POR JOSÉ ANTONIO AGÚNDEZ GARCÍA, CRONISTA OFICIAL DE MALPARTIDA DE CÁCERES (CÁCERES).
Alpénderez. Es de implantación reciente en el padrón de vecinos pues lo trae el pastor salmantino Antonio Horacio Alpénderez Prieto, natural de Villaseco de los Gamitos. De tradición trashumante, Antonio casó en 1960 con la malpartideña Catalina Domínguez González con quien vivió en fincas próximas como El Campillo, Mingolla, La Manga, El Romero… Con el tesón y trabajo de ambos consiguieron hacerse de finca propia y buenos rebaños que producían quesos y carne de gran calidad. Catalina llegó a regentar una tienda donde se vendían los productos de esta ganadería, negocio familiar que hoy se perpetúa en su hija María de los Milagros Alpénderez Domínguez, propietaria de la carnicería que lleva el nombre del apellido y donde se siguen expendiendo carnes y embutidos de elaboración propia, entre ellos la apreciada y popular patatera malpartideña.
Álvarez. Es patronímico, por lo que quien lo lleva debió tener un ancestro llamado Álvaro o Alvar -que es el apelativo medieval como se conocía a los Álvaros-. Lo vi también escrito como Álbarez. Desde que tenemos registros hubo Álvarez en Malpartida, no muchos, pertenecientes a familias transeúntes que no tuvieron demasiado arraigo ni sucesión en la villa. En 1579 daba a luz en la aldea una María Álvarez que era esclava de D. Juan de Ulloa, seguramente de raza negra procedente de las Indias. No era raro, y hay estudios hechos, sobre la existencia de la esclavitud en el siglo XVI y XVII en Extremadura, al servicio y pertenencia de las clases nobles y privilegiadas. En el siglo XVIII tuvo aquí descendencia un Simón Álvarez procedente del poblado de Zamarrillas. Luego llegaron otros de Casar de Cáceres y de Alcuéscar. Y a mediados del XIX nos encontramos a varios de este apellido provenientes de Castilla y León como José Álvarez Pozo, de Casaseca de las Marras, en la provincia de Zamora, de profesión platero ambulante, cuya mujer Ermenegilda dio a luz a un niño un día de 1853 en un tinado a las afueras de la población; y Santiago Álvarez Rodríguez, procedente de Espinosa (León),guardia civil; y aún un Joaquín Álvarez Ovejero, comerciante de Madrid. Finalmente, hubo también otros llegados como empleados de ferrocarriles tras la inauguración de la Estación Arroyo-Malpartida, como Félix Álvarez Díez, oriundo de Tudela de Duero en la provincia de Valladolid. Hoy, Francisco Álvarez Rocha, de ascendencia casareña, dirige la cocina y regenta el restaurante del Museo Vostell Malpartida.
Andrada. También fue escrito como Andrade, incluso Handrada. En los cuatro últimos siglos hubo muchos en Malpartida, procedentes generalmente de Casar de Cáceres y otros de la capital. Fueron de todas las clases y profesiones predominando los labradores, jornaleros, hortelanos, pastores y albéitares, que es como antiguamente se denominaba a los herradores y a los expertos en la curación de las enfermedades de los cuadrúpedos. No faltó tampoco algún hacendado o propietario entre los de este apellido como un Diego Andrada, vecino de la calle Santa María que en 1830 fue alcalde, pocos años antes de que Malpartida adquiriese su segregación jurisdiccional de la villa de Cáceres; y antes, otro Diego Andrada, ejerció de sacristán en los últimos años del siglo XVII. En el XIX destacó D. Aniceto Andrada y Andrada, maestro de primeras letras y de una escuela de adultos, secretario interino del juzgado y concejal de nuestro Ayuntamiento durante el breve reinado de Amadeo I, allá por 1872, que contó con gran aprecio en la población. Y ya en el siglo XX traemos a la memoria de Juan Andrada Ollero, apodado como «Clarín» por ser este el seudónimo que empleaba en sus crónicas como corresponsal que fue del periódico Extremadura durante muchos años. Juan Andrada era natural de Valencia de Alcántara, hijo de Justo Andrada, de profesión sillero y de Tomasa Ollero, la primera matrona titulada que tuvo Malpartida. Su primera profesión fue la de peluquero y barbero con establecimiento abierto en la calle Nueva. También fue nombrado segundo teniente de alcalde en el corto periodo que va desde julio de 1936 -al estallar la Guerra Civil- a enero de 1937. Luego, al terminar la contienda entró en Renfe como administrativo ejerciendo desde entonces su trabajo en la Estación Arroyo-Malpartida. Por su pluma conocemos todo lo acaecido en la localidad y la Estación durante la convulsa década de 1930 y primeros años de 1940, pues era incansable escritor de noticias además de inspirado compositor poético e incluso autor de obras de teatro y novenas -dadas sus acendradas creencias religiosas-, obras que permanecen la mayoría inéditas. A él le debemos conocidas canciones que se hicieron muy populares como el himno al equipo Recreativo Malpartideño, la murga o estudiantina de «Los Apaches», etc. De su matrimonio con Rosalía Borreguero nacieron dos hijos: Juan Andrés y Emilia Andrada Borreguero, muy amantes de la localidad quienes suelen pasar temporadas entre nosotros siendo conocidos y buenos amigos.