
POR JOSE MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE LAS VILLAS DE BEDMAR Y GARCIEZ (JAÉN)

D. Manuel Antonio de Acuña y Dewitte, la Cueva y Benavides Prado Fernández de Miranda Vázquez Coronado Figueroa Castro Enríquez Luna y Portocarrero Ronquillo y Briceño Mascareñas Mendoza Cisneros y Girón Bravo de Acuña Bravo de Lagunas Arce y Zárate Duero y Miranda”, fue marqués de Bedmar desde el 22/I/1835 hasta su fallecimiento ocurrido en Madrid el 16/V/1883, aunque fue enterrado en la Capilla del Doncel de la Catedral de Sigüenza, junto a su hijo, D. Rodrigo y su primera esposa, Dª. Lucía Palladi, los cuales fallecieron antes que él. Por su condición de Miembro de la Nobleza y Grande de España de 1ª Clase, el Marqués de Bedmar fue Senador Vitalicio del Reino por derecho propio durante las Legislaturas de 1858-1860; 1876-1877 y 1877 por las provincias de Albacete y Guadalajara.
Fue en París donde contrajo su primer matrimonio el 23/II/1842 con Dª. Lucia Palladi Callimachi (Viena, 27/VIII/1813-París, 19/IX/1860), originaria de Moldavia y princesa viuda del Príncipe de Cantacuzeno Péscaro, miembro de la nobleza rumana con estados en Voldovia e hija de D. Hernán Constantino Palladi y Calimachi. De este enlace nació en Viena, el 21/VIII/1843, un hijo: D. Rodrigo Manuel de Acuña y Palladi, Marqués de Escalona en calidad de heredero de la Casa de Bedmar, que premurió a su padre a los 20 años y sin descendencia. Las continuas infidelidades del Marqués de Bedmar provocaron el distanciamiento entre D. Manuel Antonio y Dª. Lucía, una dama de singular atractivo intelectual apodada “la muerta” y que fue la musa del poeta D. Juan Valera (1). Un Valera que encontró a Dª. Lucía, “versada en el griego clásico”, en la tertulia de la duquesa de Bivona, cuñada de la Palladi, a quien se conocía con el sobrenombre de la “dama griega”, al ser esta dama natural de Moldavia y haber pertenecido esta región al antiguo Imperio Bizantino. Era bella, frágil, inteligente.

Y fue uno de los primeros amores —y nunca olvidado— de Juan Valera, el autor de Pepita Jiménez, aunque ella se resistió siempre a las solicitudes apasionadas y carnales del entonces muy joven diplomático y poeta y futuro novelista. Las cartas cruzadas entre ambos son hondamente expresivas: “Dejadme amaros a mi modo”, le exhorta ella en una de sus cartas; y le dice también: “Ven… pero ven sumiso, razonable, moderado, a medida de mi deseo”. Valera también le escribe cartas, versos, y se siente influido y alentado por la “dama griega” … Pero el sentimiento se irá apagando y el tiempo hará su obra. Como así ocurrió, cuando Valera vuelva a verla, en París, en 1857, envejecida, escribiría en una carta a su amigo el marqués de Valmar: “Al verla recordé aquella horrible historia de Poe…”. Y he aquí como cabe evocar un amorío de D. Juan Valera en la capilla de los Arce de la catedral de Sigüenza. Mientras esto ocurría D. Manuel Antonio vivía a caballo entre Madrid, Guadalajara y París, mientras que Dª Lucía, separada de él, -pero sin perder la amistad y sin rompimiento del vínculo conyugal- y a la que no le gustaba demasiado la sociedad madrileña y no tener una buena opinión de las cosas españolas, de ahí que sus estancias en la corte isabelina fueran escasas y breves, repartiendo su tiempo entre París, sus estados de Moldavia y, sobre todo, en Nápoles, a donde arribó el joven D. Juan Valera y Alcalá Galiano en 1847, tras aceptar el nombramiento de agregado sin sueldo en la Embajada de Nápoles, la cual estaba dirigida por el Duque de Rivas. Dª. Lucía, Marquesa consorte de Bedmar, tras su fallecimiento (París, 19/IX/1860) fue enterrada en la Catedral de Sigüenza (Guadalajara), en la capilla de San Juan y de Santa Catalina, también llamada de los Arce o Capilla del “Doncel” y enterramiento de la casa marquesal de Bedmar, según se observa a la entrada de la citada cripta y delante del monumento funerario referido, donde se encuentra una humilde losa en el suelo con una lápida que reza así: “Aquí Yace la Sra. D.ª Lucía Palladi, marquesa de Bedmar, nacida en Viena el 27 de agosto de 1813, fallecida en París el 19 de septiembre de 1860”.
Tras enviudar el Marqués de Bedmar de su primera esposa, se volvió a casar, en segundas nupcias, en Madrid el 5/IV/1861, con la bella española, Dª. Carolina Juana de Montufar y García-Infante (San Sebastián, 11/XII/1825-Madrid, 1891), con la que no tuvo descendencia y viviendo en París y en Madrid: Palacio de los Marqueses de Bedmar en Ronda de Recoletos y en la Quinta del Marqués de Bedmar -en Canillejas-, adquirida el 27/XI/1850 a la viuda de los Condes de Medina Sidonia por 240.000 reales de vellón. El 10/IV/1882, D. Manuel Antonio Acuña-Dewitte Cueva-Benavides otorgó testamento ante D. Mariano García Sancha, en el cual nombraba heredera a su esposa, obviando a su hija ilegítima nacida en Paris el 21/I/1854 –(Dª. Manuela Matilde de Acuña (2), habida de sus amores con la bailarina Fanny Cerrito)-, y albaceas a aquélla y a D. Francisco Caballero del Mazo, Marqués de Torneros, el exministro D. Francisco Silvela, D. Mariano Maldonado y Dávalos, Conde de Villagonzalo y al consejero de Estado y abogado D. Antonio María Fabié y Escudero. No obstante, Dª Carolina Montufar tan sólo podría recibir los bienes que tuvieran la consideración de libres, pues los vinculados debían recaer en su sobrino D. Ernesto Bruno Fernández de Heredia y Acuña, 10º Marqués de Villanueva de las Torres y 11º Marqués de Bedmar y del Prado. Cuando falleció el Marqués de Bedmar, sus albaceas y viuda cumplieron fielmente su última voluntad, como la de ser enterrado en la Capilla de San Juan de la Catedral de Sigüenza, en la referida sepultura familiar, tal como reza en los tramites seguidos en el Senado, para su honras fúnebres y enterramiento: Sus restos mortales, tras su fallecimiento ocurrido en Madrid el 16/V/1883 a las siete menos cuarto de la mañana, tras una penosa enfermedad, fueron honrados en el Palacio del Senado y luego escoltados por una Comisión hasta la Catedral de Sigüenza (Guadalajara) donde está enterrado a los pies del Sepulcro del Doncel, junto a su hijo Rodrigo (Viena, 21/VIII/1843-París, 1863) y su primera y segunda esposa, Dª. Lucía y en 1891, Dª. Carolina Montufar. Sobre este evento fúnebre La Correspondencia de España, en su edición madrileña del día 19/V/1883, decía como “el cadáver del señor marqués de Bedmar fue embalsamado y colocado en suntuosa cama imperial –pende de su cuello el Toisón de Oro y cruza su pecho la Banda de la Legión de Honor y la de Carlos III-. Dan guardia de honor al féretro los alabarderos y dos Siervas de María rezan constantemente en los altares. La señora marquesa de Bedmar no ha podido dejar el lecho”.
La vida social de la marquesa viuda, por segunda vez, continuó y así vemos como en el Jubileo Sacerdotal del Papa León XIII, celebrado en San Pedro del Vaticano (Roma) en 1888, estuvo presente en una tribuna especial y junto a otras personalidades internacionales invitadas al efecto. Y es que, la Marquesa viuda de Bedmar, Dª. Carolina Montufar, fue una mujer hermosísima, alta, esbelta, airosa, cualidades que había heredado de su madre y dotada de un talento clarísimo, un ingenio brillante, una gracia verdaderamente encantadora. La 2ª Marquesa consorte de Bedmar no tuvo hijos, y su fortuna pasó al heredero del título, el entonces XI marques de Bedmar, D. Ernesto Bruno Fernández de Heredia y Acuña y algunas mandas de consideración a Madame Lamoteux, hija ilegítima de su segundo esposo (3).
Notas: (1) Dª. Lucía Palladi, fue una mujer muy instruida, sensible, inteligente y macerada por el pesar y las dolencias físicas cuando D. Juan de Valera la enamoró, por lo que ya no era una mujer joven y no parecía que hubiese sido nunca una mujer bella. La lividez de su rostro y la fantasía amatoria de Valera, que adoraba a un objeto fingido, inexistente, más bien a un “cadáver”, le valió a la Marquesa consorte de Bedmar, el sobrenombre de “La Muerta”, a quien conoció en Nápoles en 1848 y a la que años más tarde, a su regreso de Rusia, visitó en París, en 1857 [Cfr. AZAÑA Y DÍAZ, Manuel. Ensayos sobre Valera. Alianza Editorial. Madrid, 1971].
(2) Aunque su 2ª esposa, en su Testamento, ordenó la adjudicación de su patrimonio a su heredera usufructuaria, su hijastra Dª Matilde de Acuña, para que a su muerte recayera en sus dos hijos, habidos en su matrimonio con Monsieur Theodore Charles René Le Motheux Bourbaky, realizada en el Palacete de La Quinta de Canillejas (Madrid) el 21/X/1872, hijo de una Dama de la Emperatriz Eugenia de Montijo, Dª. Adelaida Bourbaky, y sobrino del célebre general D. Carlos Dionisio Bourbaky, Ayudante de Campo de Napoleón III.
(3) KASABAT. “Una sociedad que pasó: Noticia triste. La muerte de la Marquesa viuda de Bedmar”, en El Heraldo de Madrid. Diario Independiente. Año II. Nº. 177. 2ª Edición. Madrid, sábado 25/IV/1891. P. 1.
FUENTE: J.M.T.V.
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