SEGÚN EXPLICA ANTONIO HERRERA CASADO, CRONISTA OFICIAL DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA, LOS MENSARIOS ROMÁNICOS SUELEN UBICARSE EN LAS ARCADAS SEMICIRCULARES DE LAS PORTADAS DE LAS IGLESIAS
El románico rural es uno de los grandes baluartes del patrimonio histórico-artístico de Guadalajara y, sin duda, una de las mejores excusas para sumergirse en la magia y encantos que atesoran los pequeños pueblos de la geografía provincial. Las iglesias de Beleña de Sorbe y de Campisábalos son dos de los mejores exponentes de este tipo de arte caracterizado por la robustez de sus estructuras y por la sencillez y belleza de su decoración. Además, estos dos templos son especialmente singulares porque lucen con esplendor un elemento muy característico de la iconografía medieval y, en particular, de la románica. Nos referimos a los mensarios.
Los mensarios (también llamados mensuarios o menologios) son representaciones de los meses del año. Durante el Medievo, este tipo de escenas seriadas, habituales tanto en pintura como labrados en piedra, se hacían corresponder con las tareas cotidianas de la vida campesina y ganadera. Curiosamente, Guadalajara es la única provincia española que ha conservado hasta nuestros días dos calendarios agrícolas completos de aquella época.
En concreto, el listado de mensarios románicos que existen en nuestro país asciende a una quincena, de los cuales diez se mantienen en su totalidad y cinco de manera parcial, destacando entre ellos el del Monasterio de Santa María de Ripoll (Gerona) y el de San Isidoro de León. «En España es cierto que quedan pocos mensarios románicos y Guadalajara se puede decir que es una provincia privilegiada en ese sentido», confirma el cronista provincial, Antonio Herrera Casado. «No tenemos constancia de que hubiese más en la provincia, pero hay que tener en cuenta que muchas iglesias románicas en el siglo XVI se tiraron porque aumentó la población y se hicieron otras nuevas», puntualiza.
Según explica Herrera Casado, los mensarios románicos suelen ubicarse en las arcadas semicirculares de las portadas de las iglesias, tal y como ocurre en la iglesia de San Miguel de Beleña de Sorbe. Sin embargo, existen algunas excepciones como es el caso del mensario de la iglesia de San Bartolomé de Campisábalos, que aparece «en horizontal a lo largo de todo un frontispicio». Estos curiosos calendarios fueron una de las pocas fórmulas profanas que se utilizaron en el mundo románico pero, eso sí, transmitían esa enseñanza pedagógica y moral tan habitual en la iconografía de este estilo artístico. En el caso de los mensarios, el mensaje no es otro que la justificación de la sociedad estamental y, más aún, la importancia del trabajo de los no privilegiados, es decir, de la plebe. «Es una forma de expresar por parte de los hombres de la Edad Media diversas ideas acerca del paso del tiempo, acerca de la protección que Dios tiene sobre los habitantes del lugar o de la humanidad», añade el cronista provincial.
BELEÑA DE SORBE
El origen de la iglesia de Beleña de Sorbe se remonta a 1170, sin embargo, fue sometida a diferentes ampliaciones y reformas a lo largo de su historia. Desde el punto de vista histórico y artístico, el mayor interés de este templo radica en la galería porticada y en la puerta del muro meridional, ambas de estilo románico. En concreto, la portada está formada por cuatro arquivoltas y luce una escenografía digna de un estudio profundo. Los cuatro capiteles principales representan la historia del pecado mortal, con Adán y Eva como protagonistas, y la Resurrección de Cristo. No obstante, la parte más singular de esta bellísima obra del Románico es el mensario que luce una de las arquivoltas, lección viva de las actividades que realizaban anualmente los campesinos medievales. «Es una obra tallada en el siglo XIIIpor un magnífico escultor, posiblemente de origen francés. Desarrolla con pulcritud esa secuencia de elementos leyéndolos de izquierda a derecha del espectador, de enero a diciembre», explica Herrera Casado. «Además, tiene de particular que al inicio hay un ángel y al final la cabeza de un negro como símbolos del bien y del mal, el principio y final de toda una secuencia de meses y de la vida misma», apunta. En concreto, el mes de enero aparece representado con la matanza del cerdo; febrero con un hombre calentándose al fuego –la escena es un tanto eróticos porque su protagonista parece enseñar los genitales–; marzo, con la poda; abril, con una joven que porta un ramo de flores;mayo, una escena de cetrería; junio, con la maduración de los frutales; julio, con la siega; agosto, con la trilla; septiembre, con la vendimia; octubre, con la elaboración del vino;noviembre, con el arado de la tierra; y diciembre, con la cena de Navidad.
CAMPISÁBALOS
La preciosa iglesia de San Bartolomé de Campisábalos, del siglo XII, y su aledaña Capilla de San Galindo albergan un mensario románico único en España al situarse en un muro, en concreto, en el de mediodía. Precisamente, al hallarse expuesto a la intemperie sin ninguna protección, este original friso de relieves se encuentra bastante erosionado. «Tiene una particularidad muy interesante, las escenas de todos los meses no están descritas en circular sino en recto, pero empezando por la derecha del espectador. No es que estén mal colocados es que, quien lo hizo, lo hizo así aposta», señala este estudioso de la provincia. «Para mí esto significa que este mensario fue realizado por gentes mudéjares, gentes de religión islámica que leen, como se sabe, de derecha a izquierda», opina.
Otra curiosidad que incorpora este calendario es que, aparte de relatar las faenas agrícolas y ganaderas de la época, agrega una escena de caza y una justa entre dos caballeros. En concreto, el mes de enero está representado por la figura mutilada de un hombre y el banquete navideño; febrero es un campesino con una pala excavando y aireando las raíces de las vides; marzo se simboliza con otro campesino y un azadón cavando las vides; abril muestra al campesino podando las cepas; mayo es la escena de un jinete alimentando a su caballo; junio tiene como protagonista a un campesino que corta los cardos en flor; julio es la siega; en agosto un aldeano acumula en un montón muy alto de paja separada del grano; septiembre es la vendimia; octubre son los trabajos de arado; noviembre, la matanza; y diciembre se representa por el trasiego del vino a la cuba.
Sin duda, son dos tesoros únicos y cercanos que merece la pena descubrir y disfrutar. Son los mensarios románicos de Guadalajara.
Fuente: https://www.latribunadeciudadreal.es/ – Inmaculada López