados de arroz, cuando la cocinera, Leandra Rebollo, natural de Ribera del Fresno, se encomendó a su paisano San Juan Macías, pasando la cazuela a ser una fuente inagotable de arroz.
EL INSTITUTO SECULAR HOGAR DE NAZARET
Fue fundado, el 25 de diciembre de 1935, en Ribera del Fresno, por el párroco don Luis Zambrano Blanco (Fuente del Maestre, 1909-Badajoz, 1983), declarado Venerable por la Santa Sede en octubre de 2016. Fue instituido desde una orientación hacia lo parroquial y social. La primera gran obra del Instituto Secular Hogar de Nazaret fue la casa de “La Providencia”, nacida en Ribera del Fresno, con sede en la casa familiar de los Gragera, que acogió a personas con discapacidad y que continúa trabajando, modernizada pero con la misma entrega. Aquella Navidad de 1935 hizo ofrenda perpetúa del sí a Dios, María Gragera Vargas-Zúñiga (Ribera del Fresno, 1910-Badajoz, 2008), primera Directora General de la Institución.
ERMITA E IMAGEN DE SAN ANTONIO
Las calles del Hospital, Cura, del Hoyo y Larga, han sido testigos, fedatarios del tiempo, de lo que pasó, de los acontecimientos. Cercenada por el terremoto de Lisboa, el día de Todos los Santos de 1755. Sus dos torres blancas, son el espejo de los días que vive el bullicio de la vida. Hablo del templo parroquial de Ntra. Señora de Gracia. Pero antes de adentrarme en ella y fijar la mirada en su retablo, acudo a las ermitas que tuvo Ribera del Fresno. Es el profesor Leocadio Moya Murillo el que me lleva a identificarlas: los Santos Mártires, San Pedro, Santa Cecilia, Hospital de Santa María, Santa María del Arroyo y San Antonio ¡San Antonio en Ribera! Aparco momentáneamente la admiración de la ermita del santo que mostró desde la sencillez su grandeza.
Admiro el retablo mayor del templo parroquial de Ntra. Señora de Gracias, labrado por el entallador Alonso Rodríguez Lucas, discípulo de Blas de Escobar, autor del retablo mayor de la colegiata Ntra. Señora de la Candelaria de Zafra y retablo del Sagrario de la Catedral de Badajoz, entre otras muchas obras realizadas por este hispalense que fijó residencia en Zafra. Rodríguez Lucas dejó también su impronta en la catedral badajocense en los retablos de San Julián, San Blas, La Antigua, Sopetrán y Madonna de Settignano. Ciñéndome al retablo ribereño, según descripción del doctor en Historia del Arte, Román Hernández Nieves, es de tipo plano, de casillero, de talla y pincel; con cierta acentuación mariana y elementos claramente barrocos, realizado entre 1694-1695. Detallando que faltan las imágenes originales de las hornacinas laterales del primer cuerpo. En la de la derecha está San Antonio con el Niño.
A través de la profesora Aurora Ruiz Mateos regreso a la ermita de San Antonio y de lo que escriben los visitadores santiaguista en 1494: “la ermita de San Antonio está puesta en tapias para se faser de las limosnas de la buena gente”. Afirmando Ruiz Mateos: “sólo se mantiene su advocación en la calle del mismo nombre que desemboca en el ejido ansarero”. Conviene el ribereño Juan Francisco Llano Báez, al que agradezco su ayuda y amabilidad, que la ermita del santo paduano debió ser castigada por el terremoto lisboeta, decidiéndose derrocarla para edificar una nueva que acogiese al patrón, el Santísimo Cristo de la Misericordia, al que atribuyen su autoría a escultores de maestría y prestigio del barroco hispalense.
La imagen de San Antonio continuó venerándose en la nueva casa, hasta que se decide su traslado al retablo mayor de la parroquia de Ntra. Señora de Gracia. Llano Báez confirma la devoción que los ribereños profesan a San Antonio. Fervor que no se apaga, pues implorar su favor es lograr de Cristo su amor. La iglesia del desaparecido convento franciscano de San Ildefonso de Hornachos, fundado en 1530, que tanto bien hicieron a los moriscos de aquella villa, conserva en uno de sus retablos a San Antonio de Padua, igualmente en el cercano templo mudéjar de Puebla de la Reina, entre las imágenes de San Pablo y Santa Catalina de Alejandría.
Sería el cenobio de Hornachos el que transmitió la devoción al santo paduano, junto con las religiosas franciscanas del convento Jesús y María, que abrieron casa en Ribera en 1535, gracias al matrimonio Juan Núñez Ortiz y María Serrana, que tras los avatares mundanos, sirvió de sede del Consistorio Municipal.