POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Falleció su madre y Juan tiene que cuidar al viudo, poco lúcido, que apenas se vale por sí mismo, que lloró la muerte de la esposa y olvidó enseguida el óbito, quizá para protegerse del dolor. “¿Dónde está mamá?”, preguntó al día siguiente a su hijo; “Mamá murió”, respondió Juan, y eso provocó en el viejo una nueva quiebra del alma, de tal manera que cuando volvió a preguntar por ella mi amigo decide no insistir con la desoladora verdad y le responde con una mentira piadosa: “Mamá salió de compras”. Y así todas las mañanas de compras, y las tardes, y de compras en la madrugada, cuando la noche se hace tan larga. Estos días otra amiga mía, tras la muerte de su progenitor, me contó algo parecido; su madre, tras asistir al entierro del esposo, le preguntó: “-¿Dónde está tu padre? -Murió, mamá”, y la señora, en un momento de pálido fulgor, respondió: “¿Murió otra vez?”.
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