JOSÉ MANUEL JEREZ LINDE, CRONISTA OFICIAL DE LA E.L.M. DE GUADAJIRA (BADAJOZ).
Uno de los pequeños objetos, elaborados en hueso, que no nos deja indiferentes en nuestra visita al museo emeritense son precisamente estas hieráticas figurillas antropomorfas. Su marcado esquematismo permite reconocer, casi de inmediato, sus atributos sexuales. Su ejecución sobre el hueso metacarpo de vacuno, deja entrever su sección ligeramente curvada. Plana en su reverso (parte interior del hueso) y redondeada en el frontal de la representación que se correspondería con el contorno exterior de dicho hueso.
La cabeza, de forma cuadrangular, remata en la zona superior en una especie de diadema dentada que, grosso modo, podría representar el cabello. Los ojos, marcados por un círculo inciso, enmarcan un punto central. La boca se representa con una simple muesca y bajo el corto cuello se sitúan dos líneas en aspa que se asemejan con los pechos. Estas figuras presentan una perforación transversal, a la altura de las axilas, quizá para su suspensión, lo que determinaría su función como colgante. El cuerpo, de forma ligeramente elíptica, conserva el ombligo perforado, y el pubis muy marcado. La base de la figura se asemeja con un pedestal cuadrangular que puede estar marcado con dos líneas horizontales.
Su especial incidencia en el territorio de la antigua Augusta Emerita ha sido determinante en su denominación como “idolillos lusitanos”. Si bien es cierto que este tipo de figurillas se concentra en el territorio emeritense existe otra serie de hallazgos puntuales en otros puntos de Hispania. Respecto a su posible funcionalidad y en según que casos y contextos, se ha querido asociar con el aspecto lúdico como ocurre con las costosas muñecas articuladas de marfil (pupa). Nuestro criterio se acerca más a la idea de lo simbólico, como una clara alusión a la fertilidad, si consideramos la acentuación de los atributos sexuales femeninos. Consideramos además que pudiera tratarse de amuletos personalizados encargados de la protección de su portador. La superstición materializada en estas figurillas e incluso en los colgantes fálicos alejaban, según la mentalidad de Roma, el llamado mal de ojo y el fascinum que deriva del dios Fascinus.
Muy posiblemente nos encontremos ante un fenómeno de sincretismo que aúna creencias ancestrales, incluso transmitidas a través de pueblos autóctonos anteriores a la llegada de Roma. Cultos que de seguro tienen que ver con la diosa madre, asociada a la tierra, que es protectora y a vez proveedora de vida.
Fuente: J.M.J.L.