POR FRANCISCO PUCH JUÁREZ, CRONISTA OFICIAL DE VALDESIMONTE (SEGOVIA)
Caigo en la observación de cómo en determinados establecimientos comerciales han adiestrado a sus dependientes y especialmente a sus dependientes femeninas (hoy diríamos dependientas) para dirigirse a los clientes masculinos con la denominación de “caballero” como una distinción hacia su persona, a la que a continuación le preguntan que “¿deseas cariño?”, “hola mi amor” obviando con ese tratamiento coloquial toda clase de distinción y protocolo que, con el de “caballero” habían comenzado.
En primer lugar a cualquiera que le digan caballero, sin tener ni montar caballo alguno, es un menosprecio hacia la palabra “señor” que es con la que deberían dirigirse a cualquier cliente masculino que entre en su establecimiento.
Ignoro si así les han adiestrado o si simplemente es una vana distinción de quién así se prodiga, y que tal vez no les hayan enseñado o no hayan aprendido la diferencia que existe entre ambos vocablos y sobre todo entre las personas que los ostentan.
Con la palabra “señor” se distinguía en la antigüedad a la persona que era el dueño y señor de tierras poblados y haciendas, y que entre otras muchas prerrogativas tenía la de nombrar y armar caballeros a sus más leales servidores, he aquí la gran diferencia entre el “Señor” y el “Caballero”. El señor manda y el caballero sirve a su señor, y en consecuencia al cliente masculino hay que decirle “señor” y olvidar lo de “caballero”.
“Pelillos a la mar”, manida expresión que viene a significar que un ya cosa carece de importancia, pero que cualquier erudito puede interpretar cómo “cambiemos de tema”, venimos a referirnos al lenguaje popular o coloquial que hoy utilizan especialmente los jóvenes en el bar o cafetería, que para llamar al camarero le llaman cualquier cosa menos camarero, y para llamar su atención le dicen ”perdona” o “por fi”, cuando no hace mucho tiempo para solicitar su atención, simplemente sobraba con una palmada, que no es nada denigrante o sencillamente llamarle camarero que es su profesión. ¿Por qué utilizar esos eufemismos?
Hasta hace unos años, no muchos, entre los amigos se utilizaba el modernismo “jo macho” o bien el “hola tío, que parecía un poco hortera, y que ha venido a ser sustituido por el, “por fa” o el “por fi” que parecen más finos pero no dejan de ser eufemismos o cursiladas.
Hay que ver las banalidades que tiene uno que escribir en los veranos para llenar el folio.
Porque escrito que pase de un folio es pesadez. Con razón dice el dicho: “el vivo al bollo y el escritor al folio”. Si no os he aburrido, mañana más. Es un decir.