POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
La literatura vive de la exageración, los escritores somos hiperbólicos, no digamos los poetas, cómo encarecen los sentimientos y dan bombo a luna de los charcos. Los artistas son por definición gente desquiciada que se sale del cauce para crear. Pero, ¡ay!, el mundo de la radio y la televisión se subió al carro de la performance, del aspaviento, y carga tintas; las locutoras, lejos del castellano monocorde, se expresan con afectación, cambian las comas de sitio, también los acentos, se hinchan, cacarean, gesticulan, así traten de asuntos de poco contenido. Lo importante, lo que piden los productores a las caras visibles y voces audibles, hablen del tiempo o de las témporas, es que se muevan por el plató, que se desorbiten, que alarguen los adverbios, que le den hilo a la cometa, que borden de realce, que le echen cuento. De esta manera, la realidad se confunde con la ficción y yo, aunque sufra la competencia, cada día estoy más en mi salsa.
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