POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Yo sí tengo miedo, la primera condición para ser valiente, para afrontar acosos y perseguirlos, y cortarme un dedo por salvar el brazo. Otra cosa fuera ese miedo que, como decía el Quijote a Sancho, impide que uno vea y “oya” a derechas, ese miedo que turba los sentidos y hace que las cosas no parezcan lo que son. Tengo miedo sensato, miedo a regresar siglos en la Historia y caer en un pozo ajeno, miedo a que me nacionalicen el alma. No tienen miedo los necios que ignoran la vida y no se respetan a sí mismos, esbirros de quien se tercie, de quien les dé cuerda y cuchillo; si a los imanes de la yihad (y a otros que me callo) les faltaran necios su magnetismo quedaría en nada. Veo el perfil de esos intonsos matones y matados y siento miedo. Veo lo que no se invierte en inteligencia y lo que se regatea en educación y siento miedo. Y sólo el miedo vigilante puede reconciliarnos con la esperanza.
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