EL REY PEDRO I PREMIÓ HACE SEIS SIGLOS Y MEDIO LA FIDELIDAD DE MURCIA AMPLIANDO LOS SÓMBOLOS DE SUS BLASONES, SEGÚN CUENTA ANTONIO BOTIAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Sus detractores lo llamaron El Cruel, aunque no lo sería menos que otros tantos monarcas de la época. Pero sus partidarios lo recordarían como El Justo.
Desde luego que, al menos con Murcia y su reino, nunca fue un tirano. Incluso le otorgó la sexta de las siete coronas que aún hoy engalanan el escudo de la ciudad. Era Pedro I (1334-1369), rey de Castilladesde 1350 hasta que murió. Su sexta corona se unió a las cinco concedidas por Alfonso X. La última, junto a una flor de lis borbona, le fue otorgada en 1709 al reino por Felipe V tras el apoyo durante la Guerra de Sucesión
Murcia juró felicidad al nuevo infante Pedro, según costumbre, en cuanto nació. Y lo hizo, como publicaría el cronista Antonio de los Reyes en su día, a través del adelantado Alonso Fernández de Saavedra y los procuradores de la ciudad Guarner Porcel y Juan Oller, según anotó el escribano Andrés Montaner.
Luchas civiles
La llegada al trono de Pedro I inauguró un tiempo de luchas civiles en la Península. La que nos interesa fue la desatada contra el rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso, a quien el castellano quería arrebatar la ciudad de Valencia. A lo largo de toda la frontera se extenderían las escaramuzas en el año 1356. Dos años después, Pedro I atacaría Guardamar desde la costa, pero una tempestad aplastó su flota hasta el extremo de que el monarca tuvo que huir a pie hasta la cercana ciudad de Murcia.
Tal fue el recibimiento y apoyo que los murcianos dieron a su rey, lo que incluyó no poco dinero y hombres para la contienda, que Pedro I agradecería tanta fidelidad concediéndole una nueva corona para el escudo de la urbe.
Así lo firmó en la villa de Ariza (Zaragoza) un 4 de mayo de 1361. El recordado profesor Juan Torres Fontes destacó en un artículo en la revista ‘Murgetania’ que el privilegio concedido no se redujo a la corona. En el aporte ‘Estampas de la vida en Murcia en el Reinado de los Reyes Católicos’, Torres Fontes anotó que ese año, en otro reconocimiento por el apoyo en la guerra contra su hermano Enrique, el rey completó el sello y enseña concejil.
Leones y castillos
En esta ocasión, Pedro I lo realizó mediante una carta fechada en Sevilla el 10 de julio y en la que se puede leer que «tuve por bien que como había cinco coronas en el pendón y en el sello, hubiera una más, de manera que fuesen seis». Por último, el monarca también advirtió al Concejo de Murcia de que «tengo por bien que pongáis en la orla del dicho sello y pendón, leones y castillos en cada uno».
Así quedó fijado el escudo oficial de Murcia, que no variaría hasta el reinado de Felipe V. Respecto al pendón, la historia atesora una anécdota casi desconocida. A finales del siglo XIV gobernaba en Murcia un adelantado, el hermano del condestable Ruy López de Dávalos, a quien había enviado el rey Enrique III para pacificar una revuelta política.
Muerto este monarca y restablecido el Concejo, se dieron cuenta de que los pendones aún estaban en poder del antiguo adelantado, a quien se los reclamaron sin éxito. Por tanto, hubo que confeccionar otros. Pero tanto se emocionaron con el proyecto y en tan pocos gastos repararon que los pendones resultaron enormes, demasiado pesados.
De hecho, un año más tarde, según mencionó Torres Fontes, los regidores manifestaban que «la dicha ciudad tiene un pendón vermejo a señales de coronas amarillas y orlado de castillos y leones, el cual es muy grande y sobergo [que sobrepasa toda medida o regla], y hecho de tal manera y tamaña es su grandez, que no hay hombre que lo pueda sostener ni sobrellevar».
Imaginen, en aquella época de constantes contiendas, qué tremenda empresa supondría para el portador del pendón tener que acarrearlo campo a través. Y eso se temió el alguacil poco después, cuando el Rey Enrique III anunció una campaña contra el reino de Granada. Aún más, como destacaba el profesor, «contando que la honra de ser portador del pendón de la ciudad era un honor que no podía delegarse en ninguna otra persona». Así que decidieron, como no podía ser de otra forma, componer uno nuevo, bastante más ligero.
Fidelidad a cualquier rey
Retornando a las concesiones que Pedro I hizo a Murcia, no fueron menores que el buen trato que el Rey siempre recibió en estas latitudes. Por ejemplo, cuando participó en la toma de Orihuela en 1364.
Al año siguiente, además, tomaría una decisión que hoy brilla con letras de oro en la historia de la ciudad. Fue la donación a las monjas clarisas «de todas las casas y palacios reales que tuviera en dicha ciudad, con todas sus entradas y salidas, pertenencias, aguas, riegos con que ellas ensanchen el citado monasterio».
Se refería al Real Monasterio de Santa Clara la Real, el más antiguo que Murcia conserva y que aún se sostiene sobre el antiguo palacio que levantara el célebre rey Lobo, Ibn Mardanish, en el siglo XIII, y el que realizara más tarde el emir musulmán Ibn Hud. Pedro I decidió entregar el espacio palaciego a la abadesa Berenguela de Espín.
Murcia mantendría su fidelidad a Pedro I hasta que muriera a manos de su hermano Enrique, quien se apresuró a enviar a la ciudad atravesada por el río Segura al conde de Carrión como adelantado y con el encargo de avisar si los murcianos, como sospechaba, seguían fieles al monarca muerto. Pero se equivocó.
Los murcianos, como en tantas otras ocasiones, resultaron tan despreocupados como prácticos. Así que reconocieron al nuevo señor y la ciudad le fue, según sus títulos, noble y leal. Antonio Botías
Fuente: http://www.laverdad.es/murcia/ciudad-murcia/seis-coronas-pendon-20180617005752-ntvo.html