POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
Después se llenaba el ambiente de un embeleso musical que conducía también al silencio, porque la música comienza donde acaba el lenguaje. La Banda de Música, en aquellos días de la Cuaresma, ensayaba para las procesiones de Semana Santa. Desde el atril el director ordenaba y los músicos repetían una y otra vez una partitura agradable, envolvente y hermosa: “Santos Lugares”. Memoria sonora de aquellos músicos que igual tocaban música alegre y festiva que triste y fúnebre, salidas del llanto que nace de la nostalgia, como los misterios del rosario de la partitura de la vida: gozosos, luminosos, dolorosos y gloriosos. (De mi libro “Los Quehaceres y los días. Montijo en la memoria”, páginas 23 y 24)