POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA OFICIAL DE CÁCERES
El primer dato histórico que tenemos en Cáceres sobre el gremio de los fabricantes de sombreros, nos lo aportan los libros de gremios publicados por el concejo cacereño en el XVII, desconocemos si con anterioridad existían sombrereros en la villa habida cuenta que no aparece ninguno en los diferentes registros gremiales de la época. En 1668 sabemos que existían tres vecinos dedicados a este fin: Juan de Velasco, Diego Periañez y Benito Márquez. Estos tres artesanos pagaban 6.126 maravedíes de impuestos por desarrollar su oficio.
No será hasta el siglo XVIII, cuando las fuentes documentales nos aportan los datos necesarios para conocer el funcionamiento de un gremio que aportaba a la sociedad local todo tipo de prendas de cabeza, fuesen éstos bonetes, gorros eclesiásticos o diferentes tipos de sombreros, tanto de hombre como de mujer. Uno de los precursores de esta actividad será el vecino de origen francés Jean Carlús, que una vez instalado en Cáceres, va a ser nombrado maestro examinador del gremio de sombrereros, una cuestión que le acarreará algún que otro problema, de manera especial con aquéllos sombrereros de origen francés que deseaban ubicarse en la villa.
Jean Carlús denuncia, en 1785, al vecino de origen francés Antoine Castenon, antiguo aprendiz suyo, que sin dar explicaciones se había trasladado a Sevilla para servir a otro maestro sombrerero, también de origen galo, Jean Baptiste Neble, sin haber cumplido los tres años de aprendiz que era obligatorio antes de abandonar al maestro. Como salario, el aprendiz cobraba 4 reales diarios el primer año, 5 reales el segundo año y 6 reales el tercer año. Se solicita a las autoridades sevillanas que se obligue a Castenon a volver a Cáceres los 32 meses que le quedan de aprendiz, para poder obtener la cédula que le autoriza a desarrollar el oficio en otros lugares del reino. Al final el aprendiz debe reincorporarse a la fábrica de Carlús para poder seguir desempeñando en el futuro el oficio de sombrerero.
El 17 de julio de 1786, Carlús se querella contra su compatriota Jean Denís, por haber ubicado en Cáceres una fábrica de sombreros finos sin haber presentado el pertinente título que le autorizase a realizar este oficio. Denís presenta su título, conseguido en Badajoz, donde le había sido concedido y firmado por el que había sido su maestro Antonio de San Martín. Un hecho que sería de nuevo denunciado por Carlús, bajo el pretexto que deben ser dos los examinadores para maestro sombrerero y en el caso de Denís sólo fue examinado por uno, que además era su maestro. La contestación de Denís se basa en que en Badajoz sólo existe un maestro sombrerero, por lo que su título es legal y le permite desarrollar su oficio en cualquier territorio de la corona. A pesar de la competencia de otro sombrerero francés, Jean Carlús desarrolló su oficio en Cáceres hasta después de su muerte, habiendo heredado el oficio otro sombrerero venido de Francia, Francois Beltran, casado con su hija María Carlús. Su sombrerería sobrevivo durante décadas, hasta mediados del siglo XIX.