POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Nacido en el año 1927, Gabriel García Marquez, se despidió de esta vida, por las calles de París, acompañado por su gran amigo Charles Aznavour; con su música y su voz.
En el año 2013, le diagnostican una enfermedad irreversible e incompatible con la vida pública. Enfermedad qué, paulatinamente va deteriorando su organismo.
Por tal motivo, ha enviado a todos sus amigos y compañeros del Periodismo y la Literatura, «UNA CARTA DE DESPEDIDA» que, a la vez, ha sido difundida por Internet.
Como cronista y escritor y, sobre todo, lector de sus innumerables obras literarias, la he leído con gran emoción y, por eso, os recomiendo su lectura; dice así:
«Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo, todo cuanto pudiera.»
«Posiblemente no diría todo lo que pienso pero sí me detendría en pensar todas las cosa antes de decirlas y ejecutarlas».
«Daría valor a las cosas; no por lo que valen sino por lo que significan».
«Dormiría poco y soñaría más, porque entiendo que, por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz».
«Andaría, cuando los demás se detienen y despertaría, cuando los demás duermen».
Si Dios me obsequiara con un poco más de vida, «me vestiría de forma sencilla y me desnudaría ante el sol; no solamente dejando al descubierto mi cuerpo sino también, mi alma».
A las personas, hombres y mujeres, les diría «cuan equivocados están, al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen; sin darse cuenta que se envejecen cuando dejan de enamorarse».
«A los niños, les dotaría de alas, con la convicción de dejarlos que aprendieran solos a volar».
A las personas de edad avanzada, les enseñaría que «la muerte no llega con la vejez; sino con el olvido».
«Tantas cosas he aprendido de todos/as ustedes, que me marcho, de esta vida terrenal, eternamente agradecido».
Si, «he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña; sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de escalarla».
He aprendido que, «cuando un recién nacido aprieta con su puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre».
También he aprendido que «todas las personas tienen el derecho de mirar a los demás, hacia abajo; cuando sean capaces de ayudarle a levantarse».
Son tantas las cosas que he aprendido de ustedes; aunque de mucho no me va a servir, porque, «cuando me guarden dentro de la maleta de madera; es porque ya he muerto».
Me agradaría, por el bien de ustedes, que «siempre digáis lo que sentís y hagáis lo que pensáis».
¡¡Hasta siempre!!