
POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA (ALICANTE)

En 2006 fue inaugurado el actual hospital de Torrevieja bajo la gestión de una unión de empresas privadas para luego pasar al sector público. En febrero de 2020 nacía la plataforma ciudadana ‘Sanidad Excelente’ partiendo de las noticias surgidas sobre la reversión del hospital al sistema sanitario público. Un mes después, la pandemia COVID-19. El Ayuntamiento de Torrevieja, puso en marcha el portal ‘Torrevieja Resiliente’, una ventana abierta para sobreponerse al desastre producido por el Covid para cuanto antes, recuperar la normalidad. Participando en la web con algunos artículos culturales dentro del apartado ‘Quédate en casa’, dando forma a una galería de recursos multimedia para aprovechar el tiempo que debíamos de pasar en casa a causa del confinamiento duradero hasta el mes de mayo.
Breve fue la alegría, en septiembre volvió a prenderse la epidemia, un rebrote daba un elevado número de nuevos casos, quizás a la movilidad, agrupamiento y desprendimiento en los días festivos de la Navidad. Y aquí empieza mi historia.
En enero de 2021, en número de enfermos de Covid había aumentado; yo fui una de sus víctimas. En la noche del 6 de enero comencé a tener fiebre alta, lo que comuniqué a la mañana siguiente -jueves- a mi médica de familia, Elena Novichkova, que me sugirió telefónicamente que tomara comprimidos de paracetamol durante todo el fin de semana. El lunes 11, por la mañana la volví a llamar, la fiebre continuaba y empezaba a tener episodios de fatiga, me comunicó que no había ambulancias disponibles por haber mucha demanda por el aumento en el número de casos producidos por infección del coronavirus; el Hospital de Torrevieja se vio obligado a doblar la capacidad de la planta Covid y suspendió las cirugías con ingreso. El centro asumió 55 hospitalizados y 12 en la UCI con coronavirus, suprimiendo las habitaciones individuales en la planta 0 para acoger más pacientes.
Ante mi empeoramiento decidí ir a la Clínica Quirón en donde, con efectividad y rapidez, me realizaron analítica y una placa radiográfica que dio como resultado una neumonía bilateral, síntoma casi inequívoco de tener una infección producida por el coronavirus. Me recomendaron -para evitarme gastos innecesarios- que me dirigiera a mi hospital de referencia: el Hospital Universitario de Torrevieja.
En urgencias del Hospital de Torrevieja, en una repleta sala hice espera pacientemente hasta que la “enfermera seleccionadora” me llamare y preguntara por la causa de mi asistencia. Intenté explicarle y le enseñé el informe y resultado que me habían entregado en la Clínica Quirón, despreciándolo y no echándole ni siquiera un vistazo a lo allí escrito. Me tomaron la presión arterial y la temperatura “instalándome” en la sala de espera general del vestíbulo. Mi disnea iba en aumento, teniendo que solicitar mi esposa que me conectaran -al menos- unas gafas de oxígeno.
Alrededor de la ocho de la tarde, me hicieron una radiografía de tórax y, poco después me visitó un médico del servicio de urgencias, al que también le mostré el informe de Clínica Quirón, increpándome que por qué no he ingresado allí, a lo que le contesté que mi hospital de referencia era el Hospital de Torrevieja y no la Clínica Quirón, indicándole que en una semana sin haberme realizado mi médica de atención privada ningún reconocimiento había ido bastante a peor, sin ningún resultado terapéutico con el tratamiento recibido con paracetamol; me indicó que habría que repetir todas las pruebas -que horas antes ya me habían realizado en la Clínica Quirón- no dignándose a leer el informe que portaba de dicha clínica.
A las 8 de la tarde no me habían realizado analítica en sangre, ni cogido una vía periférica, ni pautado ninguna medicación. Ni por supuesto me habían tomado muestra para PCR que diagnosticara la infección causada por el coronavirus. No me habían preguntado que enfermedades crónicas padecía (Diabetes tipo 1, colesterol, hipertensión y obesidad; ni tan siquiera me ha hecho un test de glucosa.
Las cosas no iban bien, el 13 de enero me ingresaron en la planta de Covid, en la habitación 035 – número que en el argot del juego es llamado ‘el Infierno’ donde estuve ingresado hasta el 11 de febrero recibiendo el alta médica de manos de Julio César Blázquez Encinar, jefe de Medicina Interna del Hospital, al que he de calificar de un excepcional médico que llegó a dar su número de teléfono particular familiares de los allí ingresados para ofrecerles información de los allí ingresados.
Persistió mi gravedad durante un mes con saturaciones de oxigeno que llegaron a bajar al 82%, el límite de la supervivencia, estando varias veces a punto de ser intubado e ingresado en la UCI. Perdí 18 kilos y masa muscular. No tenía fuerza ni para ponerme de pie. Con grandes esfuerzos he logrado ir recuperándome.
Capítulo aparte reciente es el tema de mi vacunación donde se contradicen las indicaciones sobre dosis y tipos de vacuna: mi doctora de primaria, Elena Novichkova, me indica la administración la ‘Pfizer’ o ‘Moderna’; el enfermero Miguel Martínez Cano me propone la ‘Astrazeneca’; la Conselleria de Sanitat que, dadas las patologías crónicas que padezco me indica una dosis de la ‘Pfizer’ o ‘Moderna’; tras mucho insistir me deriva la médica Novichkova al ‘vacunómetro’ instalado en el Centro de Ocio de la Tercera Edad, donde acudo el jueves 2 de julio, e insisten en que deben administrarme ‘Astrazeneca, tras insistir y explicar al medico que trabajaba en aquel lugar, Juan Castellano, mis patologías graves y de riesgo que padezco e intentar él forzar que me administraran ‘Astrazeneca’; tras hablar con María José Ruiz Egea, enfermera coordinadora en el “vacunómetro” y miembro del Comité de Empresa del Hospital de Torrevieja, conseguí que administraran la vacuna Pfizer, indicada por la médica Novichkova y estipulada por la Conselleria de Sanitat en algunos tipos de patologías.
Juzguen ustedes si no es indecoroso, deshonesto, desvergonzado, improcedente e inmoral en esta “Sanidad Indecente” que no le importan las veces que uno tiene que ir suplicando la necesaria vacuna, ni la normativa para administrar a cada persona, según su clínica patológica, una u otra marca de vacuna; y es que digo yo: “lo que no funciona se cambia”. Ahora miraremos el futuro con calma y, vistas las cosas como van quizás tendremos que cantar “Viene una ola”, canción popularizada por los hermanos Calatrava, que eso es lo que se nos avecina en este comienzo de verano.
Fuente: https://www.pressreader.com/
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