POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
El que ayer haya alcanzado a más de 3 500 lectores con mi comentario acerca del «vino caliente» como remedio antigripal, me anima a seguir hoy con el mismo asunto con la esperanza y el deseo de que satisfaga su curiosidad acerca de la llamada en Asturias «melecina popular».
Para empezar, hemos de hacer una matización. Aquí, en el Principado, las gentes «de pueblu» nunca dijimos eso de «influenza», «gripe española» o simplemente gripe. A esta dolencia tan epidémica en días invernales siempre la llamamos TRANCAZU porque sus efectos son muy parecidos a los de una fuerte caída o a los de una paliza (dolores musculares y de huesos, fiebre, malestar general, decaimiento…).
Si hoy se ha demostrado científicamente que los caldos calientes de pollo o de gallina, así como los zumos de frutas, son remedios eficaces para afecciones gripales, bien merece la pena recordar aquellos otros que hoy casi tenemos olvidados.
La gripe produce estados febriles altos y esto, a su vez, genera una exudación muy acusada como defensa del organismo ante una elevación de su temperatura normal (unos 36,5º C). Ello es debido a que todo líquido, al evaporarse, absorbe calor del medio donde se encuentra; en este caso, la superficie de nuestro cuerpo.
El sudor es una disolución acuosa de sales minerales, toxinas, y otras sustancias que deben excretarse. Y como «conviene sudar», pues siempre se aconsejó tomar bebidas calientes, arroparse bien e ingerir sustancias diaforéticas (que generen sudor) y diuréticas (que favorezcan la secreción de orina).
Lo de «arroparse bien» en Colunga lo llamábamos GUARDAR EL SUDU; y esto suponía que durante la permanencia de la fiebre alta era importante estar muy abrigados y no convenía bañarse ni cosas por el estilo. A todo más se cambiaba la ropa de la cama, el pijama o camisón y se ventilaba la habitación durante unos 10 ó 15 minutos mientras el enfermo «hacía sus necesidades» en el retrete.
¿Era bueno esto? La medicina actual dice que no, que es un error; pero yo, que soy viejo y educado en el «Regimen sanitatis» salernitano… pues ¿qué quieren que les diga?
Y ahora, enlazando con este tema, les cuento otra historia.
Hace unos 25 años (concretamente en 1997) colaboré con el leonés, entonces residente en Alemania, don Manuel Durruti Cubría, doctor en Química, en un libro sobre propiedades y recetas de saúco; árbol denominado botanicamente como Sambucus nigra, cuyas flores blancas en umbela y cuyos frutos en baya tienen excelentes y muy reconocidas propiedades medicinales. Por ese motivo al saúco, en Asturias, lo llamamos BENITU, BENEITO, BENTEIRO…
La infusión hecha con flores secas del benitu y edulcorada con miel es, además de reconfortante, muy diaforética; al igual que el jarabe elaborado con las bayas, bien maduras y negras, de ese árbol.
Insisto en lo de muy maduras (tienen color morado muy oscuro) porque si están aún verdes (su coloración es rojiza) son tóxicas, pues contienen sambunigrina, un glucósido cianogenético que causa vómitos, mareos, trastornos respiratorios… y otras cosas más graves.
Este jarabe de bayas de saúco se elabora así:
Hiervan en un poco de agua una buena cantidad de bayas maduras de saúco y después, ya templadas, exprímanlas hasta obtener su jugo. Por cada medio litro de jugo añadan otro medio litro de agua, unos 400 g de azúcar y un trozo de jengibre machacado. Hiervan hasta que espese con textura de jarabe, dejen enfriar y embotellen. Debe conservarse en sitio fresco.
¡Ah! «Me se olvidaba», que deciamos antiguamente. Un tío del Dr. Durruti Cubría fue BUENAVENTURA DURRUTI (1896- 1936), el famoso anarquista asesinado en Madrid en circunstancias no aclaradas y muy extrañas.
Por cierto, don Manuel, sin citarme en la autoría compartida de este librito de 89 páginas (incluidos índices y prólogo), de las que escribí 36 (el 40 %), reconoce mi colaboración con un breve comentario inicial. Y por mi colaboración no cobré derechos de autor ni compensación económica alguna.
Es que como, según dicen, soy de derechas…