POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Era el mes de julio del año 1774, cuando el alcalde de Pamplona, recibió una solicitud desde la ciudad de Granada para que se le concediese el permiso reglamentario, con el fin de torear en la plaza de toros ‘Navarra’, una corrida de rejones pequeños a caballo.
La señorita, que solicitó dicha licencia, se llamaba Francisca García y armó un revuelo sin precedentes en la historia de la tauromaquia. Por primera vez, una señorita se atrevía a encerrarse en un coso taurino con un astado; aunque fuese un erial. La historia, de tal manera, la refiere como la pionera de la tauromaquia en España.
Más de un siglo después, en el año 1896, una cuadrilla de mujeres toreras arribó a la región de Murcia procedente de Barcelona, siendo contratadas en diversas plazas de la región. Concretamente, el día tres de mayo de dicho año de 1896, la Comisión de festejos colocó unos carteles, anunciando la celebración de una corrida de novillos en la plaza de toros portátil de Ulea ubicada en el paraje del Henchidor.
La sorpresa fue manifiesta, cuando observaron que el cartel lo componían dos mujeres llamadas Dolores Petrel y Ángela Pagés, que lidiarían y estoquearían dos bravos becerros durante las fiestas de la Santa Cruz.
Desde primeras horas de la mañana, el pueblo, perfectamente engalanado lucía unos atuendos de gran colorido, sin faltar el pañuelo rojo al cuello pregonando la inminente celebración de la corrida taurina. El empresario Francisco Moreno y el alcalde Joaquín Sánchez Valiente, adornaron su carroza y enjaezaron sus caballos y, con la reina de las fiestas, la señorita Lola Valiente Atué y su corte de honor, dieron varios paseos por las calles del pueblo.
Los vecinos que le acompañaban durante el pasacalle, vibraban de emoción y alegría; mientras el párroco Juan Guzmán Nicolini, salió a la Plaza Mayor para expresar su indignación, alegando que la actitud de las señoritas toreras era denigrante para todas las mujeres del pueblo, sin excepción. Tal y como lo concebía, protestó ante la comisión de festejos, ante el alcalde y ante el empresario que había efectuado las gestiones de contratación. Tras dialogar serenamente con el alcalde, llegó a la conclusión de que se trataba de un divertimento propio de los tiempos que corrían, y no un motivo de perversión y corrupción de costumbres. Tan convencido quedó, que prometió acudir a la corrida anunciada, ocupando un lugar en el palco de las autoridades.
El aforo de la improvisada plaza de toros se cubrió en su totalidad. Las señoritas toreras demostraron sus facultades y su valentía, arrimándose a los becerros, recortando y, saliendo por pies, tras la suerte de banderillas y cuando era necesario; con el fin de evitar cualquier percance.
Destacó la actuación estelar de la torera Lola Petrel, demostrando una destreza digna del mayor elogio. Ángela Pagés, que alternó con Lolita, también estuvo brillante en la lidia de su becerra, aunque a la hora de matar estuvo desafortunada. Lolita puso buenos pares de banderillas, citando de lejos a su becerro y, Ángela realizó una faena muy meritoria.
Ambas recibieron un caluroso aplauso y tuvieron que dar la vuelta al ruedo. Al pasar ante la tribuna, en la que estaban las autoridades y la señorita Lola Valiente Atué con sus damas de honor; fueron obsequiadas con un magnífico ramo de flores, de manos de la reina de las fiestas.
El éxito de las toreras fue total; hasta el punto de que al acabar la corrida, hicieron el contrato del festejo taurino del año siguiente, dando el anticipo de la cantidad estipulada; como compromiso contractual. El coste de las localidades fue de 80 céntimos los adultos y 40 las mujeres y niños
El ‘Diario de la Provincia’, en una reseña resalta el comportamiento cívico y la gran vistosidad de la corrida, citando la importante labor realizada por las señoritas toreras y la hospitalidad local, encabezada por el señor alcalde Joaquín Sánchez Valiente, el párroco Juan Guzmán Nicolini, el empresario Francisco Moreno Sánchez, así como de la reina de las fiestas, señorita Lola Valiente Atué, y su corte de honor.
Sin embargo, el periódico ‘Las Provincias’ escribió en sus columnas que dicho festejo taurino fue ¡el fin del siglo y del mundo! No dudó encabezar su artículo periodístico con el eslogan de Las señoritas de las coletas.
En su artículo seguía escribiendo que muchos de los espectadores lanzaron al improvisado ruedo, madejas de hilo y de lana, soplillos de fuego, escobas y demás enseres de uso exclusivo de las mujeres. Los cánticos eran bien sonoros; orquestados—en la mayoría de las ocasiones por las mujeres asistentes al espectáculo. Se oyeron estribillos como: A barrer, A fregar, A cocinar, A planchar y un largo etcétera.
Como estas protestas eran frecuentes, en casi todas las plazas de toros de España; a lo largo de una década, el Ministro murciano Juan de la Cierva prohibió las corridas de toros a pie a todas las mujeres, promulgado en un decreto de finales del año 1908, diciendo que la lidia femenina era contraria a la cultura y, al sentir femenino de la sociedad.