POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Llevo a la Citroën de Colloto mi C-3 y, a veces antes de repararlo, recibo el test para comprobar si fui bien atendido. Solicito información a Movistar y la operadora, aclaradas mis dudas, me deja con una máquina para que le cuente mi impresión sobre el servicio que recibí. Esto sólo pasa con las empresas grandes, difíciles de supervisar por el ojo del amo. Regreso de un crucero por el Volga y, apenas desemboco en el Cantábrico, una encuesta me propone que califique a la tripulación y los derroteros que tomaron las singladuras; cuando contaba a los marineros, interesados por mi confort, que todo iba viento en popa, me rogaban lo hiciera constar en este examen final. Pensándolo bien, es lo que hago a diario en “La mar de Oviedo”: declarar mi grado de satisfacción con el mundo, en nombre propio y de algunas personas sin tiempo o sin capacidad crítica para responder al cuestionario de Dios.
Fuente: http://www.lne.es/