POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA- CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
María Elena Miñano (uleana donde las haya) ha servido de enlace para que descubriéramos a D. Manuel Martínez Guardiola, hijo de un maestro nacional, que ejerció en Ulea en el último lustro de 1930 y primero de 1940. Este Maestro se llamaba D. Víctor Martínez del Castillo.
Fui alumno suyo, durante un par de cursos y, aunque era muy pequeño, tenía 6 y 7 años, guardo un recuerdo imborrable de nuestro Maestro D. Víctor, a nivel profesional. Sin embargo, desconocía su trayectoria profesional en otros puntos de la geografía española y, sobre todo, sus valores humanos.
Antes de comunicarme María Elena, que había conocido al hijo de un Maestro de su padre que le dio clase en Ulea, en aquellos convulsos años, ya me había preocupado en investigar en Archivos y Hemerotecas la historia de aquellos próceres maestros de la palabra y de los hechos que ejercieron en Ulea y, que con su ejemplo, dignificaron su nombre; y el de nuestro pueblo.
En el diario de Murcia, Nuestra Lucha, del día 14 de enero de 1938, aparece un artículo, titulado: “Los Niños de Ulea”, escrito por el corresponsal y maestro de Ulea D. Víctor Martínez del Castillo. En dicho artículo, ya se atisbaban unos valores humanos, que enarbolaba, como bandera al viento, en tiempos inciertos y comprometidos.
En su glosa sobre los niños de Ulea todos, sin excepción llegó a asumir la gran responsabilidad, del maestro, en la formación y futuro del niño, considerando, al docente, como “tallista de la infancia”; frase que encierra un gran compromiso social y, que, él, asumió en primera persona.
Su hijo Manuel, a través de nuestra interlocutora, María Elena, me contestó muy emocionado al contemplar en las postrimerías de la vida que la labor de su padre como Maestro, y ciudadano, de Ulea había trascendido más allá de lo que suponía; no en vano han pasado más de 65 años que se marchó de Ulea, para ejercer en Ricote.
En Ulea, impartió sus enseñanzas en tres aulas distintas: en el Henchidor, el Arrabal y en la calle Binondo lugar en donde vivía. Cuando llegó a Ulea, procedente de As Pontes (Galicia), se implicó en la formación de un nuevo grupo humano, pero, con idéntica entrega y cariño.
D. Víctor era un hombre de carácter afable y, sobre todo, muy juicioso. Era de recto proceder y respetuoso, con todos los uleanos, sin distinción de escalas sociales. Su voz melódica y potente, la utilizó para enseñarnos a cantar temas infantiles y romanzas del género lírico hago constar que cantaba muy bien. Recuerdo, como si lo estuviéramos ensayando en estos momentos, cuando cogía la “palmeta” y, la enarbolaba, como si fuera una batuta, y ensayábamos “la Parranda”, “el canto a Murcia”, “La Rosa del Azafrán” y “el Sembrador”. Cuando salíamos de excursión, siempre íbamos cantando y, a los sones, salían los uleanos a vernos pasar y, a escuchar la voz clara y potente, de nuestro Maestro. Era tal su afición y estilo, que en las casas aledañas al colegio, abrían las ventanas para escuchar la melodiosa voz de D. Víctor y su conjunto nosotros. por tal motivo, todo el pueblo acabó llamándole “El Barítono”, aunque, creo, se lo decían en todos los pueblos en que vivía; y ejercía.
Conocedor de las dificultades, del momento, por el que atravesábamos los españoles y, siendo consciente de que muchos abandonaríamos la escuela antes de tiempo por la necesidad de ayudar, económicamente, en los gastos de la casa, se esforzaba en que tuviéramos una formación integral lo más amplia posible, con el fin de que nos proporcionara una aplicación provechosa, en el ámbito laboral. Para tales menesteres, daba clases particulares nocturnas gratuitas, a los analfabetos adultos y, a cuantos estuvieran interesados en aprender conocimientos generales y contabilidad.
Su hijo Manuel me ha dado una amplia reseña, de una faceta que desconocía y que, jamás, he oído comentar, en el pueblo. Posiblemente no lo sabían o no lo recordaban. Personalmente, lo desconocía. D. Víctor, nuestro Maestro, tenía el título de “Operador Cinematográfico”, siendo el pionero del cine en Ulea el cine mudo; claro está, utilizando una máquina, de proyección, alemana, marca Ossa. Dicha máquina de cine, fue instalada en el almacén de naranjas de Jesualdo Cascales, justo donde paraba “La Catalana”. Con la finalidad de presenciar la función cinematográfica, los espectadores llevaban sus propias sillas. Para cambiar el carrete que acababa de proyectarse, se tardaba unos minutos y, mientras tanto, actuaba un elenco de cantantes, de los colegios de Ulea, capitaneados por la señorita Mari Cruz Cascales Valiente, quien, sentada junto a la pantalla de cine, tocaba la guitarra y cantaba. También lo hacía durante la proyección insonora. En esta sala de cine, improvisada, se proyectaron películas del “Gordo y el Flaco”, de “Charles Chaplin” o de “Ken Mainard? y su caballo Tarzán”.
D. Víctor se preocupaba por la salud de los alumnos. En este aspecto era meticuloso y aconsejaba hasta la saciedad que siguiéramos hábitos higiénicos, dentro de lo posible, ya que no teníamos agua corriente, en las casas, ni desagüe; teniendo que surtirnos de la acequia y de los brazales. Como norma, todas las mañanas, antes de entrar a clase, nos ponía en fila y nos inspeccionaba “de la cabeza a los pies”, con el fin de evitar posibles contagios. Al que no iba aseado, dentro de lo que era posible, lo enviaba a su casa y, si reiteraba, con la falta de higiene, llamaba a los padres, les explicaba las circunstancias y les sancionaba.
Tenía claro que, para que la mente estuviera lúcida, debía estar asentada en un cuerpo sano y ágil y, por tal motivo, se llevaba a los alumnos a un terreno baldío, ubicado en el Arrabal, para jugar al futbol. Otras veces nos llevaba de excursión, hacia “Las Lomas” o nos bajaba al Azud del río, para, después de bañarnos, realizar ejercicios de gimnasia.
Una de las muchas facetas que adornaban la figura de D. Víctor, era su enorme interés por la cultura y, sobre todo, la historia. Como es lógico, la Historia de España y en especial, de la Edad Media. Para ello, nos subía al rellano en donde se encuentra el monumento al Corazón de Jesús y, desde allí, señalando en todas direcciones, nos explicaba los distintos asentamientos moriscos y sus formas de vida.
Las excursiones, de tipo didáctico y recreativo, se extendían por toda la comarca, en busca de vestigios árabes. Se recogían cuarzos de color parduzco, así como piedras talladas y algún que otro mineral, que tras ser identificados si se conocían, exponíamos en una vitrina de la escuela, con interesantes anotaciones, que hacían los alumnos mayores y, el propio D. Víctor.
Quiero, para finalizar, hacer una mención especial de los maestros que me iniciaron en “el bello arte de aprender”, siendo un niño de corta edad. Entre ellos se encuentran: D. Domingo Susarte, Doña Carmen Molina, doña Anita Caicedo, D. Felipe Carrillo y D. Víctor Martínez.
A ellos les debo lo poco que he sido y cuanto soy. Gracias.