POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
En escritura otorgada en Madrid, el día 29 de agosto de 1727, ante el Notario D. Francisco de Quevedo, se hace constar la obligación de conservar cuidadosamente las “Armas de Rueda” instaladas en la capilla mayor de la iglesia parroquial de San Bartolomé, de Ulea y, también, de la atención humanitaria a los segadores de cereales qué, venidos de La Mancha y otros puntos de Castilla, a mediados del mes de mayo, se les provea de lo necesario para subsistir y desempeñar su trabajo de segadores, en los campos de Ulea.
En un escrito de D. Sebastián de Rueda y Benavides, daba cuenta de las necesidades de estos trabajadores y, para ello, lo difundió por medio del vocero oficial; el pregonero. Decía así:
Entre los meses de mayo, junio y julio, los campos de Ulea se verán abarrotados de castellanos viejos, castellanos nuevos y gitanos, que vendrán con sus atuendos imprescindibles (una manta mulera, una muda, un calzado rústico, un sombrero de paja, una hoz y tabaco- quien fume). Vienen con la finalidad de emplearse, como en años anteriores, en los campos de Ulea, como segadores y, precisarán espacio para poder alojarse y manutención, durante los dos o tres meses de siega. En el edicto que voceó el pregonero, exhortó a los uleanos a que acogieran a los segadores con la dignidad que merecían como seres humanos. Lo hizo delimitando los cuatro puntos cardinales del campo de Ulea (desde las Lomas hasta la Sierra de la Pila y desde Campotéjar hasta el Puerto de la Losilla)
En los distintos caseríos y dehesas, alojarán a los segadores en lugares seguros y dignos y, los matarifes sacrificarán las cabras de consumo, para alimentar a dichos segadores y sus familias; si viniesen con ellos. Aconsejó que se pusieran en contacto con los dueños empleadores, para qué, previo pago de su importe, les abastecieran de la carne necesaria durante le temporada de siega.
Adecentaron dehesas y cuadras, que tenían cobertizos y dejaban espacios para poder extender sus mantas, en el suelo, o sacos de paja; para descansar sobre ellas. En cuanto al abastecimiento de carnes, se encargó al señor Medrano Gambín (un casero procedente de Molina que se afincó en un caserío del campo de Ulea, como mulero), para que distribuyera la carne de cabra sacrificada para tal menester; en los distintos asentamientos de los segadores.
Durante tres días, a raíz del pregón del edicto, se recibieron dichos compromisos verbales y, así lo acordaron y mandaron, poniendo nota el presente Escribano que dio fe y certificó dicha diligencia.