POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ORRIONDA (ASTURIAS)
El maíz, como es bien sabido, no es una planta originaria de nuestra tierra asturiana, sino que fue importada de América en los comienzos del siglo XVII; pero su aclimatación fue tan rápida y completa que acabó siendo uno de los cultivos más generalizados del Principado. Corría el año 1604 cuando atracó en el puerto de Sevilla la fragata que -procedente de la Florida- había sido bautizada como “Nuestra Señora del Rosario”. En la misma viajaba un marino de Tapia de Casariego que había sido gobernador en aquella entonces colonia española. Parece que llegó a su tierra natal con un arca en la que traía maíz, siendo así que el almirante Gonzalo Méndez de Cancio (1554-1622) fue el primero en dar a conocer en Asturias aquellas semillas que cambiarían en buena medida las costumbres de los labradores asturianos.
Otros cultivos de innegable antigüedad como eran la escanda y el mijo pasaron a un segundo plano y el maíz tomó el protagonismo y su difusión se realizó de forma rápida, dando lugar al mismo tiempo a una terminología que se fue acomodando a las diversas modalidades dialectales existentes en Asturias.
Cierto que la planta era exótica, pero el rico y muy variado vocabulario que se fue utilizando para dar vida a las diferentes etapas de su cultivo ha quedado en la memoria colectiva de generaciones de labriegos y asturianos en general. Datos de carácter estrictamente folklórico van asociados asimismo al cultivo y a faenas relacionadas con el maíz. Desde los refranes, reuniones vecinales y camaraderías varias que se producían en las “esfoyazas”, hasta las recetas para hacer borona -y quitar muchas hambrunas propias de tiempos pasados- el maíz se situó por derecho propio en el centro de la vida campesina, junto con las patatas (otra importación que llegó de la mano de los conquistadores españoles en Sudamérica). En las galerías de las pirámides mexicanas aún se conservan pinturas alusivas al maíz. La rápida expansión de su cultivo por toda la cornisa cantábrica primero y por el resto de Europa después, tal vez se debiera a su semejanza con otros cultivos de cereales europeos, aunque no fue importante para la alimentación en Europa hasta casi dos siglos más tarde. Cereal de rápido crecimiento y cultivado con fines alimenticios para el ganado, son los meses de abril y mayo los más apropiados para su siembra y septiembre u octubre los más indicados para su cosecha y recolección. Imprescindible en toda la cocina latinoamericana lo presentan en variados y nutritivos platos, incluso en bebidas tanto calientes como frías. El maíz -con harina integral de trigo y avena, además de azúcar- sigue presente en algunos desayunos, como es el caso de los Corn Flakes (copos de maíz), amén de las consabidas palomitas para las que se precisa un tipo especial de maíz que -por cierto- comenzaron a comercializarse en las salas de espectáculos norteamericanas hace 65 años.
Cuando Felipe II nombró gobernador de la Florida a Gonzalo Méndez de Cancio como agradecimiento a sus victorias sobre el corsario inglés y vicealmirante de la Marina Real Británica Francis Drake (especialista en ataques y expediciones navales contra los intereses de España y a quien los británicos consideraron un héroe en aquellos tiempos en los que España e Inglaterra estaban enfrentadas militarmente), el asturiano se propuso el impulso de una reforma agraria en profundidad en aquellas tierras para que los nativos fueran capaces de autoabastecerse con el grano cultivado. Corría el año 1596 y a él se deben varias novedades, tales como ser el primer regulador del comercio del maíz, fundar la primera tahona registrada en Estados Unidos y ser el modernizador de la Florida.
De modo y manera que se puede afirmar -sin ningún género de duda- que la primera cosecha de maíz en Asturias tuvo lugar hace exactamente 412 años, de la mano del que acabaría sus días en 1622 como Capitán de Milicias y Alcalde Mayor de Castropol.
Puede que en la zona oriental de Asturias el maíz llegase alrededor del año 1607, pero en los libros del Monasterio de San Pedro de Villanueva no se cita este cereal por primera vez hasta 1675, dado que faltan los libros de los 67 años anteriores y en estas fechas ya eran numerosos los molinos en la zona, varios de ellos propiedad del monasterio. Un siglo después los molinos eran numerosísimos en toda Asturias y -apenas hace 40 años- en nuestro concejo de Parres estaban contabilizados nada menos que 70.
Otros tiempos han dejado atrás aquellos molinos que jugaron un papel notable en nuestros pueblos y aldeas, cumpliendo una función de rústica industria, así como punto de tertulias, reuniones, trueques y mitologías.