POR JOSÉ MARÍA FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Todo empezó en los inicios del siglo IX cuando un ermitaño, en las cercanías del actual Padrón (Galicia), informó al obispo Teodomiro acerca de unas músicas y unas luces celestiales que, en la noche, se oían y veían en la zona.
El obispo, ¡oh maravilla!, descubre que tales signos advertían acerca de la situación del sepulcro del Apóstol Santiago (Sanctus Jacobus , Sanct Yago) y de dos de sus discípulos.
La noticia de esta invención llega al rey asturiano don Alfonso II el Casto y de su mano y ayuda surgen las primeras peregrinaciones al «Campus stellae», lugar del hallazgo sepulcral.
Fallece don Alfonso el Casto sin descendencia directa (haciendo honor a su sobrenombre) y un grupo de nobles (comtes palatii) deciden designar rey de Asturias a un sobrino suyo, don Ramiro, hijo de Bermudo I el diácono. Pero héte aquí que un cuñado de don Alfonso II, Nepociano, apoyado por otros nobles, también quiso el trono y, claro, don Ramiro I no se anduvo en bromas: peleó, ganó y encomendó a su tío a los oftalmólogos de la corte (le sacó los ojos) y a los monjes (lo encerró en un monasterio de por vida).
Rey piadoso, que decían sus biógrafos.
Pues este don Ramiro I, que reinó entre los años 842 y 850 , tuvo sus batallitas contra «el moro» en tierras riojanas. Tras sufrir una pequeña derrota, se refugió en el castillo de Clavijo y allí, en sueños, se le apareció el Apóstol Santiago para ofrecerle su ayuda en la nueva batalla.
Don Ramiro atendió esa advertencia y siguiendo con sus tropas lo que aconseja la estrategia (reconocimiento del terreno, aproximación al enemigo, toma de contacto, zafarrancho de combate y explotación del éxito), le plantó cara al enemigo y con la ayuda de Santiago montado en un caballo blanco salió victorioso del trance.
Bueno, esa es la leyenda de la «fabulada» batalla de Clavijo y del apodo «Santiago matamoros».
¡Ah! Y de la pregunta que se le hace a un niño «despistado»: «¡Nenu!, ¿de que color era el caballo blanco de Santiago?».
En Galicia (y en muchas comarcas españolas) le hacen fiesta a Santiago.
Y los gallegos tienen para este santo una dulcería especial: LA TARTA DE SANTIAGO.
La haremos así:
En un cuenco grande se baten 9 claras a punto de nieve, agregando después 450 g de azúcar hasta mezclar muy bien y con suavidad. A continuación se añaden 9 yemas de huevo bien batidas y 500 g de almendra molida. Ya bien homogenizada la mezcla se lleva a un molde circular de unos 30 cm de diámetro, engrasado y, si se desea, forrado con una fina pasta de hojaldre.
Hornea a 150º C durante unos 5 minutos y después, durante unos 25 minutos, a 1230º C.
Se saca del horno, enfría y se desmolda. En el centro se coloca una lámina de papel con la cruz de Santiago y se espolvorea toda la superficie con azúcar con azúcar glas.
Se retira el papel.
NOTA.- Hay quienes gustan de aromatizar la masa con un toque de brandy o con ralladura de limón.