POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
La Biblioteca Municipal de Montijo (Badajoz) ha acogido la presentación del libro “La niña que dibujaba otoños en lunares sin olvido”, del que es autora la poeta y escritora Vanessa Cordero Duque. Con esta presentación literaria se abría la programación de la Biblioteca para el mes de abril, en la que puede visitarse en ella la exposición “Cervantes y la historia del libro”, que ofrece un recorrido por la historia del libro y de las bibliotecas hasta nuestros días y, por otro lado, unas breves reseñas sobre la importancia de Cervantes y el Quijote a través de la historia. La Biblioteca de Montijo con esta exposición, conmemora el IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes que tuvo lugar en 1616.
Tercer poemario de Vanessa Cordero Duque
Vanessa Cordero Duque se vio acompañada en la presentación de su tercer poemario por la concejala de Cultura, Educación y Mujer, María Jesús Rodríguez Villa y por el escritor Rafael María Cañete Rubio. Ambos elogiaron la trayectoria poética y literaria de Vanessa Cordero, que desde hace un par de años está logrando que su poesía sea reconocida y premiada en certámenes nacionales como el de Poesía Joven Florencio Quintero (Sevilla) Premio Villa El Burgo de Osma (Soria) y el Certamen Nacional de Poesías San Pedro (Puebla de la Calzada), junto con otros de carácter local celebrados en Calamonte, Lobón, Almendralejo, Medellín y San Vicente de Alcántara, en la provincia de Badajoz.
Rafael María Cañete Rubio profundizó en el poemario que se presentaba, señalando que el asistir al nacimiento de un nuevo libro conlleva connotaciones de un romanticismo no exento de osadía, en esta sociedad donde la letra escrita, que no impresa, se mueve en una limitación de cuarenta caracteres, reivindicar el papel, la tinta y el tiempo como piedra angular de la cultura requiere, sin duda alguna, grandes dosis de valor.
Una vez más Vanessa se desnuda ante el papel, y su desnudo nos presenta la brillantez madura del encuentro consigo misma, con sus limitaciones y sus esperanzas, no exentas de rebeldía, nos muestra la madurez de la aceptación del propio yo que busca espacios para rellenarlos de sentimientos, para rellenarlos de emociones, en una desenfrenada carrera hacia la pureza de los sentidos, como coartada de supervivencia ante una soledad buscada.
La magia, la busca en encendidas metáforas que retuercen la palabra, con el ánimo de expresar en tinta y papel, aquello en lo que la palabra se muestra insuficiente, aquello que la expresión escrita tan solo insinúa. La magia que transforma, da sentido y abre en canal el alma para sacar de ella aquello que solo puede sentirse, aquello ante lo que la palabra se empequeñece y se muestra ineficaz para trasmitir todo lo sentido.
Porque “La mujer poeta apenas desayuna,/llena de alfileres su pan y de jazmín la fruta que detesta,/se rompe el pulso entre las yemas de los aires de otoño,/usa vestidos llenos de cerillas de domingo/y duerme en almohadas donde los peces odian el mar”.
Rafael María Cañete afirmó que “La niña que dibujaba otoños en lunares sin olvido”, es un libro para leer despacio, sin prisas, convirtiendo el tiempo en una metáfora más que sobrevuela la obra, para leer en el silencio de la soledad de la noche, compartiendo el espacio con las musas ya despojadas de su bata blanca, para leer con los sentidos prestos y recibir las caricias del verbo que te embriaga el alma, para leer en la soledad mágica del encuentro con uno mismo.
Es un honor, terminó diciendo Rafael María Cañete, un gran honor presentar este libro de Vanessa, para mí, una de las mejores poetas en lengua castellana, a la que admiro y quiero y que también es esa niña que dibuja primaveras en corazones que nunca te olvidaran.
“La niña que dibujaba otoños en lunares sin olvidos” es el tercer poemario de Vanessa Cordero, tras “Atrévete a sentirme” y “Del alma hoy hablo yo”. El nuevo poemario está dividido en seis capítulos: Pequeña mirada al mañana, Alma, Soledad, Piel, Mujer y mi fragilidad, insertados en ciento sesenta páginas.
Vanessa, en su intervención, habló y expresó sus sentimientos. “A mis treinta y cuatro años sigo sin encontrarle la magia a este irrisorio juego que es el vivir. Ya ves, sigo intentando improvisar mi sonrisa en el consuelo que me dan miradas, gestos, sonrisas, perfumes y salivas, lunares y antojos picoteados de distancia”.
Escribo, señala la autora, y mis poemas se abren ante la vergüenza de tenerme bajo el vino de tanta soledad, escribo y la ansiedad baila en esta ciudad donde la humedad sostiene la ternura que encadena mi almohada con el reflujo de sentirme a destiempo de todo y de todos, súplicas y rubor ante lo que escribo, la falange de una pausa forzada ante lo cotidiano, escribo y me perdono por ser como soy.
Para afirmar que hay muchas formas de salvarse, a veces no es uno mismo el que decide cómo hacerlo, es tu propia conciencia la que te lleva hacia las cenizas del que ha de ser tu resurgir como persona. Aprendí que equivocarse es resbalar delicadamente una decisión por ciegos caminos, y que la palabra lograba taparme los huecos donde siempre tropezaba y caía. Las personas siempre me confundieron como las sombras al presagio del llanto, jamás, aunque lo intenté mil veces, pude sentirme yo misma ante quienes sabía que apuñalaban en sus gestos mi manera de sentir. A pesar del aplastamiento de mis energías por la incomprensión ajena me mantuve firme ante el lápiz y el papel, ante mi manera de sobrevivir a esta sociedad que se está llevando lo que nos mantiene a muchos en pie: la cultura, la literatura, la poesía, afirmó la autora de “La niña que dibujaba otoños en lunares sin olvido”.
Vanessa Cordero agradeció a su familia, amigos, seguidores, lectores y a las personas que asistieron, haciéndolo de una manera especial para con la Concejalía de Cultura, la Biblioteca Municipal y su presentador, Rafael María Cañete.
Con ella estuve en la puesta de largo y presentación de su libro, junto al lado de otro poeta y amigo, José Sánchez del Viejo, que compone ahora en Ribera del Fresno, entre vides y olivos. La acompañé en este acto tan importante para ella, bajo la mirada desde los ojos de la niña que dibujaba otoños en lunares sin olvido.
Sí, con Vanessa Cordero Duque, con esta soñadora incansable que habla y escribe para decir que otro mundo sí es posible. Enhorabuena, Vanessa.