POR ALBERTO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
Por diversas causas, como la aprobación por nuestra Comunidad Autónoma el pasado mes de abril, de la Ley 9/15 de 31 de marzo, del Cronista de Extremadura, primera de España en su género, aunque no sin polémica; renovación de la Junta Directiva de la Asociación de Cronistas de Extremadura; propósito de nombrar nuevos cronistas en Badajoz y otras localidades, y otras, la figura del Cronista Oficial ha cobrado en estos días notable atención pública. Lo que es bueno, pues pese a tratarse de figura muy vieja ya en la historia de España aún hay muchas personas que se preguntan: ¿pero bueno, eso del cronista oficial, qué es?
En sentido literal cronista es el que hace crónica. El que narra cosas. El que hace historia de su entorno más cercano en el tiempo que vive; el que relata los hechos de un lugar según los conoce en directo o recoge de fuentes directas.
Sobre esta idea, cronista oficial es el que, para que lo haga con un sentido trascendente distinto y complementario del puramente administrativo o burocrático, nombra una institución, corporación o localidad, como fedatario histórico de sus hechos, considerando su prestigio y labor en el estudio, defensa y difusión de sus realidades, de ordinario en reconocimiento a una trayectoria y obra ya acreditada. El nombramiento es a título honorífico, «gratis et amore», esto es sin retribución alguna. Como debe ser para que no pierda su independencia ni se sienta obligado ante nadie que no sea el órgano que lo nombra. Aparte la satisfacción de continuar realizando con reconocimiento oficial lo que siempre hizo a nivel personal, el cronista oficial de una ciudad recibe de su ayuntamiento en mayor o menos medida los medios necesarios para el desarrollo de su trabajo, y excepcionalmente la compensación del coste que en caso de encargos concretos comporten algún gasto.
De tal modo, el cronista oficial es quien, actuando como fedatario imparcial de su tiempo y entorno relaciona a la ciudad con su pasado, investigándolo y divulgándolo, y evalúa lo que en el presente le afecta. El referente que muestra a la ciudad actual como fue la de otros tiempos, y a la del mañana como es la del tiempo que él vive, para que su naturaleza se mantenga y no pierda continuidad: para que sus gentes no pierdan la continuación de su mismidad. El que cela porque sus convecinos no olviden su pasado ni arrasen sus señas de identidad. Para que no borren ni olviden la historia que la hizo como es.
Al servicio de su función el cronista oficial actúa como conciencia crítica frente a los que toman decisiones que pueden afectar a la ciudad en el terreno histórico o artístico, memoria de sus personajes y cuestiones semejantes, siempre sin tocar los aspectos políticos coyunturales, impuestos a veces por la primacía de lo urgente sobre lo importante.
Al servicio de esos propósitos Extremadura, donde en varias localidades existe más de uno, cuenta en la actualidad con casi setenta cronistas oficiales agrupados en la joven Asociación de Cronistas Oficiales de Extremadura, ACOEX. Y cerca de cuatrocientos en toda España reunidos en la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales RAECO, cuya presidencia de honor ostenta, después de haberlo hecho el rey Juan Carlos I, su sucesor Felipe VI.
En resumen el cronista desarrolla, pues, además de sus investigaciones, estudios publicaciones y actividad de siempre, dos funciones principales:
Una. Actuar como fedatario de la memoria de la ciudad manteniendo vivo el recuerdo del pasado y su valoración, para que no se rompa la continuidad histórica ni la idea de pertenencia a un colectivo con fuerte arraigo en el tiempo.
Dos. Defender los hitos que materializan esa historia, como monumentos, edificios, traza urbana, rincones, personajes, tradiciones, etcétera, avisando de lo que puede significar menoscabo para la naturaleza o fisonomía de la ciudad y sus componentes más genuinos.
Pese a que su primera bandera es la independencia y el rigor, no ha faltado a lo largo de la historia, sobre todo en los tiempos más antiguos, la presión de reyes, señores y otros personajes o instituciones que los nombraban, la presión sobre el cronista para que sus relatos atendieran más que a la verdad a sus intereses.
Muy expresiva de la relación con quien los nombra y su afán de influir en el cronista y el contenido y enfoque de las crónicas, es la anécdota del cronista oficial de los Reyes Católicos -un gran cronista para unos grandes monarcas y una gran época- Hernando del Pulgar, al que en cierta ocasión la reina Isabel reconvino porque, pese a sus instrucciones de citar siempre a los dos reyes por igual al narrar sus hechos, el cronista la había silenciado a ella en un hecho de guerra capitaneado por el rey Fernando. El cronista, obediente y socarrón tomó buena nota, y cuando pocos días después la reina dio a luz, el cronista Hernando de Pulgar, en magistral lección de fidelidad, diplomacia y retranca escribió: «Ayer, 6 de Noviembre de 1479, entrada la noche, Sus Magestades Doña Ysabel y Don Fernando parieron una niña».
Sirva el ejemplo para certificar la madera del cronista.
Fuente: http://www.hoy.es/