FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES Y RESPONSABLE DEL ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL, ACHACA AL AZAR LA ELECCIÓN DE SAN FERNANDO; LA FECHA NO SE ELIGIÓ POR TRADICIÓN RELIGIOSA SINO DE ACUERDO A LAS NECESIDADES DE LOS GANADEROS
Los cacereños festejan estos días a San Fernando, que presta su nombre a la Feria de Mayo. Pero ¿quién era este santo y qué relación tiene con la ciudad? Se trata de Fernando III El Santo, rey de Castilla en el siglo XIII e hijo de Alfonso IX, el artífice de la reconquista en Cáceres. Su vinculación con la Feria es puramente casual. La elección de la fecha poco tuvo que ver con honrar a San Fernando, cuyo arraigo popular es más bien escaso, al igual que su tradición religiosa en la capital. Los días de fiesta se eligieron a conveniencia de los ganaderos, que fueron quienes solicitaron al Ayuntamiento cacereño de finales del siglo XIX una feria para vender sus cabezas y, de paso, potenciar la actividad comercial en la ciudad.
Cuenta Pilar Bacas en su libro ‘Joaquín Castel. La burguesía emprendedora en Extremadura’ que el Consistorio aprobó en septiembre de 1895 la celebración de ferias durante los días 28,29 y 30 de mayo de cada año, desde 1896 hasta 1901. El tiempo ha demostrado que se han ido dilatando en el tiempo. El calendario adjudica el 30 de mayo a San Fernando y de ahí que la feria adoptara también este nombre, al ser el santo más destacado de esos días. El 28 de mayo es el día de la Ascensión y el 29, San Félix. «San Fernando es más conocido», ilustra el investigador Serafín Martín Nieto.
Fernando Jiménez Berrocal, cronista oficial de Cáceres y responsable del Archivo Histórico Municipal, también achaca al azar la elección de San Fernando, que, por cierto, es festivo local.
«Hubo una serie de reuniones entre los grandes propietarios ganaderos, que entonces en Cáceres había muchos, y el Ayuntamiento. Al final, se llega a un acuerdo para adquirir los terrenos de El Rodeo y celebrar la Feria Ganadera. Antes no existía un espacio específico», apunta Jiménez Berrocal. «También se acordó que esa feria ganadera se celebrara en la última semana de mayo. Este tipo de ferias están en consonancia con los ciclos de las cosechas y con los ciclos de procreación de los animales. La primavera es una fecha óptima para el movimiento de ganado. La Feria tomó el nombre de San Fernando al coincidir con el día de este santo, pero no porque existiese una gran advocación ni fuera el patrón de los ganaderos. Fue pura coincidencia», concluye rotundo el cronista.
La Feria de San Fernando se convirtió en un auténtico fenómeno social. «Se pavimentaron algunas calles para celebrar el acontecimiento y se arreglaron las fachadas de muchas casas», recoge Pilar Bacas en su publicación. Al año siguiente, en 1897, se estrenó el nuevo sistema de alumbrado de la ciudad.
La fiesta tenía dos epicentros. Por un lado, El Rodeo acogía la feria de ganado. Y en la Plaza Mayor, mientras tanto, se instalaron puestos de dulces y baratijas. Desde el centro, la Feria se trasladó al polígono de Los Fratres una vez que desapareció de esta ubicación la estación de ferrocarril. Y desde finales de los ochenta se celebra en el recinto ferial, antiguo campo de aviación.
«Con el paso de los años, el origen ganadero de la Feria se ha ido perdiendo y ha ido cobrando protagonismo toda la otra parte comercial que se desarrollaba en torno a esta cita: los puestos de turrón, el espectáculo, el circo, los caballitos…», enumera Jiménez Berrocal.
La Feria de hace 100 años
En el Palacio de la Isla se puede contemplar estos días un antiguo programa de Feria rescatado del Archivo Municipal. ¿Cómo era el San Fernando de 1917? El visitante se puede hacer una idea de los gustos y costumbres de la época echando un vistazo a sus páginas. En aquel momento, la ciudad contaba con 20.000 habitantes. Ajena a la I Guerra Mundial, Cáceres se entregaba a sus cucañas, a su mercado y a sus espectáculos taurinos. El cartel de aquel año estaba protagonizado por Pacorro, Angelete y Nacional.
También, como ahora, había fuegos artificiales, pero eran en la Plaza Mayor. Cinematógrafos, circos, teatros, bailes en los centros de recreo y conciertos en el Ayuntamiento copaban la oferta nocturna. En aquel lejano 1917 sólo figura una caseta en el programa de fiestas: la del Círculo de la Concordia.
Fuente: http://www.hoy.es/ – María José Torrejón