POR MIGEL ANGEL FUENTE CALLEJA, CRONISTA OFICIAL DE LA VILLA DE NOREÑA (ASTURIAS)
Estamos en otoño, en tiempos de castañas, ya pasaron algunos vientos calientes que los optimistas relacionan con el aire de’ les castañes’ y los pesimistas con la inexistente ola de suicidios. Al menos eso creo yo cuando llegan con los primeros fríos de octubre. Recuerdo a Don Francisco de Quevedo
“A lo rico y lo tramposo,
en su erizo la castaña
que le han de sacar la hacienda
todos por punta de lanza.
Aseguran los estudiosos que este árbol caducifolio de la familia de las fagáceas, tiene su origen en Asia y extendido gracias a las invasiones romanas, siendo un fruto popular, con mucha tradición, abundante e indispensable desde tiempos ancestrales y muy importante en la alimentación humana hasta que llegaron el maíz y la patata.
De ahí su popularidad en todas las épocas. Plinio decía de ellas que la “Nux Castanea” en vez de cáscara de leña la tenían de piel. Leonardo da Vinci, recomendaba golpearlas con un martillo para quebrarlas y luego hervirlas en agua y posteriormente, una vez peladas, hervirlas nuevamente en caldo de gallina, y luego añadirles miel, sal, y pimienta. Así era la sopa de castañas de tan genial personaje y excéntrico gastrónomo que aseguraba, era un tónico ideal contra las mordeduras de arañas salvajes y también para mantener unidas las páginas de los libros.
En términos religiosos o de supersticiones, es fruto relacionado con el mes de difuntos y es conocida una curiosa conmemoración donde hay que rezar un determinado número de oraciones, tantas como comer la misma cantidad de castañas para sacar ánimas del purgatorio.
En otro códice leemos que “excitan al coito, alimentan mucho y producen flatulencia y dolor de cabeza”. En otro texto leemos que “posee propiedades tónico-vasculares, reconstituyentes y antiinflamatorios, por tanto, además de para la memoria, también resulta beneficiosa en casos de desgaste físico”. Contiene vitaminas B y E, son ricas en magnesio, fósforo, potasio, calcio, hierro, cinc y selenio.
En Asturias se aclimataron perfectamente gracias a la humedad existente, por eso es la región donde más abundan –dicen que el 40% de toda España- aunque consideramos que están muy abandonadas las plantaciones al no realizarse los necesarios injertos –según nos aseguran los “paisanos de la fesoria” que diría Vázquez-Prada- incluso abandonada oficialmente al no realizar ni fomentar plantaciones, siendo sustituidos muchos montes por eucaliptos.
En Galicia donde sí cuidan este árbol y de hecho obtienen la mayor producción, cuentan con Indicación Geográfica Protegida; en la zona leonesa de El Bierzo donde también abundan, cuentan con marca de calidad y con una gran demanda en los mercados franceses e italianos que las emplean en variadas recetas culinarias como el marrón-glacé, mezcladas con almíbar, vainilla y horneadas, según receta del s. XVII.
En Asturias, gozan de merecida fama las elaboraciones de varias guisanderas como es el potaje de castañas de vigilia de Casa Lula en El Crucero de Tineo; el pote de castaña mayuca que elaboran en Ponga; el que prepara mi amiga Aurora Velasco de La Teyka en Moreda, consistente en una especie de fabada con todo el compangu incluido, mezclando fabes con castañes, y más arriba, en Felechosa, exquisita la crema que ofrecen durante las jornadas de la caza en el restaurante de Torres, y si de dulce hablamos, en Mieres, en el restaurante Azul, Estrella Paradelo ofrece un pastel sensacional con este fruto como base.
Tiempo de castañas y de fríos. Volvieron las castañeras –cada vez más escasas- con sus artilugios echando humo, asando en cualquier esquina estos frutos cada vez más ignorados, recordándonos tiempos –desgraciadamente- ya lejanos…