EL DIRECTOR DE LA REAL ACADEMIA DE CÓRDOBA Y PRESIDENTE DE HONOR DE LA R.A.E.C.O., JOAQUÍN CRIADO, AFIRMÓ QUE «EL EDIFICIO SE CONSTRUYÓ Y FUE MEZQUITA Y LUEGO PASÓ A SER UNA MEZQUITA CON UNA CATEDRAL DENTRO, LO QUE SUPONE UNA SIMBIOSIS DE CULTURA TREMENDA»
Prefiero la palabra debate que persigue una solución a través de argumentos, al término conflicto o polémica que alimentan la acritud y el enfrentamiento, imposibilitando acuerdos deseables.
La Plataforma «Mezquita-Catedral, patrimonio de todos/as» ha promovido desde el primer momento el debate, argumentando a través de la historia, arqueología, legalidad, arte, simbología, etc… que la Mezquita-Catedral es uno de los grandes monumentos mundiales, gracias a su antepasado islamo-andalusí, al que se añadieron posteriormente construcciones cristianas de diversos estilos. Un monumento que nunca ha pertenecido a ninguna institución que no fuese el Estado y su pueblo (ni los imanes ni los sacerdotes son dueños de los templos). Un monumento síntesis de culturas y religiones, de ahí su carácter simbólico como referente mundial de concordia, luz para un mundo que necesita la interculturalidad y la interreligiosidad como valores transversales para alcanzar una sólida democracia.
Desde esta base argumental, la Plataforma ciudadana quiere una solución basada en dos objetivos principales: la titularidad pública del monumento, que no implica que deje de albergar el culto católico, y una gestión compartida entre la institución católica, responsable del uso litúrgico, y la Junta de Andalucía como institución pública que ostenta las competencias patrimoniales y turísticas.
Es de sentido común que en una sociedad democrática y aconfesional la principal seña de identidad de un pueblo (en el caso de Córdoba, la Mezquita), pertenezca a sus gentes ya sean católicos, agnósticos, ateos o de otra religión. Hoy un abuelo puede ser católico y mañana su nieta podrá ser agnóstica pero la Mezquita siempre será de su pueblo: del abuelo y de la nieta.
Llevamos un año y medio de debate ciudadano y es mucho lo que se ha avanzado: tanto la prensa internacional como la nacional se han hecho eco del debate, las administraciones públicas han empezado a tomar cartas en el asunto para restituir la legalidad constitucional y asumir su responsabilidad patrimonial, y la ciudadanía ha ejercido su papel de reivindicación del monumento por encima de cualquier interés económico, político o religioso.
Es importante no olvidar quién inició el debate sobre la Mezquita-Catedral. El actual obispo de Córdoba, con motivo de la inauguración de la visita nocturna, escribió un artículo muy polémico titulado la Catedral de Córdoba en el que decía «es del todo inoportuno llamar hoy a este templo Mezquita, porque no lo es desde hace ocho siglos, y volver a llamarla Mezquita es confundir al visitante» (Diario CORDOBA, 10-10-2010). A diferencia de la Plataforma ciudadana que siempre ha perseguido el debate, Demetrio Fernández generó, y genera, polémica con su actitud. Consciente de ello le llevó a afirmar que «lo he escrito porque sabía que iba a dar la vuelta al mundo» (Diario CORDOBA, 12-10-2010). En esa misma fecha y en este mismo periódico el entonces alcalde, Andrés Ocaña, señaló que el obispo de Córdoba se equivoca al plantear que el principal y más significativo monumento de la ciudad solo se llame Catedral y deje de usarse el nombre de Mezquita-Catedral. Luis Carreto, presidente de la Confederación de Empresarios (CECO) afirmó que «el nombre es inseparable y no hay que temer que incluir la palabra Mezquita induzca al rezo compartido». Antonio Caño, representante de las Agencias de Viajes, afirmó que el monumento cuenta con las dos influencias religiosas y que se le deje de llamar Mezquita «no me parece buena idea». El director de la Real Academia de Córdoba y presidente de Honor de la R.A.E.C.O., Joaquín Criado, afirmó que «el edificio se construyó y fue Mezquita y luego pasó a ser una Mezquita con una Catedral dentro, lo que supone una simbiosis de cultura tremenda que explica la capa de interculturalidad que define a Córdoba y al propio templo». Antonio Vallejo, exdirector del conjunto arqueológico Medina Azahara, recalcó que «la excepcionalidad del edificio reside en la Mezquita, ya que la Catedral es un edificio más».
Esperamos y deseamos que termine triunfando el debate sobre la polémica, a través del diálogo entre las Administraciones, el Obispado y la Plataforma ciudadana para que el Estado social, democrático, de derecho y aconfesional se haga presente. Ello debe significar que la Mezquita, por albergar la Catedral de Córdoba, no se la siga apropiando el obispado, disponiendo a su antojo del nombre, de la historia y de los millones de euros que el monumento genera. Por consiguiente, es fundamental que las administraciones públicas asuman sus competencias y que la ciudadanía sienta la Mezquita-Catedral como su ADN histórico y simbólico.
Fuente: http://www.diariocordoba.com/ – Miguel Santiago