POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
¿Qué quieren que les cuente? Estos días voy de sorpresa en sorpresa al comprobar cómo reaccionan las «gentes protagonistas» de mis «Histories…». Días atrás les recordé mi «sucedido» en EL VENTORRILLO de Benavente y la emoción que reviví al hablar con su dueña, Isabel, mujer de 95 años con vitalidad de moza casadera. Al poco tiempo su hijo Luciano y su sobrina Covadonga me felicitaron, agradecidos, y ofreciéndome todo tipo de recetas zamoranas si «hubiere menester», como se decía antiguamente.
Pues ahora le toca el turno a ALMENDRALEJO. Bastó que escribiera, en mi corto saber, sobre las MELONAS y la sopa de melón para que desde la OFICINA DE TURISMO local, por intervención de la Srta. Isabel y sus compañeras, me facilitasen todo tipo de información sobre lo que es ese municipio extremeño, su potencialidad económica y turística… ¡qué se yo! Y hasta me pusieron en contacto con un agricultor, DIEGO NIETO ROSADO, cultivador de melones, sandías, MELONAS, vides y olivos. ¡Vaya paisano!, que decimos en Asturias. Todo amabilidad, simpatía, conversador ameno…
¿Saben ustedes? A unos 20 km de Almendralejo hay un pequeño municipio, «muy afayaízu» decimos los asturianos, que se llama PUEBLA DE LA REINA y antes Puebla de la Jara.
¿Por qué ese nombre «de la Reina»?
Pues, así se cuenta, porque la Reina doña Isabel las Católica quedó tan agradecida e impresionada de la hospitalidad y cariño de sus gentes que decidió honrar con su título a la capitalidad de ese municipio.
¡Ay, amigos! Si, como decía mi suegro Prudencio, «tou cae en copla y tou ye verdad», ahora entiendo perfectamente la causa de que Almendralejo ostente el título de CIUDAD DE LA CORDIALIDAD, en trilogía con los de CIUDAD DEL ROMANTICISMO y CIUDAD DEL VINO.
Más de media hora de conversación con DIEGO NIETO dieron para mucho. Hablamos de las melonas, de los melones y de las sandías; de su venta en las calles de la ciudad y del peligro que suponen «los ladronzuelos en los melonares»; del cultivo y comercialización de la aceituna de mesa (variedad manzanilla) que es excepcional; de los vinos extremeños que día a día ganan en prestigio, calidad y ventas.
Y así, entre charla y charla, salieron a relucir otros cultivos: los higos, las cerezas, los pimientos, los tomates, las aceitunas para aceite… y otras producciones de alta estimación: el cerdo ibérico, los quesos…
Y, no se cómo, «saltó a la palestra» la SOPA DE TOMATE.
«¡Ah, sí» -me explicó Diego- “fue muy tradicional en las casas campesinas de antaño y ahora, salvo en gentes mayores, apenas se prepara. Es riquísima y si se complementa con frutas como higos, brevas, uvas y unos costrones de pan frito… ¡no vea que exquisitez!».
Pues nada, nada. Un servidor, que ya me considero extremeño de adopción, ¡a por la sopa de tomate con uvas negras, que tienen alto contenido en polifenoles y resveratrol y son antiaterogénicas!
Vamos a preparar inicialmente un sofrito con una cebolla grande, medio pimiento verde, un pimiento rojo y dos dientes de ajo, picado todo un tanto groseramente. Cuando esté bien pochado se añade la pulpa de 4 ó 5 tomates, pelados y sin semillas, y cortados también en trozos mediano-pequeños.
Prosigue la fritura y, ya en su punto, se añade una buena cantidad (pero sin pasarse) de agua o, mejor aún, de caldo de verduras o de ave. Da unos hervores junto con una hoja de laurel para que aromatice el conjunto y con una guindillina por el aquel de la alegría del picante.
Si se desea, en vez de guindilla puede utilizarse una cucharadita de pimentón agridulce (okal).
Se sirve acompañando con unos costrones (rebanadas) de pan frito, unos huevos escalfados y un «espolvoreo» de uvas negras.