POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
¡Ay Ángel Imbernón!, bien sabe tu Cristo de la Sangre que vengo esta tarde a la puerta del Carmen, aún sabiendo que ya andas en la Gloria dando lecciones de nazarenía, a encontrarme contigo. O con tu grato recuerdo. Da igual. Porque sin ti, este cortejo carmelitano que es la esencia ‘colorá’ de nuestra inimitable Murcia, esa que tanto amaste, lo es menos.
Igual algunos ni siquiera sepan quién eras. Pero serán aquellos que jamás han vibrado al contemplar cómo suben tus pasos el Puente Viejo, al golpe y ‘palante’, camino del corazón de la ciudad. Si ‘bocaos’ dan en los hombros muchas pesadas tarimas de la Sangre, en este día pleno de primavera es el recuerdo el que muerde los corazones de cuantos bien te conocimos y respetamos.
He venido, amigo Ángel, a rendirte homenaje, dando cuenta antes de algunos vinos en esas tabernas que bien conocías como hostelero de prestigio, pero con la pena de no poder escuchar cómo ensalzabas, con tanta pasión como humildad, la Archicofradía de tus entrañas. Siempre. A tiempo y a destiempo. Con palabras certeras. Que se lo digan a tu hijo, el padre José Francisco, que algo de fe sabe.
Vengo también, con permiso del presidente Emilio Llamas, en nombre de mi cofradía de Jesús, donde durante tantos años y el Miércoles Santo por la mañana, fuiste heraldo ‘colorao’ en el traslado del titular. Hoy, en esta atardecida de sillas repletas de espectadores al paso de la Sangre, recuerdo tu elegancia al portar el pendón ‘morao’, que era ya más tuyo que nuestro.
Esos ojos de Nuestro Padre Jesús Nazareno, insoportables de resistirle la mirada por profundos y sinceros, dedicarán a ti su mirada el próximo Viernes Santo, que es la mañana más bella que existir pueda en esta ciudad.
Pasarán décadas
Cuando andaba en estas cavilaciones y la Samaritana ya arrancaba ese andar que solo el cabo de andas sabe darle, sin dar orden alguna pues sobra murcianía bajo las varas y la tarima, viene a mi mente otro nombre para la historia: Federico Sáez. Un ‘colorao’ de raza, de verde esperanza e histórico del Real Murcia, que el Señor del Carmen se ha llevado este año, pues allá arriba, carajo, deben andar escasos de buenos nazarenos.
Y mira Ángel, se me amontonan los dedos en el teclado al pensar cuánto hizo por la Semana Santa. Ya no habrá más tertulias para deleitarnos con sus certeras opiniones. Ni más lotería de Navidad, que andaba el pobre sin poder casi andar, ya enfermo, y la vendía por su Esperanza. Ese número va a tocar, Federico. Los nazarenos buenos me entienden.
De luto, sin duda, anda este año la Sangre, pues pasarán muchas décadas antes de que dos cofrades como vosotros vuelvan a demostrar, y que se mueran los feos y el Cristo de las Penas me encuentre escondido, que estas cosas cofrades nuestras son la esencia y médula de Murcia.
Un cabezudo nazareno
Pasa la procesión, como siempre espléndida en su caótico andar. Desfilan al final los pedáneos, que en eso de sacar panza no tienen rival. Pasa Carlos Valcárcel, el gran presidente que tanto te respetaba y que, como yo, aguanta por elegante unas lágrimas. Y pasan miles de nazarenos. Pero no pasas tú, tan señor y tan nazareno. Y yo, que me perdonen los ‘coloraos’, vi menos Sangre que nunca.
Como también quería encontrarme a mi capitán cabezudo, Antonio Sánchez Carrillo, pedazo de cabo de andas y camarero que este Señor de la Sangre, empeñado en llevarse a los buenos, lo reclamó en su Pretorio del Paraíso. Y lo juzgó, vaya que si lo juzgó en la tarde ‘colorá de ayer’. El veredicto fue claro: «Al Rojo de Patiño lo quiero a mi lado», sentenció el Cristo cruzando bajo la luna el Segura. Amén.
¡Menuda estaréis liando los tres allá arriba! Guardadnos un roalico, que Dios quiera que tardemos muchos años y más chatos en ir. Y aquí, cuando el Cristo carmelitano retornó a su templo, que es lo mismo que escribir que se iba a otra ciudad, todos os añoraron, que lo sepáis.
Gracias a vosotros esta Archicofradía creció hasta ser, ya no indispensable en la Semana Santa, sino que se convirtió en la Murcia misma, esa urbe que engalanada de aromas a azahar, llenas las sillas de gentes, volvió a anunciar cómo para ser murciano de ley es necesario tener un carné de id.