SASTRERÍAS… UN COMERCIO QUE TRAE TELA
Abr 01 2017

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

Tienda de tejidos de Francisco Bianqui Carriles en el año 1899. / Colección de F. Sala Aniorte
Tienda de tejidos de Francisco Bianqui Carriles en el año 1899. / Colección de F. Sala Aniorte

‘El sastrecillo valiente’ es un cuento de los escritores alemanes hermanos Grimm, Jacob y Wilhelm, que narra la historia de un sastre que siendo molestado por siete moscas mientras trabajaba acabó con ellas de una sola vez, y orgulloso de su hazaña, decidió que el mundo debía conocer su proeza por lo que se hizo un cinturón –en alemán ‘Gürtel’- donde bordó: “Siete de un golpe”. En el camino se encontró con un gigante que, creyendo que la frase se refería “a hombres en vez de moscas”, le mostró respeto y después llegó a un reino donde también la frase de “Siete de un golpe” se interpretó como el lema de un poderoso guerrero, y le encargaron liberar a la región de dos gigantes, un unicornio y un temible jabalí que tenían atemorizados a sus habitantes, con la promesa de darle la mitad del reino y la mano de una princesa. Nuevamente, haciendo uso de su inteligencia, el sastrecillo superó los retos y consiguió esta magnífica recompensa.

En la Comunidad Valenciana, no hace muchos años, se reeditó este cuento en un proceso judicial, el ‘caso Gürtel’, aun no concluido y con varias ramificaciones y sin que se le vea el final, donde el ‘sastrecillo’ se llama José Tomás. Sobre seguro que el sastre de esta historia quiso hacer lo mismo que el protagonista de los hermanos Grimm.

Pero la realidad es que, al día de hoy, el oficio de sastre parece estar a punto de desaparecer, bien por la carencia de ‘hombres valientes’ o por la llegada masiva de los trajes confeccionados. Tan sólo algunos elegidos por la diosa fortuna pueden permitirse el lujo de seguir acudiendo a la sastrería para elegir entre diversas piezas textiles cual puede ser la tela que durante la temporada adorne su cuerpo. Al día de hoy, resulta excesivamente costoso visitar una sastrería y dejar que le tomen medidas, aunque todavía, afortunadamente para el noble gremio de los sastres, hay quien lo hace y algunos se pueden permitir el lujo y otros, tienen ‘buenos amigos’ que se preocupan para que puedan ir hechos un pincel.

Hacia 1870 tenían establecidos talleres de satrería en Torrevieja: los hermanos Pedro y Francisco Bianqui Pastor, nuestro ‘sastrecillo valiente’. Los Bianquí habían llegado a Torrevieja procedentes de Cartagena, aunque de familia de origen genovés. Por aquellos tiempos, el 12 de septiembre de 1873, desembarcaron en Torrevieja las fuerzas cantonales sublevadas en Cartagena, mandadas por Tonete Gálvez, llegadas en el vapor ‘Fernando el Católico’. En principio, un disparó causó la muerte del muchacho Eduardo Molero Ballester, carpintero y natural de Torrevieja; también murió Eloy Gómez, natural de Cartagena. Los cantonales cometieron en la población todo tipo de excesos, apoderándose de comestibles, armas y caballos propiedad de las gentes sus habitantes. Por la tarde reembarcaron con total confusión, disparándose fortuitamente un arma que mató a un oficial, a un soldado y dejando gravemente herido a otro.

Las fuerzas cantonales de Cartagena, actuando como verdaderos piratas, apresaron varios vapores en los que iban gran número de fardos de telas de invierno y de géneros de algodón, algunos de los cuales estaban destinados a los hermanos Bianqui Pastor. El sastre Francisco Bianqui valientemente acudió a Cartagena a reclamarlos y, pese a decir que llevaba recomendaciones para Gálvez, la Junta Revolucionaria estuvo inflexible y no le devolvió los géneros, a no ser que hiciera el pago de poco más o menos su importe. A finales de octubre, ya sitiada Cartagena, todavía andaba el señor Bianqui por las Herrerías –barrio cercano a La Unión- dando vueltas alrededor de su idea de recuperar los géneros, hablando de sus fardos; pero sin la esperanza de rescatarlos, y consolándose con recordar que en la expedición de Gálvez en septiembre a Torrevieja, como tardó en entregar el dinero que le pidieron, un coronel de los insurrectos se propuso fusilar a los cuatro mayores contribuyentes, entre los que se hallaba Bianqui; teniendo la suerte de que se opuso a tan apremiante procedimiento Tonete Gálvez. Francisco Bianqui, nuestro ‘sastrecillo valiente’, no entregó a la causa cantonal ningún dinero. La familia Bianqui Pastor continuó con la profesión de sastre y dedicados al comercio de las telas, continuando después su hijo, Francisco Bianqui Carriles, hasta ya entrado el siglo XX.

Tal y como están los precios para vestir al estilo Petronio -al que Tácito, Plutarco y Plinio el Viejo describieron como «árbitro de la elegancia» en la corte de Nerón-, habrá que recapacitar la máxima de “trae más cuenta comprarte un traje que invitarte a comer” o viceversa, depende del género que se lleven entre manos.

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 1 de abril de 2017

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