POR JESÚS MARÍA SANCHIDRÍAN GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE ÁVILA.
El Cronista oficial de Ávila ofreció ayer una charla en la que habló del esplendor artístico que guardaron esos edificios históricos a comienzos del siglo XX.
Jesús María Sanchidrián, cronista oficial de la ciudad de Ávila, ofreció este lunes, cerrando un final de abril en el que ha ofrecido una intensa actividad didáctica a los abulenses desde diferentes perspectivas, la conferencia titulada Ávila palaciega de coleccionistas, un acercamiento a la gran riqueza que atesoraron descendientes de varias familias de rancio abolengo abulense en sus palacios, un esplendor que brilló especialmente en el primer tercio del pasado siglo y que luego decayó, pero del que aún quedan muchos ejemplos para disfrutar.
El objetivo de la charla, que acogió el Palacio los Serrano de la Fundación Ávila y que organizó la Asociación de Vecinos Puerta del Alcázar Zona Centro de Ávila, fue fundamentalmente «poner en valor todas las obras de arte que coleccionaron esas familias en los distintos palacios de la ciudad de Ávila», piezas entre las que se cuentan tapices, muebles y pinturas que en algunos casos «acabaron en el Museo Provincial de Ávila y en otros incluso en el Museo del Prado, cuando no en manos de anticuarios».
«Los históricos palacios renacentistas que dieron renombre y relumbrón a la ciudad medieval fueron, en algún momento, con mayor o menor relevancia, ricos contenedores culturales de ilustres propietarios», resumió, y perfectos ejemplos de esos edificios son «el palacio del regidor Juan Henao, el palacio de Superunda del pintor Caprotti, el palacio de don Suero del Águila, que fue del duque de Valencia, y el palacio de Abrantes». Otras grandes familias nobiliarias españolas con propiedades en Ávila «que hicieron sus colecciones fuera de la ciudad, fueron Cerralbo, Parcent, Tamames, Alba, Montijo y Medinaceli».
grandes artistas. Además de por su calidad, ya que varias de esas obras de arte eran de algunos de los más grandes artistas de esos momentos o del pasado (Goya, Sorolla, Madrazo…), destacó Sanchidrián que «lo relevante de todo ese conjunto estaba en que eran elementos que se divulgaban o se promocionaban como parte del patrimonio histórico de la ciudad, en todas las guías y en todas las publicaciones que había en esa época de la primera mitad del siglo XX».
El origen de esa riqueza artística «muy variopinta» era bastante diferente, ya que había piezas que los propietarios de esos palacios tenían «por herencia de sus antepasados» y otras que encargaban a artistas del momento, contándose entre estas últimas encargos de retratos que se hicieron a Goya, a los Madrazo o a Sorolla.
Varios de esos palacios estaban en esa época «abandonados o cerrados durante la mayor parte del año, pero como la mayoría de ellos formaba parte de esa colonia veraniega que venía a pasar el verano a Ávila en esos meses abrían sus puertas y daban prestancia a la ciudad». La riqueza era «grande, y por eso se presumía de ella en las distintas guías que se publicaban en aquellos momentos», y por mucho que la mayoría de esos cuadros, tapices, libros y objetos pasasen luego al Museo de Ávila, al del Prado o a otras instituciones, queda la «riqueza de su memoria» en esos palacios que en su mayoría han pasado a manos de las administraciones públicas.
Una peculiaridad «bastante curiosa» que se convirtió en «un elemento muy singular de todos estos palacios» tuvo su razón de ser en el hecho de que a «todas esas familias les dio por coleccionar verracos, y todas ellas pusieron uno a la puerta de sus residencias: frente a los Verdugo, al de la Diputación, al palacio de los Dávila o al del marqués de Canales de Chozas», a modo de «símbolo de poderío y de nobleza familiar».