POR RAFAEL SÁNCHEZ VALERÓN, CRONISTA OFICIAL DE INGENIO (CANARIAS)
A modo de crónica: Josefita Suárez
Josefa Suárez Croissier nació en los albores del siglo XX. Procedente de Telde, había fijado su residencia en Ingenio al contraer matrimonio con el guardia municipal Juan Pérez, conocido popularmente por “guardia Pérez”, habiendo procreado diez hijos. Sus hermanos, Manuel y Domingo, vivieron en Telde, y José en Agüimes. Fue una mujer sencilla, emprendedora, simpática y locuaz que rebosaba optimismo. Aparentemente, era una vecina más “del Ingenio” sin más trascendencia, a no ser por lo extraño que resultaba su segundo apellido “Croissier”.
En los relatos con relación a su familia, contaba Josefita, que en las discusiones domésticas, el padre reprochaba a su esposa su condición de “extranjera” por el apellido que llevaba, a lo que ella contestaba que algún día se aclararía todo lo referente a sus antepasados y que desaparecería su pobreza. Todo venía dado por una extraña historia que su tatarabuelo le había contado a su abuelo sobre un niño que un ayo había sacado de un castillo en Francia envuelto en ropa sucia, cambiado por un niño enfermo y que había pasado a España en una canoa, no en un barco grande. Por 1.978 le llegaba la noticia que en Viena se iba a abrir el testamento de María Teresa Carlota de Francia, Duquesa de Angulema, hija de Luis XVI y María Antonieta (París, 1.778-Viena, 1851) que debió abrirse en 1970, al cumplirse los 120 años transcurridos por voluntad de la testadora y que por diferentes motivos no se había concretado. Se lamentaba por esas fechas no poder viajar hasta aquella ciudad por carecer de recursos económicos.
Entre historia, leyenda, fantasía y misterio
¿Cuáles eran los lazos que podían unir a una humilde vecina de Ingenio con los Borbones? ¿Qué había detrás de la ilusionante ambición de Josefita? En un contexto más amplio y universal, trataremos de descifrar el misterio de un enigmático personaje que se empezó a fraguar en la convulsa etapa de la Revolución Francesa y que llega hasta nuestros días. Confiamos en que el lector sepa diferenciar en este relato los distintos aspectos que lo conforman, entre historia, leyenda y fantasía que en muchos casos pueden resultar contradictorios y que sirva de homenaje a Josefita Suárez que inspiró al que suscribe a relatar esta crónica.
El Delfín Luis Carlos
Luis Carlos de Borbón y Habsburgo-Lorena, nació en el Palacio de Versalles en 1785 y “falleció” en la Prisión del Temple de París en 1795. Al morir prematuramente Luis José, su hermano mayor en 1789, recibe el título de Delfín y se convierte en el heredero del trono francés, el mismo año que estalla la Revolución. Fue arrestado y encarcelado en la prisión del Temple de París en 1792, junto al resto de la familia real. Al ser guillotinado su padre en 1793, los monárquicos lo proclamaron rey con el nombre de Luis XVII (1793-1795). En el proceso contra su madre en 1793 fue obligado a declarar en su contra y una tía por ser incitado a ciertas prácticas sexuales. María Antonieta fue guillotinada ese año.
La Convención Nacional, ordenó que el Delfín fuera puesto bajo el cuidado del zapatero Antoine Simon y de su esposa. En enero de 1794 Simon renunció a la tutela, quedando el niño recluido en la torre del Temple al cuidado de cuatro guardias. El dirigente revolucionario Barras le procuró cuidados médicos y un trato más humano. A principios del año siguiente, la Convención votó a favor de exiliar a Luis Carlos, pero se supo que el niño no resistiría el viaje.
En junio de 1795 se informó que el delfín había muerto de escrófula, o tuberculosis de las glándulas linfáticas, cuando contaba diez años de edad; comprobándose durante la autopsia que su cadáver estaba consumido por tumores y sarna y que había sufrido una total desnutrición, manifestada en una extrema delgadez. Su cuerpo fue inhumado en una fosa del cementerio de Santa Margarita de París, sin indicativo alguno de que allí reposaba, salvo una gran «D» de Delfín pintada en el ataúd. El médico encargado de la autopsia le extirpó el corazón y lo conservó en un frasco en su domicilio. En 1975 fue depositado en una urna de cristal en la capilla de la basílica Saint Denis. A principios del presente siglo el historiador Philippe Delorme, toma la iniciativa de desentrañar el misterio. Dos doctores realizaron en abril de 2000 un estudio genético gracias al ADN mitocondrial y cabello de su madre y sus hermanas y comparativas con Borbones actuales, reconociéndose que entre los restos encontrados en la fosa común donde presuntamente había sido enterrado el Delfín estaba el cadáver de un familiar de la reina María Antonieta. El 8 de junio de 2004 se celebró un funeral en honor del pequeño Luis XVII, colocándose la urna en un mausoleo construido para tal fin, emplazado en la cripta real del templo.
La leyenda
Ante las misteriosas circunstancias del fallecimiento de Luis Carlos, corrió el rumor sobre que había logrado huir de la prisión del Temple y que el niño enterrado correspondía a otro niño prisionero. En 1814 un historiador cercano a círculos monárquicos afirmó que el Rey había sobrevivido, sin revelar su paradero. A lo largo del siglo XIX aparecieron distintos “Delfines”, siendo el más conocido el del relojero alemán, Karl Wilhelm Naundorff, quien vivió como un aristócrata en los Países Bajos y falleció en 1845, llegando a utilizar el apellido Borbón.
Otro caso fue Pierre Benoit, ingeniero francés instalado en Argentina (nunca alardeó de su supuesta procedencia), que al lograr escapar del Temple fue educado por unos pescadores de Calais, huyendo luego a Buenos Aires donde formó una familia y murió en extrañas circunstancias.
Entre otros, se especuló con el naturalista y ornitólogo americano John James Audubon, y algunos tan pintorescos como el de Eleazer Williams, descendiente de indios navajos, afirmando en sus memorias que era el Rey huido de la Francia revolucionaria.
Luis XVII y Telde
Según Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana en un artículo publicado en el periódico “La Provincia” el 29 de mayo de 1975, bajo el título: ¿Están en Canarias los descendientes de Luis XVII?”, relata que fueron encarcelados Luis XVI junto a su esposa María Antonieta, Isabel (hermana del monarca) y la primogénita María Teresa Carlota de Borbón. El rey, esposa y hermana fueron guillotinados y María Teresa fue canjeada y marchó a Viena, encontrándose con su primo que posteriormente reinaría en Francia con el nombre de Luis XVIII. El misterio se produce al evaporarse el Delfín. Expone distintos relatos según los cuales se llegó a decir que María Teresa logró camuflar a su hermano para sacarlo de Francia en compañía de un ayo y entró en los Estados Pontificios a quien dio el apellido “Pacelli”.
Otros indicaban que el niño había sido acogido en España por sus parientes españoles en Madrid y no de muy buena gana por el rey Carlos IV – España combatía contra Francia (etapa de la Convención) en la llamada Guerra del Rosellón (1793-1795) en la que participaron soldados de las milicias canarias, una parte encuadrados en el Regimiento de Telde- El rey de España, aprovechando que una expedición de deportados se iba a enviar a Canarias manda en la misma al niño real para que fuera escondido en las Islas al cuidado de un austriaco. La embarcación iba destinada a Tenerife porque venía confiada al Comandante Militar pero toca primero suelo grancanario y aquí desembarca con otros militares de alta graduación.
Como en las Palmas no había cárceles apropiadas para acoger a tantos individuos deportados se dispone alojamiento en casas particulares de Vegueta. Al niño, sin embargo, lo envían a Telde y le proporcionan habitación en Los Llanos en el camino real que va hacia el Valle de los Nueve, el Lomo y La Breña. Por esa época se le conoció por “Juan el francés” y su apellido no aparece registrado hasta la década de 1820. A los 18 años viaja a Tenerife y vive en La Laguna donde entabla amistad con el prebendado Pereira-Pacheco. Vuelve a Telde donde le nacieron varios hijos del que se conocen dos “fe de bautismos” en la parroquia de San Juan, llamados Carlos y Clemente; el tercero se llamó Juan.
La saga de los Croissier
En un estudio genealógico, establece Díaz de Quintana, que los Croissier canarios no son descendientes del presunto Luis XVII, sino de un hijastro. El “Delfín” llega a Gran Canaria con el nombre de Jean de la Croix Croissier contrayendo matrimonio en esta isla con María de los Remedios de Santa Ana, natural de Tacoronte (Tenerife), y residente en los Llanos de Telde, la cual tenía un hijo de un primer matrimonio que registra con el nombre de Juan Perera Croissier, al parecer adoptó este apellido para darle realce a su descendencia. Para no facilitar su verdadero nombre quedó registrado en los documentos de la época como hijo de Honoré Croissier y de Catalina Plisson. La descendencia predominantemente femenina de estos determinó el comienzo de la desaparición del apellido Croissier. De su hijo Carlos (1.816) apenas se tienen noticias; sobre Clemente, contrajo matrimonio con Francisca Calderín Bethencourt, rica propietaria de Telde de cuyo matrimonio nacieron tres hijos: Juan, María Gregorio y María Jorge.
Por el año 1978, Juan, Ana María y Antonio Croissier afirman que su apellido nada tenía que ver con Luis XVII; su antepasado era un miembro del Ducado de Croissier, llegado a la Isla a finales del siglo XVIII. Antonio indica que su tatarabuelo, llegó de Francia siendo un niño y se afincó en Telde; mientras que Ana María comenta que según la tradición familiar, al morir el preceptor que le acompañaba en la travesía por el Atlántico con destino a América, su antepasado fue desembarcado en Gran Canaria.
A modo de epílogo
Después de haber trabajado duro, Josefita Suárez Croissier, falleció en Ingenio, habiendo logrado reunir un cierto patrimonio, pero sin haberse cumplido su deseo de saber si era descendiente de la realeza francesa.
Fuente: http://www.teldeactualidad.com/