POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Recuerdos de hace más de 30 años me traen a la memoria las vivencias de unos pacientes que, ante la cronicidad de sus enfermedades, acudían a los curanderos en busca de una mejora de su salud.
A pesar del auge de su clientelismo seguían, en su mayoría, igual o peor que con anterioridad. Por tal motivo, dentro de los pacientes que eran afines a sus prácticas sanadoras, surgieron o ya estaban preparadas, voces de personas que con intenciones interesadas aconsejaban que se formaran agrupaciones; con el fin de acudir a una de las múltiples sectas esparcidas por la geografía española.
Como médico me sentí contrariado y, tras una temporada de reflexión, me dediqué a indagar desde dentro, como si fuera un topo, el funcionamiento de estas comunidades y, sobre todo, las actividades de las personas que acudían en masa incluso con hijos a recibir consejos y mejorar su salud mediante un nuevo estilo de vida.
Allí dentro, en un recinto amplio y acotado, una finca enorme con un amplio caserón conviví con ellos durante los siete días que duró el retiro espiritual y de salud, como decían al unísono; señal de que acudían con asiduidad a dichas jornadas de recogimiento; lejos del mundanal ruido, ese que tanto corrompe a la sociedad.
A la vez, con especial atención, observé al líder espiritual y su desenvolvimiento dentro del recinto claustral, además de su atención personalizada. Afortunadamente, quedé exento de la encuesta personal, alguien le había advertido que era médico, pero sí observé a compañeros y compañeras de claustro como se comportaban antes y después de la atención secreta y personalizada, de cada uno de los componentes.
Chillidos, llantos, risas histéricas, cabizbajos silenciosos y, otros, que aclamaban al Líder Espiritual y su ayudanta por haber conseguido liberarles de las ataduras de la familia, del trabajo y de la sociedad. Sí, en primer lugar trataban de hacernos un lavado de cerebro y, como si tuvieran capacidad de hipnosis, despertábamos como si viviéramos en un Edén, en donde todo es alegría y libertad, invitándonos a transitar por el recinto como Adán y Eva en el Paraíso: como Dios nos echó al mundo e, invitándonos a que practicáramos el amor libre; eso sí, nos dio plena libertad para que quien no quisiera o tuviera remilgos, se comportara como creyera oportuno.
El líder espiritual actuaba como tal, ataviado con vestiduras talares y con unas barbas que parecía un personaje que predicaba la Buena Nueva. Verdaderamente imponía y yo, alucinaba con él y con su ayudanta que, cuando estaba en otras tareas, les recomendaba a las mujeres que no rehusaran acostarse con él cuando así lo requiriera, hasta el punto que cuando veíamos alguna joven acercarse a su camarote, ya sabíamos a qué iba.
Tan habitual resultaba que a nadie nos resultaba extraño: Se trataba del líder espiritual y podía elegir a quien quisiera. En efecto, siempre señalaba a las más jóvenes y despampanantes. Llegó a realizarnos tal lavado de cerebro que pareció habernos idiotizado, al menos lo intentó, quedando a su libre albedrío; mientras, su ayudante, que se hacía pasar por su compañera sentimental, iba diciendo por los corrillos que si así obrábamos quedaríamos bajo su protección y nada inconveniente nos sucedería.
Sí, tras la mentalización sobre el amor libre, nos hablaba del mantenimiento de la organización y del alquiler de los terrenos que, sin lugar a dudas, estaba dispuesto a adquirir, pero para ello contaba con nuestra colaboración económica. Algunos de los presentes, en mayor número las mujeres, les dieron cuánto dinero llevaban encima y, los menos, les prometieron vender sus heredades y ayudar a la causa. De hecho, estas asambleas, las efectuaban con asiduidad, pero en lugares distintos y distantes.
Tres denominadores comunes, a saber: lavado de cerebro, aprovechamiento sexual de forma descarada y saqueo financiero. Parecíamos estar en un aquelarre, en donde vagábamos como si fuéramos zombis.
La situación era caótica, al menos eso creía yo y, ante el desasosiego de la juventud y, sobre todo; la de sus padres, fue el motivo por el que me introduje en un grupo que conocía, con el fin de estudiar la situación desde sus entrañas. Aprovechando una semana que me quedaba de vacaciones, cogí unas pocas pertenencias y, con ellos me enrolé. La realidad superó la ficción. No daba crédito a cuanto oía y veía. ¿Sería un incrédulo? Me frotaba los ojos y comprobé que era pura realidad.
La asistencia fue numerosa unos 120 desquiciados que éramos carne de cañón y, tuve la ocasión de corroborar cuanto suponía. La proporción de asistentes fue desigual; un 85 por ciento eran mujeres y el restante 15 por ciento hombres. A dicha asamblea, no acudieron niños parece ser que en alguna ocasión si lo permitieron, porque algunos líderes espirituales o como les queramos llamar, eran proclives a que toda la familia participara de una vida sin prejuicios; tal y como si fuéramos animales irracionales.
Cuantos acudimos a dicho evento, por llamarle de alguna manera, caminábamos por las replacetas y sendas de la finca como si fuéramos esfinges atolondradas, por no poner otro tipo de etiqueta, haciendo patente el influjo espiritual del líder; gran dominador de la secta; a quien ayudaba, de qué manera, su mediadora.
Movían los tentáculos de tal forma que caían en sus brazos y en su lecho como moscas en la miel: atrapados. Sí, nos trataban de convertir en marionetas, manejadas por los hilos invisibles que nos había tejido el líder; quedando, por consiguiente: a su libre albedrío.
Cuando me retiraba a descansar en una litera tipo cuartel de cuatro plantas, a las que subíamos por una escalerilla aledaña, rebobinaba la secuencia del día y, pude observar que nos había intentado quitar la capacidad de discernir y, de pronto, me venía a la mente una idea terrorífica: nos habían convencido de que debíamos prescindir de todas los bienes terrenales y, no solo se habían adueñado de la mente y de nuestro cuerpo sino que las personas más influenciadas les dieron cuanto tenían e, incluso, algunos miembros de la asamblea prometieron escriturar parte de sus propiedades para entregarlas a la causa de la comunidad.
Muchas personas de mente fácil de distorsionar cayeron en la trampa; hasta el punto de que pocos años después les contemplé con gran desazón, ya que habían destrozado su familia y dilapidado cuanto tenían; quedando atrapadas, en un callejón sin salida por los tentáculos del líder espiritual y su compañera. Alguna de ellas, seguía siendo ferviente seguidora de estas personas, por llamarles de alguna manera y, las que consiguieron desasirse de tales ligaduras quedaron lastradas con problemas psicológicos y psiquiátricos.
Ahora, según narra el psicólogo experto en estudios sobre las sectas, Miguel Perlado, desde el advenimiento de la crisis económica ha vuelto a producirse un aumento de la vulnerabilidad de las casi 600.000 personas atrapadas en las distintas sectas diseminadas estratégicamente por la geografía española.
Afirma que aunque parece haber declinado de diez años acá; no es cierto. Lo que ocurre es que los políticos y, sobre todo, los medios de comunicación, solo aluden a ellos cuando son irrecuperables y crean problemas sociales.