POR LUIS MIGUEL MONTES ARBOLEYA, CRONISTA OFICIAL DE BIMENES (PRINCIPADO DE ASTURIAS)
Asturias, durante la Guerra de la Independencia, fue invadida por las tropas napoleónicas en varias ocasiones. Dejando aparte alguna correría del año 1808, la primera invasión ocurrió en enero de 1809, aunque por poco tiempo. La verdadera ocupación militar seria, de forma organizada y sistemática, fue el 24 de enero de 1810 por inspiración del propio Napoleón Bonaparte, y para tal misión confió en el militar normando Jean Pierre François Bonet, que también intervendría en las del 4 de nooviembre de 1811 y en la del 17 de mayo de 1812, la última.
Tanto en uno como en otro bando hubo militares que destacaron con luz propia. En el francés sobresale el citado Bonet, general de división y gobernador militar de Asturias. Más tarde, por sus acciones en nuestra tierra, Napoleón lo nombraría Gran Oficial de la Legión de Honor y Conde del Imperio.
Por parte española descuella Juan Díaz Porlier, apodado el Marquesito, —general y más tarde mariscal de campo— un maestro en la guerra de guerrillas. Solía mandar partidas pequeñas que le conferían una gran movilidad, no más de 300 hombres, y hostigaba a las tropas invasoras apareciendo y desapareciendo con gran rapidez lo cual sacaba de quicio a Bonet. Este, en sus cartas, califica al español de «bellaco», «pequeño desgraciado», «perrito rabioso», etc.
Los sucesos que vamos a tratar a continuación se centran en la última ocupación. El 9 de mayo de 1812, Porlier se encontraba por tierras del oriente de Asturias y occidente de Cantabria cuando recibió un oficio de Mendizábal con la misión de dirigirse con su ejército al corazón de la región para quedar a las órdenes del mariscal de campo cabraliego Pedro de la Bárcena. El día 4 de junio ya se encuentra en el concejo de Nava, toma posiciones con sus dos compañías de cazadores en el pueblo de Cezosu con la intención de controlar los movimientos del ejército galo, el cual estaba acantonado en Ceceda. Desde esta posición privilegiada, una atalaya natural, vio cómo los franceses, al mando del general Gauthier, salían de Ceceda en dirección a un lugar estratégico: el puente sobre el río Pra, en el lugar de La Ferrería.
Recordemos que cuando el ejército invasor pasaba por los pueblos solían encontrarlos vacíos —los vecinos huían en masa llevándose los bienes principales— y arrasaban con todo cometiendo todo tipo de fechorías. Saqueaban hórreos y paneras, quemaban casas, robaban animales y en caso de encontrarse con algún lugareño no dudaban en pasarlo a bayoneta. Marino Zapatero nos recordó el trágico destino que le deparó a un vecino de Cuenya al que le cortaron las orejas antes de asesinarlo a bayonetazos.
Pero volvamos al 4 de junio. En los alrededores de Cezosu, los hombres de Porlier les salieron al paso dando así comienzo a una batalla a campo abierto que se extendería por diversas aldeas y parajes de la zona. Durante el combate los españoles acosaron a los gabachos con tal fuerza e ímpetu que estos no tuvieron más remedio que retroceder hasta Infiestu; además, se recuperó todo
el botín robado y volvieron a hacerse con el control del puente. Después de la victoria, dicen las crónicas que en el campo de batalla se encontraron siete cadáveres, entre ellos el de nuestro pro-tagonista, un vecino de la parroquia de Santu Tomás de Priandi. Pero, ¿de quién se trata?
Entre los fondos del Archivo Histórico Diocesano de Oviedo, en un libro de Difuntos de la parroquia de Santu Medero de Bimenes, nos llamó la atención un escueto titular: «Santos soldado». El párroco yerbato, Esteban Muñiz Prada, nos resuelve la duda.
Hace referencia al cadáver de Santos Canteli Vigón, cabo primero de Húsares de Galicia y natural de la parroquia de Priandi. A renglón seguido nos revela la causa de su muerte —algo inusual—: «Murió de un balazo en el ataque del Espinadal, que fue el 4 de junio de 1812». El malogrado militar fue sepultado en el cementerio parroquial de Piñera el 6 de junio, dos días después de su fallecimiento. Causa extrañeza que el sepelio fuese en este lugar y no en su parroquia natal, mucho más cercana al lugar donde ocurrieron los acontecimientos, pero nada sabemos de las circunstancias dadas.
La curiosidad nos llevó a seguir indagando sobre su historia familiar. Su partida de Bautismo dice que había nacido en Traveséu el primero de noviembre de 1790, y que fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de Santu Tomás de La Puente con el nombre de Santos Manuel. Era hijo de Bernardo Canteli Montes y de Josefa Vigón González (casados en dicha iglesia el 8 de agosto de 1771). Fueron sus padrinos Bernardo Vigón y Josefa Canteli. Durante la ceremonia religiosa ofi-ciada por el cura de Priandi, Manuel Arango, quedaron advertidos del parentesco y manifiesta que la madrina no tocó al bautizado, como era costumbre. Los abuelos paternos se llamaban Domingo y Rosa, y los maternos, Domingo y María Antonia.
La muerte del joven Santos Manuel Canteli Vigón —contaba 21 años— tuvo lugar en una de las últimas escaramuzas de la Guerra de la Independencia en Asturias, pues diez días después, el 14 de junio, el ejército francés reúne a sus fuerzas en Oviedo y emprende la retirada por el este. Pasan por Pola de Siero y llegan a Cangas de Onís el día 16; aquí se divide en dos columnas, una, con Bonet al frente va por Llanes, mientras que la otra, al mando de Gauthier, se retira por Cabrales camino de Puentenansa. Fue una retirada definitiva tras cuatro años de idas y venidas dando así carpetazo a la francesada, de tan infausto recuerdo.
En la actualidad, en Traveséu, en el lugar conocido como la Casa Riba, todavía pervive el ape-llido Canteli en la persona de Severo Canteli, casi con toda seguridad familiar del cabo primero fallecido, quien nos recuerda que todos sus antepasados, hasta donde recuerda, nacieron en esta casería, y que tiene oído a su padre, Sabino Canteli Montes, hablar de este suceso en casa. Tam-bién nos dice que sus ascendientes provenían de Bimenes.
Fuente: Autor el cronista Oficial Luis Miguel Montes Arboleya