POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (GRAN CANARIA)
El traslado en procesión de las imágenes de la Virgen desde su lugar tradicional de estancia en los templos de su advocación a otros lugares de culto, así como los encuentros e intercambios, han formado parte de la tradición popular y fervor religioso en razón a rogativas a favor de su intercesión para acabar con el padecimiento de calamidades (hambrunas, epidemias, plagas, falta de lluvias…).
El acontecimiento que relatamos tuvo lugar cuando transcurría el año 1.604. Avanzado el siglo XVI, se había erigido una ermita en el lugar “del Ingenio” de la Vega de Aguatona, bajo la advocación de Nuestra Señora de Candelaria, y aunque el templo parroquial matriz en honor de San Sebastián radicaba en la Villa de Agüimes, existió gran devoción hacia ambas representaciones iconográficas, además de Nuestra Señora de las Nieves en su ermita en la “Villa” y Nuestra Señora del Rosario, vinculada durante siglos a la capilla del Convento Dominico de Agüimes. La veneración a estas imágenes queda patente en multitud de legados y testamentos, sobre limosnas, misas, y capellanías. La mayoría de estas disposiciones iban dirigidas a la imagen de San Sebastián, patrono de la parroquial de Agüimes en razón a la jurisdicción administrativa y religiosa de la época en el llamado Señorío Episcopal y a donde todo el vecindario tenía que acudir, no solo para el culto sino para los bautismos, matrimonios y entierros. Sin embargo, los habitantes “del Ingenio” en general se acordaban también de su “Candelaria”, expuesta en la ermita del lugar, a la hora de pedir favores y ofrecer dádivas. La escasez de lluvias que había producido gran merma en las cosechas en los albores del siglo XVII, provocó gran desazón en el vecindario y es por lo que los vecinos de la “Villa” decidieron llevar en cortejo procesional la imagen de Nuestra Señora del Rosario desde su sede en Agüimes hasta la ermita de Nuestra Señora de Candelaria “que está en el Ingenio, término de dicha Villa” y recíprocamente traer a Agüimes la de la Candelaria. El acuerdo quedó establecido y se llevó a cabo el desfile procesional, pero se cambió de parecer, dándose el caso que no llevaron “al Ingenio” la Virgen del Rosario sino un crucifijo muy antiguo que tenían desechado en la sacristía; pero sí fue llevada la imagen de la Candelaria a la Villa de Agüimes con el consiguiente agravio para los vecinos del por aquel entonces “barrio del Ingenio”. Principal protagonista de esta historia fue Marcelina de Tubilleja, cuando contaba 30 años, casada con el labrador Pedro Cazorla, rica hacendada, nieta del cañaverero Bartolomé de Tubilleja, uno de los grandes propietarios que en los albores del siglo XVI se había establecido en la Vega de Aguatona, avecindado con su esposa e hijos en una casa del primitivo núcleo urbano “del Ingenio”, de cuyo complejo azucarero había tomado posesión como apoderado en 1536; habiendo ostentado los cargos de alcalde real, ordinario y de aguas del Señorío Episcopal y mayordomo del templo de San Sebastián. El padre de Marcelina, Francisco de Tubilleja, ostentó el grado de capitán y fue también alcalde del Señorío, siendo poseedor en “el Ingenio” de viñas y un lagar de tea. Marcelina, que había participado en la procesión, hizo saber a los de Agüimes, que, ya que se llevaban la imagen de la Virgen de Candelaria, les dejasen otras que garantizara que los feligreses de la Villa volverían por ellas, devolviendo la que se llevaban. Algunas vecinas se escandalizaron con esta propuesta y lo comunicaron al calificador del Santo Oficio de la Inquisición Fray Basilio de Peñalosa, abriéndose un procedimiento con testificaciones ante el Inquisidor Hurtado de Gaviria en noviembre de 1.606, cuando había transcurrido año y medio de los hechos, en el cual Marcelina después de declarar lo acontecido solicita al Tribunal misericordia. Como dato curioso, Marcos de Tubilleja, tío de Marcelina, que también vivía en “el Ingenio”, se había visto envuelto en una disputa con su esposa Beatriz Cabeza de Vaca que habiendo sido aconsejada por una esclava negra propiedad de Juana de Trejo, que, para estar en paz con su marido le dijese mirándole a la cara: “con tres te miro, con dos te prendo, corazón de puerco y mano de hombre muerto”, por tal motivo se vio obligada a testificar ante el mismo inquisidor, por las mismas fechas.
…Estos acontecimientos ocurrieron en “el Ingenio” hace 412 años.
Fuente: Revista ‘Fiestas Patronales de Nuestra Señora de la Candelaria y San Blas’. Ingenio, 2019