POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Las noticias, un tanto alarmantes en sí mismas, lo son aún más si el comentarista las magnifica «engañosamente» aunque, eso sí, utilizando datos reales. Así, por ejemplo, hemos leído en estos días que España sufre la mayor seguía del siglo. Es cierto; pero démonos cuenta que este siglo ÚNICAMENTE cuenta con 17 años; y, claro, dicho así, tal parece que hace casi 100 años que nunca faltó tanta agua.
Bueno, pues reconociendo la escasez de lluvias en estos tiempos (hecho indiscutible), y temiendo un futurible de restricciones en el suministro de agua, me acordé de viejas costumbres devotas que, por el aquel de la modernidad y del «silencio episcopal», están en el olvido.
Me refiero a las PROCESIONES DE ROGATIVAS.
Por ROGATIVAS se entendían aquellas oraciones PÚBLICAS Y SOLEMNES, normalmente realizadas en forma de procesión, con las que el pueblo creyente solicitaba ayuda a los santos para que intercedieran ante Dios en súplica de remedio ante situaciones de desgracia colectiva como, por ejemplo, epidemias, terremotos, lluvias torrenciales, sequías, guerras…. etc.
Esta costumbre, muy antigua ya en la Iglesia Romana, data del siglo V (fue iniciada por el obispo vienés San Mamerto) y se extendió rápidamente por Francia (siglo VI) y España (Siglo VII).
Las procesiones de ROGATIVAS se iniciaban invocando a los santos por este orden: Virgen María, Arcángeles y Ángeles, Patriarcas y Profetas, Apóstoles y Evangelistas, Mártires, Pontífices y Confesores, Sacerdotes, Monjes y Ermitaños, y finalmente Vírgenes. Los asistentes contestaban: «Ora pro nobis».
Seguidamente se enumeraban las súplicas susceptibles de ayuda: enfermedades, muertes repentinas, iras y odios, rayos y tempestades, terremotos, epidemias, hambres y guerras… A todas estas peticiones se respondía con un «Líberanos, Dómine».
Continuaba el listado de súplicas en beneficio de la paz entre naciones, en el bien de la iglesia, en gratitud a todos nuestros bienhechores, en la generosidad de los frutos de la tierra, en favor de los difuntos… Súplicas que solían terminar su texto con esta expresión latina «…dare et conservare digneris», «…conservare digneris», «… donare digneris», etc.
El pueblo fiel contestaba: «Te rogamus, audi nos».
Y, claro, como el pueblo fiel no sabía latín y siempre fue un poco mal pensado, eliminaba la «g» del digneris y decía: ¿Ves ?, estos curas no pierden ocasión en esto de dar y conservar los «dineris…»
Cosas de la historia pasada.
Ya no hay procesiones de Rogativas ni se cantan el «Perdona a tu pueblo, Señor», el «¡Perdón, oh Dios mío!» y otros cánticos penitenciales por el estilo.
Y tampoco nos acordamos de las sequías del siglo pasado (algunas relativamente recientes) ni de aquella famosa de los años de 1948 que, a tenor de algunos discursos del «dictador», las gentes dieron en llamar «LA PERTINAZ SEQUÍA».
Hoy, con la calor, vino este recuerdo a nuestra memoria para compartirlo con ustedes.