POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Seguía las huellas de Dostoievski y me las vi con Pushkin. Suele ocurrirme. Una vez fui a Somiedo a recolectar boletus edulis y llené la cesta con setas de San Jorge. A Fleming le ocurrió algo parecidísimo, descubrió la penicilina de casualidad, en un cultivo de bacterias cuando se le atravesó un hongo nuevo. Mi propia vida llevó esa deriva; la profesión de aparejador me condujo al oficio de escritor. Y aún mayor deriva fue la de Colón, que buscando las Indias encontró América, el mayor error de navegación jamás visto. Hay una lucidez, una intuición inteligente, que nos guía más allá de nuestros conocimientos; algo en nosotros sabe más que nosotros. Pues bien, en mi viaje reciente por países eslavos buscando a Dostoievski me topé con Pushkin, y tampoco con el prosista que leí sino con el poeta, que yo desconocía. De Pushkin iba a hablar hoy y de Oviedo, y mira por dónde descubrí la serendipia.
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