POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Es impactante la velocidad de vértigo que la vida nos imprime sucesivamente, sin descanso ni apenas tiempo para recapacitar, meditar y escoger aquello que más nos interese. Casi no habíamos olvidado el ajetreo de los días de la Semana Santa, tan abundantes de visitantes que llenaban nuestras calles, que disfrutaban nuestra cada vez más amplia oferta turístico-cultural, que aquellos días también fueron como un paréntesis de la inacabable campaña electoral, que se unen unas con otras, y luego se preguntan por qué la gente está tan revotada. Pues sí, como que apenas nos dieron una tregua para elegir, no ya políticamente, sino también personalmente aquello que mejor nos parece. Unos al turismo de costa, que este año ha sido bien llovidito, sólo el norte húmedo ha ofrecido días de playa para los demandantes. En cambio, en el interior, con tanta amenaza de lluvias, sólo una procesión dejó de salir en mi ciudad, que después se comprobó que fueron cuatro gotas, eso sí ¡inoportunas! porque, ya que se pone, que sea por algo. En otros sitios no muy lejanos fue bastante más abundante. La gente estaba deseando salir y se ha notado sensiblemente.
Y cada vez es mayor y mejor la oferta turística y cultural para el visitante. Estaban abiertas y muy visitadas ofertas como el Museo de Historia de la Ciudad “Arevalorum”, el Castillo, los centros de interpretación de la naturaleza y del cereal, el Centro de Actividades Mudéjares, la Bodega de Perotas, cuatro iglesias mudéjares en el programa “Abrimos” que propicia la Junta y la parroquia. Y claro, nuestros bares, asadores y restaurantes tan bien concurridos que muy bien se afanaron en no dejar sin comer a tanto público, aunque fuera en la barra y de pinchos… Estaba Arévalo tan animado que muchas personas recordaron aquellos días de Las Edades cuando nuestras calles y plazas ofrecían una animación inusitada, verdaderamente los recordaba.
Y casi sin respiro alguno llegó el momento de las votaciones, las primeras, que dentro de nada, de nuevo a votar. Unas veces tanto tiempo si ejercer ese derecho y deber, y otras veces tan seguido, que no le da tiempo a uno a reflexionar un poco.
Precisamente después de votar, que a uno le toca en la Alhóndiga, la Biblioteca Municipal, un lugar muy indicado y convenientemente rodeado de cultura, como que apetecía dar una vuelta a la hermosísima Plaza de la Villa esa deliciosa mañana. Y me quedé absorto mirando la conocida como “Torre de los Ajedreces”, esa preciosa torre mudéjar, una de las siete torres que son emblema de mi ciudad mudéjar, quizás la más antigua de las de Arévalo, original y distinta a las otras en muchos aspectos y detalles, y en su estructura, la “torre vana”, hueca de bellas formas en su interior… precisamente unos días antes había recibido una visita sorpresa, un antiguo amigo experto en la historia del Ajedrez y en la escritura, Eduardo Scala, que la mira de una forma distinta, llena de admiración, que la tiene como un símbolo de su mundo del ajedrez. Llegó acompañado de otra persona también con profundos vínculos con el ajedrez, una berlinesa llamada Hildegard amable e interesada vivamente, y ambos reviviendo un antiguo proyecto impactante, sobre “Arévalo, la Ciudad del Ajedrez”, precisamente entorno a la torre que lleva el mismo nombre… Siete letras Arévalo-Ajedrez, Ajedrez-Arévalo. Un tema muy atractivo y subyugante, el ajedrez antiguo del que tanto trató el rey castellano Alfonzo X y el ajedrez moderno con otra figura tan importante, la de Isabel, la reina, el ajedrez moderno que se recreó en torno a la reina castellana. Todo un mundo que se me representó en los tableros de ladrillo, rojo y blanco en esta ocasión, de nuestra torre más bella. Unos momentos que fueron como un sueño de “las mil y una noches”… Pero pronto volvía a la realidad de esta vieja ciudad castellana, con la torre de fondo. Y entre tanto, unas cigüeñas planeaban majestuosas en su entorno ajenas a mi sueño…