POR APULEYO SOTO PAJARES, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRRA (MADRID)
¡Segovia con Machado, qué día más feliz el día 22 en el 75 aniversario de la muerte del poeta esencial del tiempo en el exilio de Collioure el 22 de febrero del 39!
O mejor, qué día más feliz con los sesenta poetas de todas las españas reunidos por la editorial Vitruvio que dirige Pablo Méndez, en el patinillo de su casa pensión de Segovia, calle de los Desamparados, ante el busto que en piedra rosada de Sepúlveda le buriló su amigo Emiliano Barral.
Allí depositamos una corona de flores (bien por ti, David de la Cruz) y después recitamos sus versos en la Academia de San Quirce que el profesor de francés fundara. Y después nos jamamos un cochinillo con garantía de Procose en el restaurante La Floresta de Julián Duque. (Hay que asarlo un poco más, hasta dorarlo y dejarlo coruscante. Pero vale)
Segovia mía, ¿por qué no rescatas sus restos -los del poeta, digo- como rescataste los trozos más preciados de San Juan de la Cruz, el que escribió sobre tus riscos y tus valles «El Cántico Espiritual»?
Pero esa es otra cuestión en la que no me quiero meter, ni falta que hace.
No pido cadáveres sino vivencia de su poesía, palabra esencial en el tiempo, repito, hoy como ayer, en la cabeza de los españolitos, hartos de fratricidios estériles y separadores.
Desgraciadamente, seguimos siendo unos y los mismos embistiéndonos. Ya está bien.