POR LEOCADIO REDONDO ESPINA, CRONISTA OFICIAL DE NAVA (ASTURIAS)
Comenzamos el mes de las flores recordando a las personas que nos dejaron a finales de abril. Fue la primera María del Carmen Mon Ordoñez, que finó en Gijón, donde residía, el día 25. Más conocida para la gente de Ceceda como Carmina la de la Piedra, Carmina, que contaba 76 años, estaba casada con José Antonio Álvarez Berros, con el que tuvo la siguiente descendencia; Amor, Ana, David (+) y Nuria.
Y después, el 29, era María del Carmen Pandiella Vega, Carmina, la que nos dejaba, en Nava, a los 88 años. Vecina de La Colegiata, donde era muy apreciada, Carmina era viuda de Francisco Moro Blanco, conocido cariñosamente en el entorno como Jalisco, con el que tuvo la siguiente descendencia; José María, Miguel Ángel, Mari Carmen, Trinidad y Elvira.
Ya en mayo, anotamos el día primero la falta, en el Sanatorio Adaro de Sama de Langreo, de Francisco Ángel López González. Vecino de Ovín, Pinón, como era conocido, contaba sesenta años de edad, y estaba casado con María Consolación Pandiella Ordoñez, con la que tuvo un hijo; Iván.
Luego, el sábado 9 finaba en el HUCA-Oviedo Cristina Vega Berdayes, la joven compañera de Guzmán Ordoñez de la Parte, de la conocida familia que regentó antiguamente el bar que hubo en el Ángel de la Guarda.
Y el día siguiente, domingo 10, era Ana María González Calleja la que nos dejaba, en su casa de Sienra, parroquia de Ceceda. Ana María, que contaba 94 años de edad, era viuda de Horacio Fernández Cueva, con el que había tenido los hijos siguientes; José Antonio, María Teresa y Ana María.
Por último, el lunes 11 faltaba, en Pola de Siero, Francisco Javier González Torga, Paco, a los 67 años. Casado con Victorina González Vilariño, y con dos descendientes, José Luis y María Isabel, Paco era hijo de Luis Gonzaga González y de Almudena Torga, y hermano de María Dolores, José, Mari Cruz, María Amparo, María del Pilar, Luis Gonzaga, Tino (+), Inmaculada, Juan Carlos y Almudena.
Iniciaba esta nota hablando de Carmina Mon, y su figura me trae el recuerdo, y la nostalgia, del paso a nivel de Ali, en el que su madre, Oliva Ordoñez, trabajaba como guardesa, y en cuya casa conocí viviendo a su familia, es decir, Manolo Mon, su padre, y sus hermanas Ana (+) y Hortensia, pues a Pedro, su hermano, lo asocio más viviendo ya en La Piedra, a donde se trasladó la familia cuando el paso a nivel quedó sin función, como consecuencia de la construcción del nuevo puente para la carretera que, acortando el trayecto, salvaba la vía y el río. Recuerdo, asimismo, que la gente para referirse a la ocupación de Oliva, utilizaba el término de portillera, y que también llamaba portillas a las barreras de madera, que estaban pintadas de blanco y de rojo. El caso es que la vivienda asignada a la guardesa quedó vacía, de modo que, cuando estaba en construcción el tramo de la carretera 634 entre Pola de Siero e Infiesto, que originó el derribo y desaparición de la casa de El Tropel en la que nací, mi familia pasó a ocupar la de Ali durante un tiempo.
Y, siguiendo con evocaciones, me comunica mi amigo Tino que el lunes 11 comenzó el derribo, en la calle de La Vega, de lo que queda del vetusto edificio que albergó en los bajos, tiempo ha, la farmacia de Manolita Martínez, conocida familiarmente como “la de arriba”, en la que, con la titular, conocí trabajando a su hermano Alfredo.
La casa y el paso a nivel de Ali, que llegó a citar Cela, hace años que desaparecieron, como ahora desaparece lo que quedaba de la anterior farmacia, después de tantos años de actividad. Camino, para siempre, del olvido. Tiempo antiguo, viejos días, como Faulkner dejó escrito.
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