CON FRANCISCO HERNÁNDEZ DELGADO, CRONISTA OFICIAL DE TEGUISE (LANZAROTE)
Además de buena música tradicional, Tao es cuna de buena lucha canaria. Así se recoge en ‘Tao, ‘milagro’ de la lucha canaria’, escrito por José Luis Aparicio Morales en 2003.
La Sociedad El Fomento de Tao ha cumplido 90 años y es de las pocas de su tipo en la isla que han conseguido sobrevivir aferrándose a sus vínculos con la vecindad y, a la vez, adaptándose a los nuevos tiempos. Para perdurar, estas entidades precisan directivos entregados, capacidad de acogida de las nuevas generaciones y sus demandas, cierto nivel de actividad cotidiana y una cantina con precios populares y buenas tapas. Es el caso de la Sociedad El Porvenir en San Bartolomé, por ejemplo.
Distracciones permitidas y juegos lícitos
Como tantas otras que surgieron por toda la geografía insular, las personas naturales de Tao crearon un lugar de encuentro. En torno a la Sociedad El Fomento ha girado gran parte de la vida social y cultural del pueblo desde su constitución en octubre de 1933. Con apariencia masónica en sus orígenes debido al nombre escogido y al símbolo del apretón de manos que aparece en su logotipo, Francisco Hernández Delgado señala, no obstante, que esta sociedad recoge sus fines y objetivos en sus estatutos fundacionales, que no eran otros que proporcionar a la masa social distracciones permitidas y juegos lícitos, financiándose con las cuotas de entrada y las mensualidades de los socios.
Cada 30 de noviembre se celebra en Tao la festividad de San Andrés. Antiguamente, El Fomento bullía por estas fechas ya que, al poco de constituirse, la Sociedad se aprestó a solicitar permiso para poder celebrar bailes coincidiendo con el comienzo de la Guerra Civil Española. Los festejos propiciaban la relación entre la vecindad del pueblo y sus familiares residentes en otros lugares, y pronto adquirieron tal fama que a los bailes acudían personas procedentes de todos los rincones de la isla. Eran unas verbenas muy celebradas.
Tao, un vocablo prehispánico
El pueblo, de poco más de 500 almas, se asoma por el naciente sobre el llamado Jable de Tao, que no es sino una parte del cinturón de arenas voladoras que atraviesa la isla de norte a sur, desde Famara a Guasimeta. Agustín Pallarés Padilla nos recuerda que al apóstol San Andrés se le erigió una ermita y que el nombre Tao se tiene como indudable vocablo de los antiguos pobladores prehispánicos, los mahos. En Lanzarote se da algunas veces más —hay unas Peñas de Tao en el municipio de Haría, cercanas al Volcán de la Corona y en pleno malpaís—.
Muy conocido es el Volcán de Tao. De estirpe resistente son los naturales de este caserío, quienes se negaron a abandonar las aldeas de Tao y San Andrés, sepultadas por las erupciones volcánicas del siglo XVIII, procediendo a la reconstrucción de sus casas y reunificando el pueblo. La ermita, con techumbre mudéjar, data del primer cuarto del XVII y se erigió en parroquia en 1943, pero imposible que pueda competir en presencia con el gran edificio de la localidad, el terrero de lucha, poniendo de relieve el verdadero sentir de la población.
Buena música y buena lucha canaria
Tao es cuna de buena música tradicional y mejor lucha canaria. Así se recoge en Tao, ‘milagro’ de la lucha canaria, un ensayo de 22 páginas escrito por el recordado José Luis Aparicio Morales en el año 2003 con la colaboración de Bernardo Bravo Martín y editado por el Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Teguise. La monografía versa sobre la historia del Club de Lucha Tao con motivo del 75 aniversario de su fundación, hecho acaecido al año siguiente de la constitución de El Fomento. El padre de José Luis, Francisco Manuel Aparicio Bonilla —mi abuelo materno—, fue una de las tres personas que fundaron el Club.
Otro punto fuerte de Tao durante décadas fue su centenaria escuela mixta, creada en marzo de 1919, hasta que, de manera absurda, fue segregada pocos años después de concluir la Guerra Civil. Pero, siguiendo con la tónica de dotarse de lo necesario para el desarrollo autónomo de sus vidas, la vecindad hizo lo propio con la muerte y, en lugar de enterrar a los suyos en La Villa, hicieron una cuestación para terminar el cementerio. Las obras finalizaron en 1944, hecho que constató Francisco Manuel Aparicio Bonilla en su calidad de alcalde pedáneo en la época, según han acreditado Paco Hernández y Maruchi Rodríguez, del Archivo Histórico de Teguise.
José Luis Aparicio Morales falleció en 2022 a los 79 años de edad y yace en este cementerio de su pueblo natal.