POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ)
«¡El predicador! El predicador sube, dicen ansiosas miradas y siseos indiscretos. ¿Quién es? Preguntamos. El que camina, pausado y seguro de sí mismo, con la unción evangélica en su semblante, entre admiraciones curiosas, envuelto en las populares y cariñosas miradas de la multitud, que remembran los añejos tiempos de Pablo de Tarso. El que la sagrada cátedra ocupa, es un apóstol moderno, es un extremeño ilustre, es el docto y elocuentísimo magistral de la Catedral de Madrid, mil veces ilustrísimo señor don Enrique Vázquez Camarasa.
Trataremos hoy, dice, de cómo la ley sustantiva del Decálogo, tiene su complemento, su aplicación y vida en la ley moral y adjetiva del Evangelio. Extremeños: ¡qué alegría!; pero qué inmensa tristeza. Don Enrique Vázquez Camarasa, nació en nuestra calumniada Extremadura, pero a tan gran brillante hubo que hacerle el montaje en tierras extrañas. Lástima grande que nuestro palacio solariego sea tan mezquino para hospedar a la grandeza de nuestros genios.»
Esta feliz crónica hecha por El Bachiller Cantaclaro, seudónimo del escritor Luis Chorot de Coca (Lobón 1876-Madrid 1936)1, se hacía en Villafranca de los Barros (Badajoz) con motivo de celebrarse el último día de la novena a Nuestra Señora de Lourdes, que Virginia Macón organizaba y costeaba anualmente. Maravillosa oración, plegaria digna, afirmaba Luis Chorot, reclamando así la figura de tan notable sacerdote: «Nosotros bendecimos mil veces a la suerte que nos deparó la ocasión de tal deleite»2. Esta crónica me despertó afanes investigadores sobre la vida y obra de este almendralejense, canónigo magistral de la catedral de Madrid. Acudo a su biografía.
Datos biográficos
Enrique Vázquez Camarasa nació en Almendralejo (Badajoz) el 9 de marzo de 1880. Estudió humanidades en el Seminario de Badajoz, completando su formación en la Universidad Pontificia de Comillas. El 18 de septiembre de 1907 fue ordenado sacerdote y en febrero de 1915 le nombraron magistral3 de la catedral de Madrid, dignidad que hasta entonces ostentaba en Astorga. Su carrera eclesiástica pronto fue reconocida en la capital de España, al ser nombrado por el Papa director nacional de la Obra de la Propagación de la Fe. Alfonso XIII le designó capellán de Honor y predicador del Rey, alcanzando gran fama y reconocimiento como orador y conferenciante.
De su etapa como seminarista en Badajoz, siendo obispo el zafrense don Félix Soto Mancera (1849-1910), destaca su participación en una velada literaria y musical en honor de Santo Tomás de Aquino, patrón de los teólogos, el 7 de marzo de 1906, con un discurso en el preámbulo y la oda Divina elegis amator. Enrique Vázquez Camarasa, en 1906-1907, era alumno de cuarto curso de Teología, tenía 26 años4.
Son numerosas las referencias que, de sus sermones y cultos, se encuentran en la prensa madrileña. En junio de 1915, por ejemplo, en La Correspondencia de España se insertaba un suelto sobre la clausura de la Asamblea Diocesana celebrada en el palacio episcopal de Madrid, en cuya sesión intervino, destacándose que su portentosa palabra arrebató al auditorio que le colmó con extraordinarios y entusiastas aplausos. Fue el encargado de realizar las oraciones fúnebres dedicadas a Benedicto XV y Antonio Maura5.
Era autor de ensayos como: Necesidad de hacer estudios para informar a la Ciencia del pensamiento en Santo Tomás de Aquino, La autoridad doctrinal de la Iglesia Católica, La conquista de Granada6, Evolución de la idea de libertad7, La Cátedra Sagrada y sobre la encíclica Humani Generis Redemptionem8. También se catalogan de Vázquez Camarasa: El sentimiento de lo divino (1908), Concepto del misticismo (1908), Teorías místicas (1908), De re literaria (1909), Discurso pronunciado en el Ateneo de Badajoz en la velada necrológica que celebró dicha Sociedad el 5/III/1911 en honor de Carolina Coronado, La autoridad doctrinal de la Iglesia Católica y la libertad de pensamiento (Conferencias científico-religiosas pronunciadas en la parroquia de San Ginés, de Madrid. 1916)9. En 1925, Vázquez Camarasa, está en Antequera para hablarle a los componentes de la Conferencia de San Vicente de Paul. Camarasa defendió los principios de religión, propiedad y cultura10. El 20 de enero de 1935 fue orador de la novena a Jesús de la Pasión, titular de la cofradía del mismo nombre, en la colegiata sevillana del Divino Salvador.
La retórica del magistral Vázquez Camarasa también era conocida y reconocida en Toledo, la sede episcopal del cardenal Isidro Gomá, al que tanto escribiría durante su exilio francés. En la ciudad imperial predicó un triduo a santa Teresa del Niño Jesús durante la cuaresma de 1935 en la iglesia de los carmelitas. Camarasa fue uno de los hombres de mayor relieve de la diócesis madrileña11.
La biografía de Enrique Vázquez Camarasa no está exenta de discusiones y juicios contradictorios, pues el 11 de septiembre de 1936 accedió al interior del Alcázar de Toledo, permaneciendo junto a los sitiados para prestarles asistencia espiritual. Entregó al coronel José Moscardó un documento con varias instrucciones para la evacuación de mujeres y niños pidiendo que estudiase el ofrecimiento. Este hecho fue duramente criticado por sectores próximos a los defensores del Alcázar12, por lo que, después de estos acontecimientos13,
Vázquez Camarasa se exilió en Bruselas, París, Cozes, Arcachón Mulleau y Burdeos, falleciendo en el hospital civil de Saint-André el 8 de abril de 1946 14. Los documentos que tenía Camarasa fueron entregados al sacerdote vasco exiliado, Manuel Mendiola, que ejercía ministerio en la parroquia Notre Dame de Burdeos y atendía espiritualmente al que fue canónigo de Madrid 15. Vázquez Camarasa siempre albergó la esperanza de volver a España. La Guerra Civil y el episodio del Alcázar de Toledo cambiaron su vida.
En reconocimiento a su prestigio, el Ayuntamiento de Almendralejo dio en 1919 su nombre a la calle Harnina, donde estaba su casa natal y el colegio del convento de la Concepción, que desde ese momento comenzó a ser conocido como “Escuelas Vázquez Camarasa”.
Sermones a la Santísima Virgen de Guadalupe.
Durante los días 29, 30 y 31 de mayo de 1925 se celebra en la iglesia parroquial de San Jerónimo el Real, de Madrid16, un solemnísimo triduo a la Santísima Virgen de Guadalupe, con motivo de la Restauración de la Orden española de frailes Jerónimos y de su célebre Monasterio del Parral, de Segovia17, en acción de gracias por tan fausto acontecimiento y pidiendo especial protección a la Virgen de Guadalupe, Patrona de la Orden Jerónima, para dar comienzo a tan magna empresa en su célebre monasterio de Santa María del Parral, recientemente cedido por el Estado para que, la nueva comunidad se encargue de la restauración de tan preciada joya artística, gloria del arte español y admiración de cuantos lo visitan18.
El triduo contenía: exposición de Su Divina Majestad, estación al Santísimo Sacramento, santo Rosario y Ejercicio del Triduo, plegaria cantada a la Santísima Virgen y sermón. A continuación, motete, Tantum ergo, Bendición con el Santísimo y reserva, que hará cada día un reverendísimo Prelado, terminando con el Himno a la Virgen de Guadalupe. El día 31, a las once y media, Misa solemne19. Ese último día hará la reserva del Santísimo Sacramento, en la función de la tarde, el Nuncio de Su Santidad en España, don Federico Tedeschini (1873-1959). Predicando las tres tardes, el canónigo magistral de la Santa Iglesia Catedral de Madrid, don Enrique Vázquez Camarasa20. Los cultos de los tres días tuvieron como bienhechores al marqués de Ciadoncha 21, duque viudo de Bailén22, señores de Lapuerta y condes de Santa María de la Sisla23.
Distribuye Vázquez Camarasa las predicaciones en el Triduo en tres temáticas que recorren la vida de la orden del ermitaño de Belén, San Jerónimo. Para el primer día propuso el predicador: Cómo nacieron los Jerónimos, cómo murieron, cómo renacen. En el segundo día habló de cómo vivieron los Jerónimos, cuál fue su espíritu, cuáles son sus características y matices fundamentales. En el último día de tan solemnísimo Triduo, el magistral de la catedral madrileña habla a los fieles de la portentosa cooperación que prestaron los Jerónimos a las glorias de la Religión y la Patria.
Que la Virgen de Guadalupe dispense su protección de Madre y Reina
Daba principio el primer sermón del almedralenjense dirigiéndose a la Morena de las Villuercas, patrona de la Orden Jerónima: «Comenzamos, señores, en esta tarde un solemnísimo triduo en honor de la Virgen Santísima de Guadalupe, para que dispense su protección de Madre, de Reina, a una empresa que ha empezado, como empiezan todas las cosas grandes, marcadas por el sello de lo sobrenatural, humildemente, calladamente, pero que, no lo dudéis, dará espléndidos y magníficos frutos: la empresa de la restauración de la antigua Orden de los Jerónimos, una de las glorias religiosas más grandes de España, hoy muerta y profundamente ignorada por la mayor parte de los españoles de la actual generación.
Este triduo evoca la visión de un sepulcro y de una cuna; el sepulcro de las antiguas grandezas jerónimas, sobre el que ha sonado la voz de Jesucristo, como en otro tiempo sobre el sepulcro de Lázaro; y una cuna, las ruinas del Parral, donde va a renacer la célebre Orden, en el corazón de Castilla, en la histórica Segovia, ciudad relicario de nuestra nacionalidad, vaso magnífico que conserva el perfume de todas las antiguas grandezas religiosas y legendarias de España».
El orador hacía historia de los orígenes jerominianos:
«Un venerable siervo de Dios llamado Tomás Succio de Siena, de la Toscana, en Italia, tuvo una visión celestial, en la que vio cómo el Espíritu Santo venía a posarse sobre España, con motivo de la creación de una nueva Orden religiosa. Atraídos por tal visión, vinieron a España desde Italia unos cuantos eremitas que, uniéndose aquí a otros devotos animados de espíritu de penitencia, se extendieron por las inmediaciones del Tajuña, en la provincia de Madrid; por lo más fragoso de las montañas de Ávila y por las rientes planas que cercan a la ciudad de Denia. Entregándose a la más extremada pobreza, a la más abnegada mortificación, pero dispersos, sin una regla, sin una ley común que unificase su vida.
El perfume de aquella devoción y el esplendor de aquellas virtudes, comenzó a extenderse por todas partes, hasta el extremo de atraer nada menos que a tres de los más brillantes cortesanos de la Corte de Pedro I y de Alfonso XI, quienes resolvieron dejar las altas posiciones sociales que ocupaban para engrosar aquel penitente ejército de pobres eremitas de San Jerónimo. Estos tres personajes fueron: Pedro Fernández Pecha, camarero mayor del Rey; su hermano, obispo de Jaén, y un canónigo toledano llamado Fernando Yáñez de Figueroa24. Pedro Fernández Pecha, en 1374, era nombrado primer prior del monasterio de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara), casa madre de la Orden.
De esta raíz tan humilde, nació el árbol poderoso que fue después extendiendo su copa por todos los ámbitos de la Península, robustecido con la savia del entusiasmo, con que acogieron a la célebre Orden, reyes, pontífices y magnates; fecundizado por el sol vivificante de la fe española, tan pródiga en grandezas para la Religión y la Patria; árbol magnífico que fructificó en la maravilla de aquellos espléndidos monasterios que se llaman: El Escorial, Guadalupe, El Parral, Yuste, San Jerónimo de Sevilla, Lupiana, y tantos otros que, en pie todavía muchos de ellos, otros en lamentable y bochornosa ruina, demuestran toda la pujanza de la celebérrima y españolísima Orden de los Jerónimos. Pero, amadísimos hermanos míos, un viento terrible de revolución, tronchó el árbol secular, como abatió tantas otras glorias nacionales, liquidadas para bochorno y baldón de la madre España»25.
Españolisimo titulo de Guadalupe
Así llega, Vázquez Camarasa, en su sermón, al renacimiento de los Jerónimos: «Las glorias jerónimas van a renacer en su espíritu, en su regla, en sus tradiciones, en su constitución, en su santidad, en su ciencia y en sus finalidades. Lázaro resucita en la constancia, entusiasmo y sacrificios de quienes acometen la magna empresa de la restauración, confiando en la gracia divina, con la aprobación de sus Prelados, y con las bendiciones del Padre de la cristiandad, Su Santidad Pío XI, quien, en julio del pasado año, los ha oído directamente, y los ha alentado con paternales ternuras».
«Este triduo es, podríamos decir, el primer acto, la primera estrofa con que va a reanudarse el himno glorioso de su antigua tradición. Y, ¡qué profunda significación encierra, qué eficacia seguramente tendrá el que esta primera estrofa vaya perfumada y llena con la invocación de la Virgen Santísima, y, precisamente, de la Virgen Santísima de Guadalupe! María es nuestra Madre y protectora, nuestra mediadora para con Dios; celeste Iris, extendido por el Omnipotente entre el cielo y la tierra, que con el punto céntrico de su arco toca el Corazón de Dios y apoya sus extremos en el campo de nuestras miserias, dolores e indigencias, para que por él suban las plegarias de nuestras necesidades, y al llegar al Corazón de Dios, vuelvan a nosotros trocadas en lluvia de gracias, bendiciones y beneficios.
¿Qué mejor escudo de protección, por consiguiente, para el generoso proyecto que el manto amparador de la Madre de Dios, e invocada precisamente con el españolísimo título de Guadalupe, evocador del monasterio del mismo nombre, tan poderosamente enlazado a los recuerdos y grandezas de España y de la Orden Jerónima? Pidamos, pues, a la Virgen Santísima de Guadalupe que ayude y proteja esta gloriosísima empresa; porque, con su ayuda y protección, Lázaro resucitará, el árbol renacerá y volverá a resonar en el mundo el canto de las grandezas jerónimas, para gloria de la Iglesia y de la Patria».
El orador dejó claro en su exposición los tres factores principales, eje de la vida individual y colectiva de los Jerónimos, fueron las tres virtudes correspondientes a los tres votos, común denominador de toda Orden monástica: votos de pobreza, castidad y obediencia.
«Y aquí, amadísimos hermanos, encuentro yo oportunísima ocasión para ponderar esas tres virtudes y refutar una de las más constantes inculpaciones lanzadas contra la vida religiosa. En nombre de la libertad, en nombre de la dignidad humana, conculcada, según se dice, por estos tres votos, se promulgaron aquellos célebres decretos de expulsión de religiosos y dispersión de órdenes monásticas; y en nombre de esa dignidad y de esa libertad, se sigue atacando a esos mismos religiosos y a esas mismas órdenes. Pues yo os digo, hermanos míos,
que, lejos de ser esos tres votos negación de la libertad, son su más alta expresión, su afirmación más soberana. ¿Quién lo duda?».
Relicario de los hechos más grandes de nuestra historia
En el último día del Triduo a Ntra. Señora de Guadalupe, se imploraba su auxilio y protección en la grande obra de restauración de la Orden de San Jerónimo, poniendo el magistral de la catedral de Madrid especial énfasis en la contribución que los Jerónimos habían puesto en la cultura y vida nacional. Así se presentaba don Enrique Vázquez Camarasa ante Guadalupe:
«Pero donde puede decirse que se compendian todas sus glorias y todas sus influencias en los grandes acontecimientos históricos de nuestra Patria, es en el admirable monasterio de Guadalupe, en Extremadura. Este nombre de Guadalupe es, sin duda alguna, la cifra de todas las grandezas jeronimianas. Engrandecido por el vencedor del Salado, Alfonso XI, y entregado más tarde a los Jerónimos en la persona de su primer prior, el de Lupiana, Yáñez de Figueroa, el famoso monasterio se nos ofrece, aun hoy mismo, a través de su ruina (aunque, afortunadamente, vuelven a encenderse allí los antiguos esplendores, merced a la perseverante acción de los reverendos Padres Franciscanos, a cuyo cargo está actualmente26), el famoso monasterio, digo, aún hoy mismo, se nos presenta como magnífico relicario que guarda los recuerdos de los hechos más grandes de nuestra historia. No hay grandeza española, que no haya pasado por él. Reyes, prelados, conquistadores, sabios, artistas, por allí desfilaron pidiendo protección a la Virgen Santísima de Guadalupe, y orientación y consejo a aquellos sabios y santos religiosos.
En una de sus salas, se maduró el plan de la Reconquista de Granada; en su iglesia se rezaron las primeras rogativas, a fin de que la Virgen protegiera la magna empresa, circunstancia que no olvidó la incomparable Reina castellana, cuando el mismo día 2 de enero de 1492, en medio del entusiasmo que llenaba la reconquistada ciudad, escribía al prior de Guadalupe27, dándole gracias por aquellas rogativas y oraciones con que los santos religiosos habían cooperado a la obra de la Reconquista.
Y cuando el poder de la Media Luna se hundía en las aguas de Lepanto, entre los himnos de la victoria, resonaba constantemente el nombre de la Virgen de Guadalupe, ante la cual poco después se presentaba el vencedor, don Juan de Austria, para ofrendarle, como hermoso trofeo, la gran farola que iluminaba la nave capitana de los turcos; farola que puede admirarse aún en la suntuosa sacristía».
Guadalupe, timbre glorioso de la orden Jerónima
Continuaba el almendralejense orador:
«En Guadalupe manifiesta Isabel la Católica, por vez primera, el propósito de vender sus joyas para el descubrimiento del Nuevo Mundo; y allí se escribe y entrega a Peñalosa la carta en que se ordena que se proporcionen a Colón28 las tres carabelas en que se metió el genio de la raza, para ir a pasear sus ensueños de grandezas por todos los mares inexplorados, hasta conseguir que los mares arrojaran a sus pies mundos desconocidos, como colosales ramilletes de flores. Ante los altares de Guadalupe se postró de rodillas el gran navegante, después de su viaje, y dio gracias por su libertad, el hombre gloria de nuestra raza, el incomparable
Cervantes 29, que, después de su prisión en Argel, fue a Santa María de Guadalupe para depositar allí las cadenas de su cautiverio; por allí desfilaron aquellos extremeños ilustres, cuya alma devoró la sed de aventuras, cuyo brazo manejó la espada de las grandes conquistas, Cortés, Pizarro, Almagro y García de Paredes.
Y en el orden de la cultura, no olvidemos que la biblioteca de Guadalupe, juntamente con la del Escorial, fue la primera biblioteca de España. Y digo fue, porque sus libros —recordémoslo para oprobio y baldón de cuantos cooperaron al tremendo latrocinio, al bochornoso despojo—, sus libros, repito, salieron en serones y en recuas de asnos por todos aquellos caminos, y muchísimos de ellos se vendieron al peso, como una mercancía inútil, en las más apartadas aldeas de Extremadura30. Notabilísima fue, asimismo, la Escuela de música que entre sus muros floreciera, dirigida por el célebre Melchor de Montemayor31, cuyos portentosos cantorales, restos del gran tesoro de Guadalupe, son la admiración de cuantos visitan el famoso monasterio. En su sacristía se guardan, como joyas preciosísimas, los más hermosos cuadros del inspiradísimo Zurbarán; y por último, allí floreció celebérrima Escuela de Medicina, con sus tres magníficos hospitales, de la cual tantos y tantos beneficios se derivaban, que cuando en el concilio de Reims se prohibió —prohibición confirmada por varios otros concilios y por la autoridad del Romano Pontífice— que los clérigos y religiosos ejerciesen la Medicina, bajo pena de excomunión, por una Bula del Papa Eugenio IV32, se exceptuó la Escuela y el Hospital de Guadalupe, en atención a su beneficiosa influencia33.
Es pues, señores, el nombre de Guadalupe, timbre glorioso de la Orden Jerónima, evocación de grandezas patrias, afirmación poderosa de la eficacia con que la Madre de Dios ampara a quien con tan dulce título la invoca. Con él en los labios, y más en el corazón, emprenden su obra los actuales restauradores, llenos de confianza; pues no lo dudemos, la protección de María Santísima será la estrella que ilumine sus caminos, la fuerza que deshaga las dificultades, la celeste lluvia de gracias y bendiciones que fecunde el campo donde la restaurada Orden rinda los antiguos frutos de cultura y santidad que tantas glorias dieron a la Religión y a la Patria. Así sea».
En el Apéndice de los Sermones se lista una relación de los monasterios que poseían los Jerónimos cuando fueron exclaustrados por el decreto de Mendizábal, en 1835. España contaba con sesenta monasterios Jerónimos, entre ellos dos en Extremadura: Guadalupe y Yuste, y ocho monasterios en Portugal34.
Finalizo este trabajo sobre las predicaciones del canónigo magistral Vázquez Camarasa, dando un salto en el tiempo desde aquellos días finales del florido mayo de 1925, hasta el último día de abril de 2010, cuando el Centro de Iniciativas Turísticas de Almendralejo (CIT) le hizo un homenaje como preclaro hijo de Almendralejo, descubriéndose un busto de bronce en su honor, obra de Gabino Amaya, donado por Elicio Flores Jiménez.
Se encuentra en el jardín que hay junto a la puerta de la torre de la parroquia Nuestra Señora de la Purificación, de la ciudad que le vio nacer en 1880. 35, y dedicando su nombre a la calle situada entre las de Becerros y Juan Carlos I, de la ciudad de Almendralejo, , collación de la Purificación.
- Autor de Hilvanes y zurcidos, ensayo poético de un suave y finísimo humorismo. Los penúltimos inquilinos del Congreso, semblanzas a la ligera al alcance de cualquiera. Retratos al carbón, estampas, siluetas y caricaturas. Hojarascas de mi pobre huerto, colección de artículos periodísticos. El llamado por Luis Chorot “Puente de los Suspiros” (Puente de Lobón sobre el Guadiana), se construyó gracias a las gestiones que hizo ante las autoridades del Ministerio de Fomento en tiempos de Primo de Rivera. 2. Cf. CORREO DE LA MAÑANA. Año IV, núm. 1.084,10/V/1917, p.4. El artículo fue publicado con el titular: “Un viaje a Villafranca de los Barros. Notas de un curioso de ocasión”. 3. Canónigo magistral, prebendado de oficio, predicador del propio cabildo.
- Cf. GONZÁLEZ LOZANO, F.- PÉREZ ORTIZ, G.: “Félix Soto Mancera. Influencia científico-literaria y pastoral en el Seminario San Atón de Badajoz (1904-1910)”, en Revista de Estudios Extremeños, 2016. Tomo LXXII, núm. II, p.1270. Estos autores informan que su expediente académico arroja la calificación de meritissimus para las asignaturas de Teología dogmática, Teología moral y Patrología, en el curso 1905-1906. El siguiente curso obtenía esa misma calificación en las asignaturas de Escritura, Teología pastoral y Liturgia. 5. Elogio fúnebre de don Antonio Maura y Montaner pronunciado en las exequias celebradas en San Jerónimo el Real por la Real Academia Española el 20/I/1926. 6. Sermón que por encargo del Ayuntamiento de Granada predicó el 2 de enero de 1917 en la Santa Iglesia Catedral. 7. Conferencia pronunciada en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación en la sesión pública de 21/II/1918. 8. Carta encíclica de Benedicto XV del 15/VI/1917 sobre la predicación de la Palabra de Dios y la necesidad de la Iglesia de tomar esta tarea como prioritaria. Discurso leído en la solemne apertura del curso académico 1919-1920, en el Seminario Conciliar de Madrid. 9. Cf. ZARANDIETA ARENAS, F.: Crónicas almendralejenses de ayer y de hoy. El Libro del Cronista, II (2010-2011). 10. Cf. El sol de Antequera. Año III, núm. 69, 8/III/1925, p. 5. Semanario Independiente fundado el 30/VI/1918. El ámbito social de los seguidores de Federico de Ozanam fue aromatizado por la vasta cultura y arrebatadora elocuencia que en tan alto grado atesora el eximio magistral de la catedral de Madrid. La parábola del Samaritano sirvió de fundamento al egregio predicador para demostrar que, la caridad debe ser viva como el alma humilde y resignada; llegando a afirmar que mientras un solo ser muera de hambre o frío no puede considerarse la sociedad plenamente constituida cristianamente. 11. Cf. VAQUERIZO MARISCAL, A.: La Iglesia en el Madrid en guerra. Información y propaganda (1936-1939). Tesis Doctoral. U.C., Madrid 2017, p.485. Recurso web https://eprints.ucm.es/42282/1/T38693.pdf. El autor estudia las cartas que el canónigo cruzó en el exilio con el doctor Gregorio Marañón, haciéndole partícipe de su deseo de volver a España y el resentimiento que de él tiene el coronel Moscardó. 12. Cf. SÁNCHEZ LUBIÁN, E.: “Vázquez Camarasa, el cura “traidor” a los dos bandos”. Archivo secreto: revista cultural de Toledo, 5 (2011) 206-219.
- ARCHIVO GOMÁ: “Documentos de la Guerra Civil”. Vol. 10, abril-junio 1938. CSIC, Madrid 2016, p. 78. 14. Cf. CABEZAS GRANADO, F.: “El exilio extremeño: Apuntes para una Historia”. REEx, 2010, t. LXVI, nº 1, p.325; VAQUERIZO: La Iglesia en…, p. 524. 15. Así se da a conocer en documentos del Archivo Gomá y en el libro “Los rehenes del Alcázar de Toledo”, de Luis Quintanilla, editado en París (Editorial Ruedo Ibérico, 1967, pp. 151-178. 16. Conocido popularmente como “Los Jerónimos”, fue uno de los monasterios más importantes de Madrid. Del primitivo edificio subsisten hoy la iglesia y un claustro, a espaldas del Museo Nacional del Prado. 17. Mandado construir por Enrique IV en 1447, está formado por bellos claustros y una iglesia con importantes esculturas y magnífico retablo mayor. Guarda las tumbas de alabastro de los marqueses de Villena, Juan Pacheco, su esposa María de Portocarrero y otra de su hija Beatriz Pacheco. En 1925 empezó allí la restauración de la Orden, que se propagaría por otros antiguos cenobios y hoy languidece en este de Segovia. 18. Publicados en 1925, por el establecimiento tipográfico Editorial Ibérica, con prólogo del obispo de Segovia, don Manuel de Castro Alonso. Cf. http://bibliotecadigital.jcyl.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=23211 19. El Triduo contaba con la autorización y bendición del obispo de Segovia, antes mencionado, y el de Madrid-Alcalá, don Leopoldo Eijo y Garay (1878-1963). 20. La parte musical fue interpretada por el Coro Polifónico que dirige el R.P. Luis Iruarrizaga, CMF, ejecutando el siguiente programa: Primer día: I. Yo sé, Madre (Plegaria a la Virgen a seis voces solas), del Iruarrizaga. II. Coenantibns lilis (Motete a cinco voces solas), de M. Haller. III Tantum ergo (a cuatro voces y órgano), de V. Goicoechea. IV. Himno a Nuestra Señora de Guadalupe, armonizado por Iruarrízaga. Segundo día: I. Quiero Madre (Plegaria a la Virgen, a cuatro voces y órgano) de Iruarrizaga.- II. Bone Pastor (motete a tres voces y órgano), de A. Kunc. III. Tantum ergo (a tres voces y órgano) de L. Perosi. IV. Himno a Nuestra Señora de Guadalupe, como el primer día. Tercer día: I. Tiene sonrisas el alba (Plegaria a la Virgen a seis voces solas) de Iruarrizaga. II. Benedictus (motete a cinco voces y órgano), de L. Iruarrizaga. III. Tantum ergo) a cinco voces), de P. Griesbacher. IV. Himno a la Virgen de Guadalupe, como en el primer día. Misa solemne del día 31. Misa Inmaculata (a tres y cuatro voces con órgano), de V. Goicoechea.
- José de Rújula y Ochotorena, VIII marqués de Ciadoncha, escritor y genealogista, escribió con el extremeño don Antonio del Solar y Taboada, destacado genealogista y marqués de Campolataro, entre otras obras: “Piedras armeras de la provincia de Badajoz. Apuntes para un catálogo de los blasones de las casas solariegas que aún se conservan”. 22. Manuel González de Castejón Elio, viudo de María de la Encarnación Fernández Córdoba, IV condesa de Bailén y XI marquesa de Mirabel. 23. Consuelo de Cubas Erice y Guillermo Pelizaeus. En esa comarca toledana fundó la Orden el monasterio Santa María de la Sisla (1384-1835), el segundo en España. 24 Noble cacereño, educado en la Corte de Castilla. Fue el primer prior regular de Guadalupe, 23/X/1389.
- 25 Se refiere el orador a las leyes y decretos de 1835 y 1836, bajo la inspiración del ministro de Hacienda, Juan Álvarez Mendizábal, que condujeron a la Desamortización, Secularización y Exclaustración. En el Apéndice de los sermones de Vázquez Camarasa, se cuantifican y relacionan sesenta y ocho monasterios que los Jerónimos poseían cuando fueron exclaustrados por decreto de Mendizábal.
- El sábado, 7 de noviembre de 1908, ya de noche y bajo una lluvia torrencial, entraron en Guadalupe los primeros franciscanos. Cf. ARÉVALO SÁNCHEZ, A.: Guadalupe, siglo XX. El primer siglo franciscano”, Sevilla 2004, p.96. 27. Se trata de fray Nuño de Arévalo, el decimoquinto de la lista nominal de los priores (1483-1495). También fue prior del monasterio de Yuste. Cf. GARCÍA, S. Y TRENADO, F.: Guadalupe: historia, devoción y arte. Sevilla 1978, pp.95-101. 28. Cristóbal Colón estuvo en varias ocasiones en Guadalupe, en momentos y actos ligados a los hechos históricos del Descubrimiento.
- Hay testimonios escritos sobre Guadalupe de Íñigo López de Mendoza, Pedro Vélez de Guevara, Cristóbal de Castillejo, José de Valdivieso, Tirso de Molina, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca y Miguel de Unamuno, entre otros. 30. El padre Carlos G. Villacampa, OFM, gestionó ante el Ministerio de Instrucción Pública y en el de Bellas Artes la devolución en depósito de parte de la biblioteca del monasterio que, en los días de la Desamortización fue traslada a Cáceres; ésta última negociación no tuvo el resultado apetecido. Cf. GARCÍA Y TRENADO: Guadalupe, historia…, p. 258. El orador Camarasa obvia el scriptorium. 31. (Córdoba 1588-Guadalupe 1678). Ingresó en Guadalupe con veintiocho años, recibiendo el hábito en 1616. Se encargó de la dirección de la capilla, forjando con su trabajo la escolanía guadalupense. Escribió innumerables obras, todas para aquellos tiempos de gran gusto, mirando siempre a la gravedad sonora, y así mueven cuantas se cantan suyas acordarse de los Cánticos de Sión, olvidando las Músicas de Babilonia, bien ajenas de las iglesias de Cristo. Recogiéronse todos sus escritos en cuatro tomos de papel de marca mayor, y se guardan en el Archivo de Musical, como alhajas muy preciosas. Cf. RODILLA LEÓN, F.: “El ‘canto de órgano’ en el Real Monasterio de Guadalupe: Fuentes, repertorio y compositores (I)”, en Guadalupe 863 (2019) 21-22. 32 CCVII Papa de la Iglesia Católica, natural de Venecia, su pontificado fue en 1431-1447. 33 Concessum ut petitur pro fratibus et infirmis disctorum hospitalium per non existentes in sacris. (Se acabaron los escrúpulos de conciencia de los monjes de Guadalupe, siempre que no estuvieran ordenados in sacris) 13/VII/1442, renovada el 31/III/1443 y ampliada por el Papa Nicolás V el 2/VIII/1451. CF. GARCÍA Y TRENADO: Guadalupe, historia… Op. cit. pg. 572.