POR JOAQUÍN CARRILLO ESPINOSA, CRONISTA OFICIAL DE ULEA (MURCIA)
Los robos de frutas en los huertos de Ulea, a mediados del siglo XVIII estaban a la orden del día y, a la hora de la recolección de las mismas, la cosecha quedaba a veces muy diezmada.
Por tal motivo, un vecino Joseph Yepes, con una huerta de 26 tahúllas de moredal y 4 de frutales; todas ellas de primera calidad, en el paraje de El Salto de la Novia, al comprobar el saqueo constante de sus frutos, solicita de la corporación municipal la construcción de una cerca con la altura suficiente para impedir que saltaran los ladrones para saquear sus cosechas.
El Consistorio, en pleno, acordó concederle permiso para construir esa tapia (1), con la condición de que dejara paso libre a los dueños de los huertos colindantes que eran: Pedro Carrillo y Sebastián de Rueda y Chillerón ya que, al sur lindaba con el río Segura, con la finalidad de que no hubieran obstáculos a la hora de tomar el agua de riego, de la acequia mayor y de los brazales adyacentes.
Oídas las alegaciones preceptivas, dicha solicitud fue aprobada y concedida con la obligatoriedad de dejar, franco el paso del agua a las fincas colindantes. como ya hemos apuntado.
No hubo ninguna objeción y el acuerdo municipal se firmó el día 1 de noviembre del año 1757.En los siguientes términos:
(1) Las cercas, también llamadas muros de las fincas, se medían por tapias y, cada tapia equivalía a una vara.
Las cercas o tapias eran de tres tamaños, lo que suponía una altura del cercado entre 6 y 9 palmos. El acceso a dichos huertos; una vez cercados, estaba autorizado a efectuarse por unas puertas de gran consistencia, construidas en mitad de los cercados.