POR MANUEL LÓPEZ FERNÁNDEZ, CRONISTA OFICIAL DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN)
El pasado perdido
Ha pasado el día de San Marcos, recordamos su celebración en la niñez, evocamos aquel día semifestivo. La procesión del Santo, con numerosas roscas de pan colgadas de su brazo. Roscas llamadas caridad, y que se repartía entre los vecinos, en pequeños trozos, para antes de comerlo rezar un Padrenuestro. Los grupos de zagales que ante la puerta de todos los comercios cantaban: Santo San Marcos/y veremos dominé/ si no nos echan na/ a perrilla la pedrá/. Los comerciantes habían preparado una bolsa con monedas del mínimo valor, perrillas o perras gordas, bolsas de caramelos para arrojarlos entre los niños, que se tiraban en busca de encontrar alguno de estos tesoros.
Por la tarde las familias y grupos de novios salían de la localidad en la búsqueda de los trigales, aún verdes, para hacer un nudo, uniendo varios brotes. Se decía que era para espantar al diablo. Se aprovechaba para merendar en el campo. Los trigales han desaparecido de nuestro paisaje, pero se ha seguido haciendo en los matorrales cercanos a los caminos. En este año de la pandemia, solamente algunos agricultores que estén realizando las tareas en los olivares, podrán evocar esta vieja tradición.
Blanquillas con habas verdes
Si San Marcos solamente está en el recuerdo, el ayer, hoy y mañana, es un guiño eterno a nuestros hornos y hortelanos con huertas a las orillas del río Guadalquivir o Guadalimar.
La blanquilla es el producto que desaparece antes en esta época en los hornos de Hijos de Rosillo, María Rosa, Cipri o Sociedad Artesana. Todos ellos de familias de varias generaciones, arraigadas en la panadería. Solamente encargándola tienes asegurada su deleite.
Parece que es un producto alimenticio, autóctono de la localidad, ya que no lo hemos visto en otras.
Es la misma masa del pan con abundante aceite de oliva, que se va añadiendo hasta que se vea la masa dorada.
Se trabaja la masa, la aplastamos con un rulo hasta tener un grosor de medio centímetro y se deja fermentar una media hora.
Se introduce en el horno, sin vapor, unos quince o veinte minutos, y al sacarlas se les quita la concha de encima- algunos solicitan esta concha para comerla, ya que les parece exquisita, una vez aliñada- se raya la especie de torta obtenida, para que se introduzca mejor el aceite y sal gorda.
Se vuelven a introducir en el horno unos veinte minuto, hasta verlas bien tostadas.
Se come bien sola, como tapa en determinados bares, o acompañando unas habas frescas del terreno, jamón y tomate, salchichón… y constituyen uno de los manjares salidos de nuestros hornos.
La Fiesta de los Pitos
Una tradición de nuestros años infantiles, que consistía en la víspera del día de la Cruz, en la calle en donde está su ermita, era la incesante algarabía cuando sonaban doscientos o trescientos pitos a la vez. No he encontrado ninguna documentación escrita sobre el origen.
Lo viví en la infancia, los pitos de hojalata que realizaba, Fernando López, en la hojalatería de la calle Canalejas, y que su hijo Juan nos regalaba a algunos vecinos y amigos. También se vendían en un pequeño kiosko de la cofradía. La noche del dos era un estruendo la calle Vera-Cruz, mientras piadosas mujeres rezaban, en el interior de la iglesia “Los cien cienes de la Vera-Cruz”, una sencilla y antigua oración, reiterada con un Padrenuestro, cada vez. Posteriormente recuerdo que el maestro D. José Ramón Muñoz, que estuvo como Presidente de la Cofradía, adquirió pitos de barro, en Bailén y Andújar, que se regalaron a los alumnos de los colegios.
Cuando fue Presidente D. Gabriel Carcelén se han vuelto a escuchar los pitos de barro en la calle Vera-Cruz.
Matías Navarrete, que vivía frente a la ermita de la Vera-Cruz, nos recuerda:
“La noche anterior al día 3 había una verbena en la calle y sacaban la Cruz de Madera- firmada por Mariano Benlliure-, a unos ganchos que había enfrente de mi casa y los chiquillos, no sé por qué tradición, tocábamos unos Pitos
Los había de dos clases: de hojalata que hacia Fernando el Hojalatero que vivía más arriba de la Imprenta Rojas, eran baratos y los comprábamos los chiquillos con menos poder adquisitivo, se soplaba y se tapaban, los agujeros con un dedo el sonido era estridente
Otros eran de cristal y se vendían en un kiosco de madera que se instalaba enfrente de la puerta principal de la Iglesia, creo recordar a Mariano el del Arca de Noé, iban adornados con unas flores, eran más caros y sonaban con una melodía agradable. Como es natural nunca tuve uno de esos.”
Existe el proyecto de un industrial para hacer unos mil pitos de hojalata, para repartirlos en los comercios y que los retiren de allí los que quieran participar en una “pitada”, desde los balcones y ventanas de todos los vecinos, en recuerdo de esta tradición.
Este tema de tradición oral, “la fiesta de los pitos” está recogido en el Diario Ideal de 3 de mayo de 1996, en un artículo de Vicente Oya. En la publicación, “El Toro de Caña” de 1997.
La tradición de las cruces de mayo
En los años setenta se impulsa la celebración del Día de la Cruz, con la construcción de una cruz, en cada uno de los barrios y rincones de la localidad. Un jurado visita las cruces y se otorgaban con unos criterios elaborados, premios a las mejores. Es numeroso el número de cruces que cada año se realizan en los distintos barrios y calles de la localidad.
Originalidad y creatividad, junto a la unión de todos los vecinos han caminado a lo largo de estos años. Este año por los motivos que conocemos no se celebrará este concurso de cruces. La Concejalía y el Técnico de Cultura que se “reinventan” para cualquier acontecimiento. Esta vez el concurso es Cruces o adornos en Patios, Balcones, Mediante fotos a un correo establecido, se otorgarán los premios correspondientes. Una convocatoria especial es para Cruz Infantil.
Fiestas en honor del Patrón de la localidad, el Cristo de la Vera-Cruz, la imagen es obra del escultor D. Mariano Benlliure…
Información Oficina de Cultura y foto cartel